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Teología y Estudios Bíblicos

La Negación de Pedro en el evangelio de Juan

Jn 18

 


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Theology and Bible Studies

Peter denies Jesus according to John

   


 

 

 

I N T R O D U C C I Ó N

 

Poco antes de que Jesús fuera aprehendido. Pedro mostró su bravura, pero usando su espada. Todavía pensaba en esa ocasión que el Mesías debía ser Grande y Poderoso. Después del arrestro, Pedro nos mostró realmente lo cobarde que era.

En el capítulo 18 del Evangelio de San Juan, encontramos lo que pasó con Jesús y con Pedro. Corren dos relatos al mismo tiempo. Uno acepta todo libremente y el otro niega y pierde su libertad.

Muestro el texto anterior a las negaciones para poder comprender el contexto. También puse en negritas las partes de la Sagrada Escritura que creo yo es en lo que debemos poner atención.


Jn 18

1 Dicho esto, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto; allí entró él, y sus discípulos. 2 Pero también Judas, el que lo entregaba, conocía el sitio, porque muchas veces se había reunido allí Jesús con sus discípulos.

3 Así, el tal Judas, cogiendo el batallón y, además, guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, fue allí con faroles, antorchas y armas. 4 Jesús, entonces, sabiendo todo lo que se venía encima, salió y les dijo: ¿A quién buscan? 5 Le contestaron: A Jesús el Nazareno. Les dijo: SOY YO. Y Judas, el que lo entregaba, estaba también presente con ellos. 6 Al decirles: "SOY YO", retrocedieron y cayeron a tierra. 7 Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscan? Ellos dijeron: A Jesús el Nazareno. 8 Replicó Jesús: Les he dicho que soy yo; pues si me buscan a mí, dejen que se marchen éstos.

9 Así se cumplieron las palabras que había dicho: "De los que me entregaste, no he perdido a ninguno".

10 Entonces, Simón Pedro, que llevaba un machete, lo sacó, agredió al siervo del sumo sacerdote y le cortó el lóbulo de la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús le dijo a Pedro: Mete el machete a su funda. El trago que me ha mandado beber el Padre, ¿voy a dejar de beberlo?

12 Entonces, el batallón, el comandante y los guardias de las autoridades judías prendieron a Jesús y lo ataron.

13 Lo condujeron primero a presencia de Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote el año aquél. 14 Era Caifás el que había persuadido a los dirigentes judíos de que convenía que un solo hombre muriera por el pueblo.

15 Seguía a Jesús Simón Pedro y, además, otro discípulo. El discípulo aquél era conocido al sumo sacerdote y entró al lado de Jesús en el atrio del sumo sacerdote. 16 Pedro, en cambio, se quedó junto a la puerta, fuera. Salió entonces el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, se lo dijo a la portera y condujo a Pedro dentro, 17 Le dice entonces a Pedro la sirvienta que hacía de portera: ¿No eres también tú discípulo del hombre ése? Dijo él: Yo no. 18 Como hacía frío, los siervos y los guardias, que tenían encendidas unas brasas, estaban de pie y se calentaban. Y estaba también Pedro con ellos, de pie y calentándose.

19 Entonces, el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina 20 Jesús le contestó: Yo he venido hablando públicamente a todo el mundo; yo siempre he enseñado en reuniones y en el templo, donde todos los judíos acuden. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han estado oyendo lo que yo les decía. Ahí los tienes, ésos saben lo que he dicho.

22 Apenas dijo esto, uno de los guardias presentes dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así le contestas al sumo sacerdote? 23 Le replicó Jesús: Si he faltado en el hablar, declara dónde está la falta; pero, si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? 24 Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote.

25 Estaba Simón Pedro de pie calentándose. Le dijeron: ¿No eres tú también discípulo suyo? Lo negó él diciendo: Yo no. 26 Le dijo uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente del otro a quien Pedro cortó el lóbulo de la oreja: ¿No te he visto yo en el huerto con él? 27 De nuevo negó Pedro y, en seguida, cantó un gallo.

