La Casa Verde como espacio de liberación

El espacio es un factor religante, vincula las diversas unidades narrativas de La Casa verde. De ahí la importancia, como nodos relacionantes, de personajes como Bonifacia o Lituma que "unen" los dos grandes espacios, Piura y Santa María de Nieva, alrededor de los cuales se estructura la obra.

Estos espacios son símbolos de dos mundos antagónicos, que muestran grados de desarrollo separados por siglos, de forma tal que el desplazamiento en el espacio implica un desplazamiento tremendo en el tiempo. Pareciera que el espacio, considerado como un todo que nos contiene, se fisurara en determinado momento y el hombre se precipitara a abismos desconocidos, a otros tiempos, pero también a otras dimensiones del ser que opacan su lustre cultural, de civilización.

Es diferente la relación Hombre/Naturaleza en el espacio de ciudad de la que se produce en el espacio de la selva. En Piura, el Hombre es más fuerte, impone su cultura, y puede verse en el transcurso de las generaciones cómo el espacio va transformándose por influjo del progreso. En cambio, en la selva el Hombre es absorbido por la naturaleza. Ella es el espacio nutricio en el que se alimenta el accionar de los personajes y que prefigura el tratamiento ideológico de los temas. A veces los personajes parecieran ser una prolongación, una parte más del ambiente, que "justifica" determinadas reacciones, o, inclusive, que las propicia. El hombre se encuentra en un estado de unidad con la naturaleza, ambos conforman un solo sistema cuyas partes, interrelacionadas e interdependientes, no pueden cambiar sin afectarse mutuamente. Por momentos pareciera que en este espacio americano el hombre aún no ha sido expulsado del paraíso, que la separatidad engendradora de la indefensión del hombre moderno no ha llegado a la selva. Sin embargo, el conflicto está presente. Una muestra, el muro de la misión de Santa María de Nieva, que se levanta como si quisiera contener el avance de la selva. La misión funciona como un espacio ajeno que violenta el medio, como un elemento de ruptura que trastorna el equilibrio. Con la misión, el narrador nos muestra la apropiación forzada de un territorio, la violación de un espacio, acaso una pequeña muestra de esa otra violación, la de 1492.

Diferente es, en Piura, la edificación de la casa verde, la primera, aquélla de los tiempos de Chápiro Seminario, que se transmuta en mito con el paso de los años y de los relatos pueblerinos. Don Anselmo no instala una fuerza contraria, de ruptura, a pesar de que se origina entre él y el desierto "un combate sordo que fue subyugando a la ciudad" , sino que juega con las popias reglas del desierto -rehaciendo a la mañana lo que éste englutía de noche- hasta que impone la casa al ambiente. El desierto "se abre" para dejar lugar a la casa verde.

La casa verde como espacio de liberación y de refugio abierto a lo "otro", convocante del mito como sustrato último, esencial, de lo americano, es lo que intentaré rastrear en el texto de La Casa Verde.

Que la casa verde representó, para el autor, lo prohibido y lo intensamente deseado, el espacio de iniciación, simbolizado en lo sexual, hacia otras dimensiones de la realidad, lo dice el propio Vargas Llosa. Sabemos que sus "demonios", resultados de desencuentros entre el escritor y la realidad, contribuyen en la elección del tema, que serán parte del "elemento añadido" de la obra literaria. Podemos ver entonces, desde antes de la narración, que la casa verde era el lugar que centralizaba expectativas y simbolizaba la entrada a otros mundos posibles.

En su estructura externa, La casa verde está dividida en cinco grandes secciones, cuatro partes y un epílogo. Cada una de las secciones tiene un capítulo introductorio que no tiene nombre, ni número. La parte Uno tiene además, cuatro capítulos, igual que la Tres y que el Epílogo. Por su parte, la Dos y la Cuatro constan de tres capítulos además del introductorio. Los capítulos de la parte Uno y Dos están divididos en cinco fragmentos; los de las partes Tres y Cuatro, en cuatro. Mientras que, el Epílogo y el capítulo introductorio, no se dividen en fragmentos.

Pueden reconstruirse series narrativas leyendo los fragmentos en sentido vertical, por ejemplo, los fragmentos Dos de las cuatro partes y el capítulo I del Epílogo se refieren a la historia de Fushía en su viaje por el río Marañón, desde "su" isla hasta el leprosario de San Pablo. Es un viaje que dura treinta días, pero mediante el racconto, el uso del estilo indirecto libre, la técnica de los vasos comunicantes, se va armando la historia de su vida.

La historia de la casa verde y la de don Anselmo, pueden rastrearse en los fragmentos Tres de las cuatro partes, y en los capítulos II y IV del Epílogo.

En la ciudad de Piura se escuchan ruidos nocturnos, ruidos que provienen "de los invisibles, incontables proyectiles minúsculos de arena al estrellarse contra las puertas y las ventanas." La arena llueve en la ciudad cada noche y los vecinos usan sus casas como trincheras para protegerse del desierto que invade el pueblo. Hay una guerra constante entre Piura y el desierto. Los piuranos de dejan invadir por las fuerzas enemigas -el viento y la arena- y sólo atinan a esconderse, se repliegan en la noche hasta que la llegada del día calma el desierto. Pero, una madrugada aparece un hombre que introducirá un cambio en la historia de este conflicto.

