CONTORNO

BOTTICELLI

Por Pablo Rodríguez Lombardo

Edition paid by: Geocities


Usted es el lector número de esta revista electrónica

Grecia es la pregunta constante que Occidente se formula a si mismo a lo largo del tiempo. Es el punto central a donde fueron a cristalizar las formas de pensamiento que la precedieron, al mismo tiempo que es ahí donde florecen nuestros cánones artísticos y filosóficos. Roma hizo la pregunta por primera vez. La escolástica la reformula, al mismo tiempo que los filósofos eran quemados como herejes al intentar fundir el pensamiento clásico con el cristiano. Nietzche acude también a la Grecia trágica para fundamentar su visión del arte, mientras Heidegger acusa a Platón de una desmedida preocupación, ya no más por el Ser, sino por la manera de conocer al ser y sitúa en este punto culminante de la Historia de Occidente la sutil diferencia que marcaría el rumbo de toda la filosofía posterior.

Humanismo, Renacimiento, Modernidad, Ilustración son cuatro términos básicos de la época histórica que siguió a la Edad Media y que hoy a final de nuestro siglo es cuestionada y tal vez precipitadamente declarada como finalizada o superada. Por eso no resulta inútil rastrear qué fue eso que llamamos Modernidad para poder comprender que tan vigente sigue siendo el término cuando llegue el momento de caracterizar a nuestra época. Hemos visto como la idea de individuo es una de las más recurrentes en este período. Pensemos por ejemplo en Dante al escribir La Divina Comedia. Nos encontramos en el Siglo XIII, que -aún lejano al espíritu moderno renacentista o ilustrado- ya nos habla en su obra de la epopeya del alma individual -a la manera del Sueño de Sor Juana-, y no de la épica del pueblo italiano. Más cerca de la Odisea que de la Ilíada, Dante nos presenta el drama de una alma personal, nunca la de su pueblo. El yo de Dante nos habla desde el terrorífico escenario del infierno o desde las puertas del Paraiso. Su ser -angustiado, enamorado, atemorizado, -se revela como la materia prima de la obra de arte. No son las hieráticas vidas de los santos católicos lo que a partir de este momento interesará a los artistas, sino las vicisitudes del alma personal frente al mundo. Los héroes de Shakespeare vendrán a corona esta idea, mientras en Fausto, Goethe despliega también la idea de un alma individual corruptible. Los ejemplos -de Dante a los existencialistas- abundan.

La época que expone este artículo, una de las más creativas de la historia, estuvo influenciada por las ideas que formarían lo que se ha llamado Humanismo Renacentista. Fueron ellas el contexto intelectual en el que este período floreció. Se lee a Platón y se reinterpreta a Aristóteles; hay una vuelta a la antigüedad clásica que como veremos no consiste en una pura imitación, sino en una búsqueda de ideas nuevas respecto del catolicismo para configurar lo que a la historia del arte y la filosofía ha pasado con el nombre de Renacimiento. Maquiavelo parte de Tucídides para escribir El Principe, así como en el terreno de la arquitectura, Bramante se inspira en el Panteón para edificar la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Ficino Traduce a Platón al mismo tiempo que Policiano se desvela estudiando la retórica Homérica.

Más cercano a los fines de este artículo, veremos cómo los orígenes de las obras más importantes de Botticelli (La Alegoría de la Primavera, Marte y Venus y la que analizaremos aquí, El Nacimiento de Venus) se encuentran caracterizadas ya en los temas poéticos recurrentes en la poesía del mismo Policiano, en Horacio y Lucrecio.

Podemos enmarcar la época de Botticelli dentro del auge del renacimiento. Situar históricamente estos años no es fácil. Sabemos que es la época que sigue a la Edad Media, pero esto no es decir gran cosa. No es sencillo determinar cuando acaba una época y cuando comienza otra ya que de hecho nunca sucede así. Los cambios nunca son tajantes. Siempre hay restos del período anterior en cualquier época que comienza a decaer, o -más propiamente-, a transformarse en otra nueva. Como los colores, que poco a poco se difuminan hasta cambiar de tono, así las ideas filosóficas, estéticas, morales y políticas que demarcaron la figura del mundo medieval, poco a poco se van transformando en el Renacimiento.

Ya en el temprano Siglo XIII encontramos las primeras manifestaciones e esta revolución cultural. Escuchemos lo que al respecto nos dice Luis Villoro:
¿No encontramos en un San Francisco, en un Dante, un Petrarca o un Giotto vislumbres, dentro del espíritu del Medioevo, de lo que habría de ser la imagen renacentista del mundo? Con todo, para captar su espíritu, podemos detenernos en algún momento, allí donde se manifiesta, no ya en rasgos aislados de figuras singulares, sino en ideas compartidas por un grupo, que empiezan a marcar un estilo de pensar común. Esto sucede en los siglos XV y XVI. (Filosofía del Renacimiento)

Sandro Botticelli, el artista que ahora nos ocupa, vivió entre los años 1440 y 1510. Notamos inmediatamente que dentro de la cronología propuesta por Villoro vemos que Botticelli disfrutó de un período privilegiado: mediados del siglo quince y los comienzos del dieciséis, el auge del renacimiento Florentino, que entre sus finalidades encontramos que se trata de una vuelta a pensar los clásicos griegos que habían dado a la antigüedad un privilegio dentro de los primeros cinco siglos anteriores a nuestra era. Podemos hablar del neoplatonismo como la idea que fundamentalmente marco la filosofía de la Florencia renacentista del siglo XV, en la que Botticelli vivió.