 

 

C O M E N T A R I O

 

Constante es en este perícopa la oposición entre las figuras de Jesús y de Pedro ante la entrega voluntaria de Jesús a las autoridades judías y el consiguiente derrumbamiento de la idea de un Mesías triunfador. La figura de Judas, quien, al coger y acaudillar las tropas que iban a prender a Jesús, se hace representante del "jefe del mundo", con la figura de Anás, último responsable de lo que sucede y encarnación del Enemigo/diablo (Kosmos).

Las autoridades tienen que recurrir a un delator para encontrar a Jesús. El prendimiento se debe a la decisión tomada por el consejo judío de darle muerte.

Hay que recordar que Jesús a lo largo de todo el Evangelio de Juan tiene conflictos con las autoridades y ya han querido apedrearle. Se ha escapado varias veces ya que no había llegado su hora. Esta es la última oportunidad del Sanedrín de acabar con él, ya que estando en las fiestas, puede fácilmente levantar a la gente contra ellos.

En el versículo 3 se muestra el peligro que Jesús representa para el Mundo (Kosmos) resaltando el número de las fuerzas que intervinieron en el prendimiento. El batallón representa al poder político romano ; los guardias a los sumos sacerdotes, poder religioso oficial y miembros de la aristocracia del dinero, y a los fariseos, los defensores e intérpretes de la Ley.

Judas camina en la noche, sin luz, en que actúa la tiniebla. Mientras duraba el día, a pesar de sus intentos, no podían llevar a cabo su propósito. La hora final es su espacio y van a mostrar toda su capacidad de odio y de mal. Faroles y antorchas, muestran la necesidad de luz para buscar una ruta en las tinieblas. Llevan armas, instrumentos de muerte. Se identifican tiniebla y muerte. Los enemigos de la luz-vida se acercan para apresarla y extinguirla. La redacción del texto hace que Judas sea el que llega con faroles, antorchas y armas, no la tropa.

V.4 Jesús mismo sale, señalando la voluntariedad de su muerte. Está dispuesto a entregarse. Jesús no se dirige a Judas sino al grupo entero.

V.5-7 Jesús se identifica él mismo, no hacen falta contraseñas. YO SOY lo identifica como Yahveh, como el Mesías. El acepta la denominación, para ellos sospechosa y que va a figurar en el motivo de su condena : Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos.

Al entregarse libremente, Jesús es dueño de la situación. La muerte de Jesús no será la condena denigrante de un criminal, sino la manifestación de su gloria. Su muerte será un comienzo, no un fin.

V.8 Jesús se identifica de nuevo y da orden de limitarse a la misión que traen y dejar en libertad a los suyos. Su entrega los pone a salvo, les da la oportunidad de marcharse o de seguirlo y estar con él, pero aún no son capaces de ir a donde él va. El seguimiento ha de ser libre, no forzado por las circunstancias.

V.10 Pedro no ha comprendido la alternativa de Jesús ni su designio, que no consiste en triunfar dando muerte, sino en entregarse para comunicar la vida. No ha superado la tentación de hacerlo rey. Jesús es el líder para Pedro. Su amor es osado e individualista, no se siente miembro del grupo, sino adepto a su líder. Aunque valiente es poco realista, sólo él con su machete contra un batallón. Su gesto aparece más vano todavía, dado que Jesús se ha mostrado dueño de la situación.

V.11 Por tercera vez a partir de la cena aparece en el texto el sobrenombre Pedro sin acompañar el nombre Simón. Como en las dos veces anteriores (13, 8.37), se encuentra en un pasaje donde se opone al designio de Jesús. El Padre no ha destinado a Jesús a la muere ; su misión no era morir, sino dar testimonio de su amor al mundo. Pero en el mundo de la tiniebla opresora, enemiga del hombre, la muerte violenta era inevitable y ella va a manifestar hasta el máximo la maldad del mundo y el amor de Dios. El encargo del Padre a Jesús era aceptar esa muerte como prueba de su amor al hombre.

V.12-14 En el acto de prender a Jesús, sus agentes son humillados y derrotados. Al entregarse, Jesús anula su poder. En el sumo sacerdote Anás, el poder oculto que mueve los hilos de la conspiración contra Jesús, aparece personificada la figura de "el Enemigo" ; encarna el poder del dinero, del cual Judas era mero instrumento.