Don Anselmo, al mes de su llegada a Piura, compra un terreno a la Municipalidad en el medio del desierto. Los piuranos le advierten que

el arenal es inestable y blanduzco.Los médanos cambian de paradero cada noche, el viento los crea, aniquila y moviliza a su capricho, los disminuye y los agranda. Aparecen amenazantes y múltiples, cercan a Piura como una muralla, blanca al amanecer, roja en el crepúsculo, parda en las noches, y al día siguiente han huido y se los ve, dispersos, lejanos, como una rala erupción en la piel del desierto. En los atardeceres, don Anselmo se hallaría incomunicado y a merced del polvo.

Don Anselmo persiste en su idea, incansable va "persuadiendo" al desierto, hasta que finalmente la casa toma forma y color. En pleno desierto, en ese espacio que los piuranos temían, se alza la casa que, poco a poco, va cargándose de significados. Es el espacio de las tentaciones que remite a la tentación del Génesis, es la serpiente tentando a Eva nuevamente y es Eva (los piuranos) que, pese a los dictámenes divinos (el padre García) vuelve a probar el fruto prohibido. La casa verde en algún "sector del arenal amarillento se irguió, con sus luces, su música, sus risas, y ese resplandor diurno de sus paredes que, a la distancia y en las noches, la convertía en un cuadrado, fosforescente reptil" y se convirtió en parte de la Historia mangache, un lugar de referencia en el pasado, una especie de anclaje primigenio.

Es cierto que, igual que con el pecado original, la casa verde trajo consecuencias desgraciadas. Pero ni los desbordes del río, ni las sequías, le impidieron que invirtiera la relación de los piuranos con el desierto. Por una parte, la ciudad se introdujo en el desierto, la civilización construyó su espacio en el medio del arenal. Por otra, el desierto entró en la ciudad, pero ya no como lluvia de arena, sino como espacio de liberación, primitivo, natural, escarbando en las costras de la racionalidad. Ese espacio "otro" comenzó a producir cambios en la gente, las relaciones entre los vecinos descubrieron otras dimensiones, "a veces surgían riñas, no de noche... sino a plena luz y en cualquier parte. Estallaron peleas colectivas. Las calles se volvieron peligrosas".

Poco a poco , la casa verde va removiendo máscaras, descubriendo al Hombre, fisurando una vida resignada, de autodefensa (recordemos la relación anterior ante el embate de la arena), posibilitando una vida diferente.

En el imaginario colectivo piurano la casa va tomando dimensiones de leyenda que es dispersada por el desierto a otros lugares, pasa a ser un factor identificatorio de Piura, un mito recreado y actualizado por la gente. Era como un organismo vivo que crecía y maduraba. El color verde

Acabó por imprimir al paisaje una nota refrescante, vegetal, casi líquida. Desde lejos, los viajeros (...) tenían la sensación de acercarse a un oasis de palmeras y cocoteros hospitalarios, de aguas cristalinas, y era como si esa lejana presencia prometiera toda clase de recompensas para el cuerpo fatigado, alicientes sin fin para el ánimo deprimido por el bochorno del desierto.

Paulatinamente, la casa verde va tomando forma como "la casa" en el desierto, como el espacio del albergue, del descanso.

La Casa , como espacio literario, representa la intimidad, el espacio vital primigenio. Se asocia con imágenes de protección, sintetiza un punto de anclaje desde el cual el Hombre puede reconocerse como ser en el tiempo. El espacio de la casa concentra el tiempo de la memoria y las imágenes de la virtualidad. La casa verde evoca en el viajero sus propios refugios, sus propios rincones, constituye el oasis en el medio del desierto. Los piuranos tienen su casa colectiva, por pública y porque todos reaccionan frente a su presencia, y esa reacción no parte de la dimensión racional, sino que tiene raíces en zonas profundas, escondidas del ser.

Por eso, la casa va haciéndose cada vez más grande, porque cada uno de los piuranos contribuye dándole sentido. Como un poliedro que muestra multitud de caras, como productora de fenómenos físicos que, aún a esta altura del siglo, nos hacen sentir desprotegidos "la verde construcción relampagueaba bajo el cielo azul".

El mito bíblico de la expulsión del Hombre del Paraíso, si bien desde el punto de vista de la autoridad (Dios) es un acto de desobediencia pecaminoso, en su aspecto positivo representa el comienzo de la libertad humana, el ejercicio de su capacidad de elección. Sin embargo, la consecuencia de la expulsión del Paraíso, la superación del estado de armonía con la naturaleza, provoca en el Hombre un estado de indefensión, de soledad, un miedo a la libertad. Ese miedo engendra el rechazo de lo que se llama "el pecado original" y la búsqueda consiguiente de algún medio que "lave" la culpa. En realidad, menos superado de lo que nos gustaría pensar, el mito del Infierno contrarresta el otro, el hombre y las cosas se purifican por medio del fuego.

También los piuranos tuvieron miedo de sus propias fuerzas encontradas que afloraban ante la presencia de la casa verde. También pensaron en terminar con el pecado por medio del fuego. "La casa Verde ardía: púrpuras, agudas, dilocadas se veían las llamas dentro del humo ceniciento que ascendía hacia el cielo piurano en lentos remolinos."