El neoplatonismo estuvo encabezado por el filósofo -florentino también- Marsilio Ficino (1433-1499), primer traductor y gran comentarista de la obra de Platón y que en el año de 1462 fue puesto precisamente a la cabeza de la Academia Florentina inaugurada por Cósimo de Médici hacia 1442, con la finalidad de leer los diálogos de Platón y seguir su doctrina. Este filosofo, es importante saberlo, abogaba en su obra Theología Platónica (escrita en dieciocho volúmenes) por una armonía entre el cristianismo y el platonismo, que en gran medida fue la base de las creaciones de Botticelli y de casi todos los pintores, escultores y artistas del Renacimiento.

Florencia, al norte de Italia se convirtió rápidamente en la capital de las artes del renacimiento. Pintores, artistas, literatos y filósofos que nacieron o vivieron en esta ciudad nos dieron la posibilidad de hablar hoy de un estilo artístico florentino, al que sin duda perteneció Botticelli y en el que se distinguió como uno de los mejores expositores. La utilización del cuerpo desnudo es una muestra de como el ideal griego de belleza, fue recuperada durante los siglos XV y XVI. Con Botticelli, como veremos al hablar de una de sus obras más representativas, El nacimiento de Venus, la exaltación del cuerpo humano, (esta vez el femenino) se muestra como una de las encarnaciones de la belleza en la tierra y alcanza una fuerza en el arte, en un tema recurrente a lo largo del Renacimiento. Además del marcado interes de defender la individualidad del hombre.

Pico della Mirándola en su célebre Oración sobre la dignidad del hombre, lleva hasta sus últimas consecuencias lo que podemos denominar el antropocentrismo, tan caro al pensamiento renacentista y que poco a poco conformaría una de las ideas básicas de la época que algunos siglos más tarde denomináramos modernidad. Escribe Pico, explicando la naturaleza del Hombre, que Dios,

"...le colocó en el centro del Universo, y le dijo: 'No te doy, ¡oh Adán!, ni una residencia fija, ni una forma a tu propia semejanza, ni un don peculiar a ti, para que la residencia, la semejanza y los dones que tú escojas sean tuyos y los poseas como propios [...] Tu, sin hallarte atado por ninguna estrecha ligadura, con arreglo a tu propia y libre voluntad, a cuyo poder he querido confiarte, definas tu naturaleza por ti mismo" (1)

Respecto a la caracterización de la época, William Fleming reconoce una confusión en el uso del término renacentista, ya que si bien hay un "renacimiento" de las ideas clásicas, también encontramos una maduración "maduración" de los ideales que desde el gótico anterior venían apareciendo. Podemos decir que la cultura clásica había llegado a un estancamiento debido al deseo de expansión que caracterizó a la iglesia católica a lo largo de la Edad Media, la cual difundió excesivamente el aristotelismo y olvidó a Platón, que fue el rescate -como hemos visto- de los renacentistas.

Botticelli nació también en la ciudad de Florencia y sabemos que para 1465 ya trabajaba en el taller del también pintor Filipo Lippi, cuyo estilo influyó de manera notable en el artista. Sus dos obras más famosas y que ambas se encuentran en un salón dedicado a ellas de la Galleria degli Uffizi en Florencia, son sin duda La alegoría de la primavera (1478c.) y El Nacimiento de Venus (1486c.). En el siguiente apartado hablaremos un poco de esta última, ya que la consideramos como una síntesis de las ideas estéticas de la época y que servirá para aproximarnos más a su creador y a la idea que éste mantenía de la pintura de su época.

La nascita di Venere, es un enorme lienzo de 184.5 por 285.5 centímetros. y, como ya dijimos se encuentra en la Galería de los Oficios de Florencia. Venus es el nombre romano de la Afrodita griega. Siguiendo al mito Afrodita-Venus es la Diosa del Deseo y que surgió desnuda de la espuma del mar que se había formado al rededor de los genitales del castrado Urano. Resulta interesante recordar lo que opina Robert Graves al hablar de los rituales que se llevaban a cabo en Pafos, la isla que mayor culto le dedicó a Afrodita, en los que la sacerdotisa cada primavera se sumergía en el mar para salir de él nuevamente purificada, en lo que podríamos llamar el Renacimiento de Venus.