La Siguiente perícopa, la que realmente constituye nuestro estudio, forma una secuencia con la anterior, es inseparable de ella.

En el centro de la perícopa aparece el testimonio de Jesús, interrogado por el sumo sacerdote; está incluido entre las negaciones de Pedro, interrogado éste, a su vez, por la sirvienta, los siervos y los guardias. Ante Anás, muestra Jesús su libertad, protege a los suyos negándose a denunciarlos y declara no tener nada que ocultar. Ante la violencia contra su persona, no responde con violencia, se mantiene libre y enfrenta al adversario con su irracionalidad. En uno y otro momento, Jesús muestra una libertad que lo sitúa por encima de todo poder.

Al colocar el evangelista esta escena entre las dos donde aparece Pedro, pretende acentuar el contraste. Pedro se acobarda ante los agentes del poder e incluso ante una criada, por temor a la violencia que podría acarrearle la muerte, como a Jesús. Niega por eso, de manera total, ser discípulo. Contrasta su extrema cobardía con la extrema temeridad que mostró en el huerto. Ya no tiene motivo para afrontar la muerte.

 

V.15 Con su seguimiento, Pedro contradice el aviso que le había dado Jesús: No eres capaz de seguirme ahora (13, 36). Jesús ha comenzado su marcha al Padre. Aparece otro discípulo que lleva el distintivo propio de los que son de Jesús, experimenta su amor, corresponde a ese amor, cumple el mandamiento de Jesús. Es el modelo de discípulo. La insistencia de que era conocido subraya el peligro que corre en aquel lugar; al afrontarlo demuestra su amor a Jesús.

El atrio del sumo sacerdote equivale al atrio de las ovejas, donde éstas son explotadas y sacrificadas, con evidente alusión al templo. El sumo sacerdote, figura del Enemigo, es el alma del templo explotador. Como pastor, Jesús entra en la institución para dar la vida por la ovejas y sacarlas así de la opresión. De ahí que Jesús no "sea conducido" (18, 3) dentro del palacio, sino que "entre", mostrando una vez más la libertad de su decisión.

 

V.16 Surge el contraste entre Pedro y el otro discípulo. Pedro no entra; no se le conoce como discípulo, se detiene fuera, junto a la puerta. Por cuarta vez aparece el sobrenombre Pedro sin ir acompañado por el nombre. El otro discípulo, representante de la comunidad fiel, va a ofrecer a Pedro la oportunidad de declararse discípulo y poder seguir a Jesús en su entrega y muerte. Pedro no entra espontáneamente, se deja conducir.

V.17 Conducido por el otro discípulo, está dentro del atrio del sumo sacerdote. La portera, encargada de reconocer el derecho a entrar, pregunta a Pedro si es discípulo, si entra con la misma disposición que Jesús y el otro. Ser conocido como discípulo es consecuencia de una conducta. Pedro por tanto no lleva el distintivo de discípulo, por eso la portera pregunta.

Se asusta frente a una sirvienta. Niega su identidad de discípulo y queda sin identidad alguna. No puede decir como Jesús Soy Yo. El ciego curado por Jesús después de ser lavado en Siloé, podía decir: Soy Yo a los que dudaban de su identidad (9, 9). Jesús arriesga su vida declarándose se lo que es; Pedro se apega a sí mismo y se pierde.

V.18 Pedro ha renunciado a ser discípulo y se encuentra ahora en el grupo de los que sirven al Enemigo. No habiendo alcanzado la libertad, está entre los siervos. El frío, como la noche, la tiniebla y el invierno son símbolos de muerte. A los faroles y antorchas que trataban de vencer la tiniebla, corresponden las brasas que intentan vencer el frío.

V.19 La escena de Jesús está en contraste con lo que sucede en el patio; ahí Pedro niega ser discípulo; aquí Jesús es interrogado acerca de sus discípulos.

Anás sabe quién es Jesús; le interesa saber ante todo, conocer quiénes lo apoyan, luego la doctrina que propone. Su preocupación es meramente política: proteger los intereses de la institución que ejecuta sus designios.

