Herminia Arrate de Dávila nació en Santiago de Chile el 1 de Julio de 1895. Desde joven se inició en las artes, siendo discípula aventajada del maestro don Pablo Burchard. Expuso por primera vez en Santiago un conjunto de sus obras que revelaron sus extraordinarias dotes de pintor y que la colocaron en primer plano dentro de los valores jóvenes de esa época. En 1927 hace un viaje de estudio por Europa y recorre diferentes países. El conocimiento de los museos y el contacto con los medios artísticos modernos tienen gran influencia en la afirmación de su personalidad. Expone por segunda vez en el International Art Center of Roerich Museum de Nueva York en 1931, presentada por Frances R. Grant y su obra provoca los más variados y favorables comentarios en los círculos culturales americanos. Obtuvo en Chile varias recompensas oficiales. Esposa de don Carlos G. Dávila, embajador y periodista, comparte con él las tareas diplomáticas. Así, ella sólo puede dedicarse al arte por períodos interrumpidos. Su obra, aunque no numerosa, es labor de selección. Víctima de cruel mal, fallece en Santiago el 12 de Marzo de 1941. Sus compañeros artistas, en homenaje a la memoria de Herminia Arrate, hemos reunido parte de la obra que nos dejara, como testimonio palpable de su talento y herencia preciosa de su paso entre nosotros y que ahora presentamos en postrer gesto de camaradería. Toda la generosidad y el transparente espíritu de este singular ejemplo de mujer se manifiesta en su obra con evidente magnitud. Obra trunca -como trunca quedó su vida- su obra es apenas la iniciación de una línea, prematuramente quebrada... Inherente de auténticas calidades, su pintura es ya de inmutable significación para nosotros. Ausente de sabio o malicioso aprendizaje, su maravilloso instinto la guió por el justo e inconmensurable camino, donde supo encontrar, como los elegidos, la dimensión de profundidad. De sus cuadros diverge esta única y eterna perspectiva. Pequeños, sencillos y cotidianos objetos -una cuchara, un vaso, algunas flores- fueron los motivos preferidos donde refugió toda su vibrante y fina emoción y que ella supo animar con íntima devoción. El tiempo determinará sobre la pintura de Herminia Arrate, nivelará su valor en su justa intención, pero para nosotros sus compañeros, su obra detiene ya un momento de nuestra vida y nos da el acento de una rica personalidad de artista que naciera de esta tierra. L. Vargas Rosas. En presencia del mundo exterior, el alma del pintor subjetivo se expande como un ánfora capaz de recibirlo, y el mundo se vuelca dentro de él. Desde ese instante, tenemos dos visiones, dos contornos de los objetos, dos juegos de luz reveladora, dos mantos de color. Herminia Arrate vió un mundo sombrío, cuando lo tuvo volcado dentro de su emoción; apagado bajo un vaho violeta, gris o verde profundo; escueto, solitario, amarrado de objeto a objeto por raíces profundas trenzadas tras el campo visual; atmósfera de elegía, que bien pudo también traducirse en poema o en sonata. Al final de su breve paso sobre la tierra, las cosas se fueron liberando, desprendiéndose de la sombra opresora, buscando su color, como un anuncio de que el ánfora iba a romperse y de que todo volvería al sitio primitivo donde el artista lo encontró. Alfonso Bulnes Era de temperamento exquisito, de gran emotividad artística, comprensiva al máximo. Alma igual no he encontrado en el trayecto de mi vida. Pablo Burchard Hay un arte que se hace con la razón y la mente, hay otro que se hace cantando en la alegría de vivir, y el que se hace llorando en la ternura de la contemplación. El estado de alma en que un pintor verdadero hace su obra, queda flotando sobre ella como una luz imponderable, para los que quisieran dosificar y medir los elementos con que se ha creado una obra plástica. Esa aureola es parte de lo que podríamos llamar la sutil expresión viviente. Y es además, el autor mismo; en un auto-desdoblamiento de sus rasgos característicos esenciales. Herminia Arrate usó una pintura de intimidad y de recogimiento que equivale a un auto-retrato. Los paisajes, los objetos, los rincones emergen de sus telas, como evocaciones de hechos distantes. Es un espíritu que pasa en puntillas junto al mundo visible, como se pasa junto a un ser querido que duerme, contemplándolo en silencio y murmurando palabras de afecto. Ninguna estridencia, ninguna violencia, sólo una contenida emoción expresada en forma y colores. Julio Ortiz de Zárate Con emoción escribo sobre la pintura de aquella noble amiga que fué Herminia Arrate de Dávil a. Sin embargo, su obra no necesita de las benignidades de la amistad, el juicio puro no necesita ser perturbado por el afecto. Tan evidente es la calidad de los cuadros que nos dejó como para que no olvidáramos la belleza de su espíritu. Qué seriedad, qué amor de su oficio, qué gracia concentrada y sin ruido reina en esas telas tan suavemente melancólicas! Vicente Huidobro Niguna concesión a preciosistas o a snobs, por igual, parece haber sido la determinación de ese espíritu instintivamente rebelde y naturalmente distinguido que fué la pintora Herminia Arrate. Ejemplo evidente de honestidad profesional en un artista que no llegó, sin embargo, a considerarse como profesional. De vivir aún, seguramente formaría parte de nuestira insurgencia contra las mezquinas formas del arte privado de hoy... y en favor del resurgimiento de formas correspondientes a un nuevo y más grande arte público. David Alfaro Siqueiros El aspecto objetivo de la pintura de Herminia Arrate está ligado, en cierto modo, a una tendencia que estuvo en boga en nuestro ambiente hace algunos años. Si nos detenemos a estudiar alguna de sus naturalezas muertas, especialmente aquellas que representan "antigüedades", pensamos en otros maestros, como Rafael Valdés. Su pintura no es impresionista, porque Herminia no recibió la representación de los objetos dentro del fenómeno-luz que caracterizó a esta escuela. Tenía una severa y extraña visión de las cosas, melancólica y austera, venida seguramente de ciertos maestros españoles que exaltaron la sobriedad y prestigiaron las tonalidades oscuras y el negro. Todo esto imprime en la obra de esta pintora un valor muy estimable de permanencia. En lo subjetivo la vemos atraída por la intimidad de los objetos modestos, que en su pintura realiza con muy personal armonía de colores. Su técnica se caracteriza por una amplia libertad de ejecución, muy espontánea, que es acusadora de un raro y extraño temperamento. Isaías Cabezón Catálogo
Volver al índice |