Trabajo
y Sociedad Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas en sociedades segmentadas Nº 4, vol. III, marzo-abril de 2002, Santiago del Estero, Argentina ISSN 1514-6871 |
Conicet
El fallecimiento de Leopoldo Allub, miembro del Comité Editorial de
nuestra revista Trabajo y Sociedad, ocurrido recientemente en la
ciudad de San Juan, entristece a los que nos consideramos sus amigos y,
naturalmente, a sus numerosos colegas y alumnos. Vale la pena entonces
recordarlo, y valorar su trayectoria y su personalidad profesional. Creo que
ello nos compromete especialmente a sus colegas en la profesión, pero también a
los intelectuales santiagueños en general.
Allub, nació en Santiago del Estero hace poco más de sesenta años en una
familia de origen libanés ampliamente vinculada al comercio, las profesiones
liberales y, en el caso de la figura señera de su tío Rosendo Allub, a la
política provincial y nacional.
Realizó sus estudios universitarios en la Universidad de Buenos Aires
desde fines de los años cincuenta, y egresó como licenciado en sociología a
mediados de la década siguiente. Allub perteneció a la primera generación de
sociólogos ‘profesionales’ surgidos de la UBA bajo la gravitante presencia
intelectual de Gino Germani, cuya huella fundadora ha sido reconocida a menudo
a lo largo de las últimas décadas. Germani, pensador fecundo y organizador
incansable, promovió numerosas investigaciones sobre la formación de la
Argentina moderna, que en conjunto con las del historiador José Luis Romero
ofrecieron una nueva visión de la forma en que el país se había formado. La
formación que los primeros sociólogos surgidos de la academia recibieron tenía
una fuerte impronta empírica: se orientaron desde el comienzo hacia la
investigación de campo, y uno de los aportes de Germani fue abrir las puertas a
las nuevas corrientes de la sociología estadounidense, rica en técnicas de investigación
al tiempo que orientada hacia la construcción de teoría.
Allub recuerda que en esos años su generación “buscaba respuesta a
muchos interrogantes que le planteaba la realidad: las recurrentes quiebras del
orden democrático, las desigualdades entre el desarrollo de las naciones, los
fenómenos de marginalidad y pobreza”[1].
En 1966, apenas recibido, fue invitado a impartir un curso de postgrado
en la Universidad Provincial D.F. Sarmiento, que más tarde se convertiría en la
actual Universidad Nacional de San Juan, y quedó incorporado a la misma como
docente. La universidad argentina recibió ese año uno de sus ataques más
severos, con la intervención que dispuso el presidente de facto Juan Carlos
Onganía, la cual dio origen a la tristemente célebre “Noche de los Bastones
Largos”, en que las fuerzas del ejército proporcionaron una feroz golpiza a los
profesores y estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, que
resistían la medida. Recordemos que ese fue el inicio de la diáspora de intelectuales
y científicos argentinos que por entonces cobijaba la universidad estatal, y el
inicio de una decadencia que se agudizó durante la segunda dictadura militar,
en la década siguiente.
Entre 1970 y 1974 Allub realizó su doctorado Estados Unidos, en la Universidad
de Carolina del Norte. Su tesis de doctorado versó sobre las raíces del
autoritarismo en los estados latinoamericanos, y éste fue uno de los temas en
que su pensamiento fue más difundido en la Argentina, en numerosas
publicaciones académicas.
Como a tantos otros argentinos, el golpe de 1976 lo condujo al exilio,
que en su caso transcurrió en México. Allí fue profesor e investigador en El
Colegio de México, y se orientó hacia otro de sus temas preferidos, el del
impacto ambiental de las grandes obras públicas. Más tarde realizó un
interesante estudio comparativo del impacto de presas hidroeléctricas en México
y San Juan, y fue colaborador regular del suplemento ambiental Verde,
del diario Página 12.
Luego de su retorno al país, con su esposa –nativa de San Juan- su mayor
tarea consistió en sostener el crecimiento del Departamento de Sociología de la
Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), en el cual había formado numerosos
discípulos. Allí impartió cursos de Sociología General, Sociología Sistemática,
Sociología del Desarrollo, Sociología Argentina y Metodología de la
Investigación Social.
En esos años, la UNSJ había abandonado la orientación humanística que le
imprimieron los fundadores de la universidad Sarmiento, y las ciencias sociales
y humanidades se resintieron ante el avance de las carreras técnicas.
