página de inicio · obra · sobre su obra · galería


Reinaldo Montero
(sobre su obra)

 

Opiniones sobre 

Los equívocos morales

La acción transcurre en Santiago de Cuba en 1898, durante el sitio de la ciudad y el bloqueo de la escuadra al mando del almirante Pascual Cervera. Es de notar que se desarrollan dos historias. Una es la historia del amor de Tica (joven cubana) y Balboa (joven español, grumete en la escuadra de Cervera), personajes que parecen escapados de la novela de folletín y el teatro romántico. Sus encuentros tienen el sabor de lo prohibido. Los dos están siempre recién fundando el amor, descubriendo palabras, inventando juegos, quizás extraviándose en el disfrute de su pasión. Y mientras la tragedia avanza, las ideas y los hechos se les oponen con mayor empeño. Y aunque las fuerzas en pugna y la ciudad de Santiago de Cuba y hasta el aire que se respira viven angustias sin cuentos, ellos apuestan por la felicidad. La otra historia es La Historia, protagonizada por Cervera y el jefe de plaza de Santiago de Cuba, hombres en conflicto con la ética que pesa sobre sus cabezas y con la idealización de la realidad que ellos perciben desencantada, como diría el Quijote. De hecho, el subtítulo de la obra, «Comedia del cerco de Santiago», evoca la conocida tragedia cervantina «Comedia del cerco de Numancia». Tres personajes esperpénticos (Rimbombante, Resoples y Pardiez) son un homenaje, no solapado, a Valle Inclán, quizás la conciencia crítica por excelencia para ese tiempo. Estas figuras organizan la puesta en escena y trazan la acción. A ellos se suma el ciego Atanasio, que bien pudiera figurar en La corte de los milagros, y que es la memoria anticipada y turbia de los hechos que van a ocurrir, porque posee la facultad de la premonición, quizás de la simple corazonada. Estos cuatro personajes hacen discontinuo el tiempo y dilatan los espacios, crean además la sensación de que todo está ocurriendo no tanto en el Santiago de Cuba de 1898, como en el teatro de la memoria, de una memoria que no es La Memoria Histórica, sino la memoria de una actual angustia con raíces allá, en esa historia. Merced a ellos, los sucesos mismos parecen repetirse una y otra vez, con creciente intensidad, como en un rito sin fin. Dolores, Angustias y el Práctico son otros personajes singulares, préstamos de la comedia de costumbres. Siempre andan tras una idea fija, y son incapaces de medir las consecuencias de sus actos. Explican como nadie la fuerza de las poses morales, donde se incluyen absurdos y prejuicios morales. Establecen además el vínculo entre la pequeña historia, la de Tica y Balboa, y La Historia con mayúscula. = Miriam María Rodríguez.
El enfrentamiento de la armada española y la flota naval de Estados Unidos en 1898, es un pretexto. Esta «comedia del cerco de Santiago», subtítulo que evoca la cervantina Comedia del cerco de Numancia, no es la recreación del último capítulo del imperio español, sino de los conflictos que promueve una ética saturada de prejuicios, absurdos y poses morales. Para lograrlo, el dramaturgo se vale al menos de dos recursos. El primero es el alto contraste entre personajes escapados de la novela de folletín, del teatro romántico, de la comedia de costumbres, que son incapaces de medir las consecuencias de sus actos, y figuras esperpénticas, en homenaje no solapado a Valle Inclán, que hacen discontinuo el tiempo, dilatan los espacios, crean la sensación de que todo está ocurriendo en el teatro de la memoria, no de La Memoria Histórica, sino de una actual inquietud con raíces en esa vieja historia, quizá condenada a repetirse con intensidad cada vez mayor, como en rito sin fin. El segundo recurso es vincular La Historia con mayúscula con la pequeña historia representada por unos jóvenes que siempre están recién fundando el amor, descubriendo palabras, inventando juegos, quizás extraviándose mientras la tragedia avanza y se les impone con creciente empeño la realidad del todo desencantada, como diría el Quijote, y aunque las fuerzas en pugna y la ciudad y hasta el aire que se respira viven angustias sin cuento, ellos persisten en apostar por su felicidad. = Arturo Arango
 
 

 

 

página anterior

inicio de página