V.20-21 Su enseñanza ha sido pública, no tiene nada que esconder. Jesús no acepta la condición de súbdito interrogado. El jefe le pide una declaración y él se niega a darla. Ante ese juez no tiene por qué defenderse, justificarse ni dar razones. Son ellos quienes tienen que ir a él y conocerlo. No les importa Jesús como persona, sino como amenaza.

V.22 El subordinado ofrece un paralelo con Pedro en la escena de la detención de Jesús. También Pedro salía en defensa del Líder. En ambos, la violencia obedece al instinto de sumisión a un jefe.

V.23 Jesús llama al guardia a la razón haciéndole comprender su irracionalidad. Al interiorizar su condición de súbdito ha perdido la libertad.

V.24 No hay respuesta de Anás, que no ha podido manejar a Jesús. Este aparece como el hombre libre, dueño de sí, que no necesita defenderse ni lo pretende. Sigue atado. Su libertad los deja desarmados. La violencia encubre la debilidad del poder ante la fuerza de una libertad coherente con la verdad de la existencia.

 V.25 Jesús ha continuado su itinerario hacia el Padre. Pedro no se ha movido del lugar donde estaba. El temor de la muerte lo ha hecho incapaz de seguirlo.

Arriba se ha tenido el interrogatorio de Jesús, abajo se tiene el de Pedro. Jesús se remitía a los que lo habían escuchado; Pedro, que es uno de ellos, está quieto, calentándose, sin llamar la atención. Han preguntado a Jesús por sus discípulos y Pedro niega serlo, ahora no sólo a la portera, sino ante todos los presentes. Es ya la apostasía pública. Mientras Jesús no cede en ningún momento ni da un paso atrás, Pedro se va desdibujando como discípulo.

Al encuadrar el interrogatorio de Jesús entre las dos escenas de la negación de Pedro, Jn quiere acentuar el contraste. Mientras Jesús afronta la situación con pleno dominio de sí, aparece Pedro atenazado por el miedo, mendigando un poco de calor, mezclado anónimamente con aquellos que en el huero habría querido exterminar, sin atreverse a afrontar su propia situación. El que está suelto, está en realidad atado, mientras Jesús atado, no ha perdido su libertad. Como Jesús está preso, Pedro ya lo da por derrotado. Cuando es imposible utilizar el machete y no hay líder por quien luchar, Pedro, que por ellos se definía, ya no es nadie, se anula, negando su libertad.

V. 26-27 Segunda mención del corte e la oreja, después de las escenas en que se nombra a Anás y Caifás. Le pregunta uno que fue testigo de su acto de violencia contra el representante del sumo sacerdote (18,10). Pedro se acobarda, no se atreve a enfrentarse con la autoridad. Aquel gesto significaba su ruptura con la institución; ahora no se atreve a condenarla.

En cuanto niega por tercera vez, la definitiva, canta el gallo. Por cantar en la noche, se consideraba el gallo animal diabólico; su canto es el grito de victoria de la tiniebla. Cuando Pedro ha renegado de Jesús, renunciando a la vida, y se ha integrado en el grupo de los sometidos, la tiniebla ha triunfado.

En toda la perícopa anterior se establece el contraste entre la actitud de Jesús y la de Pedro, a quien se opone también la figura del discípulo que acompaña a Jesús.

Pedro había recurrido a la violencia, Jesús se entrega voluntariamente en manos de sus enemigos. Ahora, mientras Jesús, manifestando su libertad, da testimonio ante el mundo hostil, sin retractar nada de su actividad anterior, sino remitiendo a ella, Pedro, por miedo, reniega de su condición de discípulo, es decir, de su pasado de adhesión a Jesús. Este, aunque maniatado, es libre; Pedro, que está en libertad, está atado por el miedo. El que creía en la violencia, la teme.

 

Nota:Se pensaba que, aunque los espíritus malignos y demonios eran normalmente invisibles, existían medios para descubrir su presencia e incluso verlos. Los orientales consideraban el gallo como una potencia de las tinieblas porque cantaba en la oscuridad. En Jerusalén estaba prohibida la cría de gallos y gallinas, porque podían ser causa de impureza.

 



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