Allub dice que en esos años “La sociología carecía de legitimidad, ya
que no era una profesión ‘conocida’. Por añadidura, nuestra disciplina era
visualizada como una herejía por quienes no podían concebir una visión de la
sociedad generada por la misma sociedad”.[2]
Así como bregó por una sociología institucionalizada y profesionalizada,
argumentaba fuertemente por eliminar el divorcio entre las carreras técnicas y
las sociales y humanas, que consideraba altamente perjudicial, pues la técnica
no opera en el vacío sino en contextos sociales concretos, y su aplicación y
sus consecuencias, positivas o negativas, deben ser evaluadas por los
investigadores sociales. Allub reconocía que el
Departamento de Sociología de la UNSJ todavía no había logrado satisfacer la
creciente demanda de servicios que la sociedad le formula, y hacía una razonada
autocrítica a los propios sociólogos: “Nuestro esfuerzo fue siempre disperso,
aunque nuestras principales fallas tuvieron que ver con problemas de
liderazgo”.[3]
Al mismo tiempo, y hablando a sus propios colegas, decía: “Creo que
debemos ser más solidarios con nuestros colegas de la profesión, porque en la
medida en que estemos desunidos debilitaremos nuestra capacidad para ocupar el
lugar que merecemos en nuestra sociedad y en nuestra universidad.”[4]
Esta exhortación vale para los núcleos académicos de sociólogos en distintas
universidades del país, y desde luego que podemos y debemos recoger esa
enseñanza en Santiago del Estero.
En ocasión del Congreso Nacional de Sociología realizado en San Juan en
1996, tuve ocasión de promover un encuentro informal entre Allub y los
estudiantes de sociología santiagueños que concurrieron. Allí expuso su
argumentación a favor de un rol altamente profesional de los sociólogos, que
debemos estar preparados para intervenir en la gestión de proyectos de diversa
índole, conociendo las necesidades de los productores y las instituciones.
Asiduo lector de Max Weber y Wright Mills, así como de Spengler y Toynbee, fue también difusor
de la presencia intelectual destacada que el escritor polaco Witold Gombrowicz
tuvo en Santiago del Estero a mediados de los años 50, y uno de sus trabajos
fue traducido al polaco y editado en Varsovia hace pocos años.[5]
Creemos que la presencia
intelectual de Leopoldo Allub y su labor en el país y en el extranjero deben
constituir un motivo de legítimo orgullo para Santiago del Estero, provincia
con la que siempre mantuvo vínculos, aunque debemos lamentar que la distancia y
los imperativos laborales nos impidieran un contacto más asiduo.
Finalmente, transcribimos un
fragmento de sus reflexiones acerca de la necesidad de superar la brecha entre
la indagación académica y la intervención social.
“Esta incesante brecha... causada no solo por razones presupuestarias,
en realidad perjudica el progreso técnico y social. Desde cierto punto de
vista, la técnica es la aplicación de la razón para el logro de un propósito o
fin específico. La técnica es un conjunto de instrumentos que no puede
concebirse en ausencia de una articulación con el sistema social de referencia.
Una gran parte del problema del desarrollo depende de la existencia de una élite
científica, de personal directivo capacitado y de una mano de obra instruida.
Por lo tanto es erróneo concebir la técnica como un fenómeno aislado, sino como
parte de un sistema, a partir del cual se debería planificar tanto los sistemas
de educación como su pertinencia y eficacia. Desde otro punto de vista, la
técnica tampoco es valorativamente neutra. Toda tecnología sirve a un propósito
o fin social, éticamente ponderable. Puede servir para hacer más agradable la
vida del hombre, o para asegurar su destrucción. El divorcio entre la
aplicación de la racionalidad de los fines y la racionalidad de los medios, así
como la noción de una técnica ‘desespiritualizada’ es uno de los grandes
problemas que nuestra sociedad debe resolver, sobre los cuales nuestra
universidad debe reflexionar continuamente.”
[1] Leopoldo Allub: “La sociología como profesión”, conferencia pronunciada el 24 de noviembre de 1995, en el homenaje a los docentes fundadores del departamento de Sociología de la Universidad Nacional de San Juan, en el XXX° aniversario de su fundación.
[2] Op. cit.
[3] Op. cit.
[4] Op. cit.
[5] Leopoldo
Allub: “Witold w Santiago”, México, 1979. Fue incluido en la compilación de
Rajmun Kcalieki Tango Gombrowicz, Varsovia,
1993.
(Volver
al comienzo del artículo)
(Ir
a Portada de la revista)