El cuadro nos muestra en el centro del lienzo precisamente el momento en que la Diosa se aproxima a la tierra flotando suavemente sobre una concha de mar y siendo impulsada por los vientos -un hombre y una mujer- que están flotando abrazados en la parte izquierda. Son los soplidos de Céfiro y de Aura, su esposa; ya en tierra la Diosa está a punto de ser recibida por una Hora, a la derecha del cuadro, personificando las estaciones (en este caso la Primavera) que bien pudiera ser una de las tres Gracias. Debido a este momento escenificado en el lienzo de Botticelli, Caterina Caneva, quien dirige actualmente La Galería... en Florencia, afirma que la obra podría haberse titulado más correctamente El Acercamiento de Venus a Tierra.

Dentro de las innovaciones que la obra de Botticelli implico para la pintura de su época, a parte de esta imaginación religiosa, podemos hablar de su interés por el movimiento. Sin duda esta obra lo tiene al mostrarnos un instante sublime y de gran fuerza que es el de la Hora a punto de vestir con su manto a esta Diosa que ya ha nacido del mar y como un regalo se aproxima a la tierra. Sobre una concha de mar, la Diosa se mece sobre las olas y cubre su desnudez con sus manos y su larga cabellera. El rostro de la Diosa está ladeado un poco hacia la izquierda y muestra una expresión de infinita paz. La obra esta representando un tema caro a Ficino o a Policiano, a saber: la unión del espíritu con la materia. Una superación de dos principios elementales que pocas veces ha alcanzado una tan clara manifestación el la historia de Occidente probablemente desde la aparición de los escritos de Heráclito.

Ya Wittgenstein (Conferencia sobre ética) nos había advertido que un verdadero libro de ética destruiría a los demás. Algo semejante podemos decir de los textos de estética. La obra de arte es ya una poética. En ella están no solo las habilidades técnicas del artista, sino al mismo tiempo sus ideas sobre el arte. La obra define y se define a si misma como una propuesta de reflexión estética. La obra de arte es ya un texto de estética, no solamente una obra en busca de una definición externa. El arte se revela en la obra, y en la obra se revela la poética del artista.

Botticelli también está dejando que la obra explique al arte. El lo hace recreando en sus obras un mundo mítico que poco tenía que ver con los ideales realistas de otros pintores de su época. La obra ya no retrataría la realidad, sino que mediante imágenes simbólicas el artista esta creando una nueva forma de comprender el mundo.

Se puede leer esta pintura como el nacimiento de la verdadera belleza que esta idea neoplatónica implica. La Diosa se aproxima a tierra. No hay que olvidar que estamos en un plano mas allá de lo real, ya que la tierra no está pintada de forma realista, sino simplemente insinuada de manera simbólica. Es la llegada de la belleza al mundo.

Si bien uno de los ideales del Renacimiento consistía en el Individualismo, aquí se llega a su máximo nivel al representar la belleza terrenal de una mujer como la unión de la carne y el espíritu, hay que tener cuidado, ya que no es tan terrenal como hemos dicho, ya que la Diosa, como siempre que esta diosa de la belleza y del deseo es representada, se muestra con su mano cubriendo las partes sexuadas, como queriendo negar sus funciones carnales (sexuales y reproductoras) para enfatizar su carácter abstracto de ideal de belleza. Así como el paisaje terrestre que está detrás de la Hora es bastante irreal y pequeño para acentuar la grandeza y caracterización simbólica de la Venus, además de que este efecto en el paisaje nos da la idea de que la Diosa proviene de un lugar bastante lejano, de la imaginación de los hombres que entran en contacto con las Ideas Platónicas.

Platón- con su paradigmático pensamiento siempre en tensión entre el mito y la filosofía; entre el orgiástico grito dionisiaco y la lógica aristotélica- habla de como el hombre bebió de las aguas del río Leteo, el río del Olvido. Al beber de aquellas aguas, hemos olvidado nuestro origen divino; pero hay una forma de recordar este origen y consiste en el acercamiento a la belleza, ya que ahí se revela lo Divino. A partir de este contacto sensual con la belleza efímera es llevado el hombre a la contemplación abstracta de las ideas platónicas de la belleza. La venus que en este cuadro nace del mar y que los dioses nos han traído hacia la tierra, simboliza este contacto del hombre con la belleza gracias al cual podemos recordar que los hombres participan de los dioses.

En los últimos diez años de su vida, encontramos a Botticelli sumergido en un profundo olvido, ya que su pintura no concordaba con los ideales que por entonces comenzaban a formar una nueva época dentro del mismo renacimiento y que estuvieron representados por Rafael Sanzio, Miguel Angel Bounarotti y Leonardo Da Vinci. Es probable que pinturas intensamente melancólicas como La Pietà de Munich, pertenezcan a este período de despedida -digámoslo así- del artista.


NOTAS

(1) Citado por John Addigton Symonds en El renacimiento en Italia. 2 tomos. F.C.E. Primera Edición, México 1957. Tomo I pp 398-399 (el subrayado es mío)


Pablo Rodríguez Lombardo. Estudiante de Filosofía en la UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO (UNAM)