PUROS CUENTOS...


EL PLACER*

Hace Muchos años, tantos que la luna todavía era de queso fresco y el sol daba rayitos como de amaneceres porque aún estaba tiernito. Era el principio de los años, y al hombre, que acaban de crear los dioses, se le permitía dialogar con ellos.
El hombre era perfécto pero se encontraba descontento y fue a ver al Creador y le dijo: “Mira padre, yo no tengo como ustedes los placeres y por lo tanto me aburro, quiero que me los des”.
El creador le dió de inmediato lo que pedía, pero junto con los placeres le fué dado el hastío.
Al poco tiempo regresó con el Creador y le dijo: “Dios, tu tienes placeres sin hastío y yo tengo que sufrirlo, dame placer que no harte”; y Dios le concedio el placer del conocimiento, el placer de aprender, único que no tiene hastío, pero tuvo que pagarlo esta vez con la eterna juventud y con la inmortalidad.

LOS REYES MAGOS*

Oiga mamita, ¿Ora sí los reyes magos sabrá la dirección, para trairme los regalos?, ya ve que allá en el rancho nunca dieron conmigo.
-¡Oh, que mocosa tan zonza! ¿No ve que son puras mentiras? Puros preteistos de las gentes pa regalarles cosas a sus escuincles.
-¡No mamita!, los muchachos de la vencidá me dijiéron que el año pasado les dieron retiartos regalos.
-¡Que los reyes magos ni que ocho cuartos ! Fueron las del voluntariado de no se que cosa, o las damas del PRI ¡Los reyes magos...!
-Mamita, los reyes magos se disfrazan de diferentes personas para darles regalos a los grandes, pero a los chiquitos el mismito Dios que siempre esta pendientes de ellos, se los da.
-¡El niñito Dios pendiente de ellos..! Si así juera, no le hubiera pasado lo de la marrana cuando estaba bien chilpayata (pensó para sí la madre). ¡Órale! ¡Váyase a vender los chicles, ya está el alto...!
-¡Chicles, chicles, compre chicles! Ándale no sea malito...chicles, chicles... -¡Mire, mamita, mire mamita! Cuando saltó el tope, me la dejó cair pa mí; mire, seguro que es para mí y tiene la carita chorreada y la manita mocha como yo... La madre la abrazó con una ternura que nunca antes había tenido para ella, y las dos le dijeron desde lejos adiós agradecidas a tres santos reyes disfrazados de basureros, que cabalgaban sobre un brioso camión de la basura.

UN CUENTO CHINO*

Esta es la historia de Wang-Lee, que cuando cumplió siete años de edad, decidió ser un artista; en la reunión familiar del Año Nuevo se lo comunicó a sus parientes. Como los artistas y los monjes de China, son las personas que están más cerca de lo dioses, toda la comunidad y sobre todo su familia, tienen la obligación de sostenerlos y alimentarlos.

Wang-Lee se dedicó desde ese día a llevar a cabo su propósito; se pasó quince años meditando que clase de arte realizar, se dedicó por la pintura y durante los diez años siguientes estuvo pensando qué pintar; cuando por fin encontró su tema, tradó otros veinticinco años recorriendo el campo, los bosques, las llanuras, los rios, entre la niebla y las montañas, cruzando puentes, hoyados caminos y veredas, en busca de la inspiración para su obra.

Cuando por fin estuvo listo, regresó a su casa y se recluyó en un cuarto. Ya para aquel entonces, Wang-Lee tenía casi sesenta años, diez años más tarde, localizó el papel ideal; veinte años le tomó fabricar diversas plumas, sus pinceles. Al cabo de ese tiempo, regresó por segunda vez a su casa y manifestó: “Estoy listo, ahora voy a realizar la pintura más perfecta que se haya hecho durante los miles de años del imperio chino”.

Ahora que ya era un anciano de noventa y tantos años, despúes de tras dias de estar encerrado en su cuarto, salió y trinfante les comunicó a todos sus parientes: “Vengan, que he terminado mi obra”.

Los hijos de los hijos, nietos y bisnietos que ya eran viejos, entraron en su cuarto. Wang-Lee había abierto la única ventana para que entrara un rayo de sol e iluminara el cuadro; cuando la vieron, se sintieron primero desconcertados, luego azorados, despúes burlados, pensaron que Wang-Lee se había vuelto loco; el papel estirado sobre una tabla estaba totalmente en blanco, no había nada...Cuando se dió cuenta Wang-lee que todos lo veían con tristeza y le daban palmadas en la espalda de conmiseración, lo invadió una terrible pena; totalmente extrañado, con lágrimas en los ojos, se acercó a la ventana y asomándose por ella quedó extasiado al ver revoloteado sobre las flores del campo a la mariposa que él había pintado...

TZIRATZIN*

Apenas botón ayer, rosa hoy.

Por proteger que el séfiro te deshoje,
me olvido que vendabal soy y tu tallo quiebre.

Más perdona que en la astucia de hortelano inexperto,
por mucho cultivarte te moleste y te hiera.

Pero por tu bien creo que lo hago,
que los frutos suculentos son árboles que tiempo y cuidados han tenido.

No apresures el paso,
todo a su tiempo.

No por mucho desearlo,
el invierno primero se acaba y más pronto la primavera llega,
disfruta el retoño y vive el renuevo.

*Francisco de la Lama Gómez, “El Hombre de la Sombra de Colores” E.G.G. Editores


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