Allá por las décadas del 30 y del 40 sobresalieron cuatro guardavallas
peruanos, cuya calidad les valió para defender el arco nacional en contiendas
internacionales. Ellos fueron el arequipeño Jorge Pardón «El patrón de la
pelota», el limeño Juan Valdivieso «El mago», el ascopano Juan Honores «El
chueco» y el chiclayano José Soriano «El caballero del deporte».
Fueron un póker de ases del arco, cuyos nombres han quedado insertados
en las páginas de la historia del fútbol peruano. Quizá por ellos algún
romántico dijo «Perú tierra de arqueros» y se quedó esa frase por varios
años. Pero como también dijo un veterano aficionado, repitiendo los versos
de un vals de Espinel «Hoy comprendo que esas horas se acabaron», de un
tiempo a esta parte hemos tenido que nacionalizar a guardametas extranjeros
que actuaban y actúan en nuestro fútbol para que integren las selecciones
peruanas.
Valdivieso y Pardón
Pero hagamos un poco de historia. A partir de 1930, cuando Perú fue
invitado al primer Campeonato Mundial de Fútbol realizado en Montevideo,
en el partido del debut, Rumania nos ganó por 3 a 1 con el aún bisoño Juan
Valdivieso en el arco. Entonces, para el segundo partido ante el anfitrión
Uruguay tapó el mistiano Jorge Pardón que actuaba en nuestro medio por el
Atlético Chalaco. Ese 18 de julio de 1930 se estrenaba el estadio
Centenario, y sus tribunas, aún con el cemento fresco, estaban colmadas de
aficionados que vieron la gran actuación del Perú y la extraordinaria labor de
nuestro guardavalla. Los celestes sólo pudieron ganar por un gol del «Manco
Castro», anotación que fue denominada por el periodismo de la época como
el «medio gol» porque Pardón atajó la pelota cuando ésta había traspasado
la línea en la mitad de su circunferencia. Cuando regresaba la delegación en
vapor, divisaron una lancha cuyos tripulantes portaban una pancarta que
decía: «Bienvenido patrón de la pelota», eran unos hinchas del Atlético
Chalaco, el club del meta arequipeño. Pardón abrió el diario «El País» que le
habían obsequiado en Montevideo y vio que ahí decía: «Pardón, el patrón de
la pelota», sobrenombre que le puso la prensa uruguaya.
Posteriormente Juan Valdivieso, ya con mayor experiencia, destacó en la
gira que hizo Alianza Lima a Chile, donde atajó cinco penales, por lo que la
prensa mapochina lo calificó como «El mago del arco». En 1936 fue titular
en el seleccionado que concurrió a los Juegos Olímpicos de Berlín, allí el
Perú derrotó a Finlandia 7 a 3 y a Austria 4 a 2, antes del honroso retiro de
nuestra delegación en pleno.
El horror de Acazuso y Quiroga
El «Chevo» Acazuso no se quedó atrás en ese aspecto, pese a su calidad, y
en el repechaje de 1985 contra Chile en Santiago fue un desastre; y no se
diga nada del argentino nacionalizado Ramón Quiroga en el 6 a 0 de
Argentina ’78 y en el 5 a 1 ante Polonia en España ’82. Pero dentro de esa
irregularidad de nuestros arqueros, a partir de la década del 50, hubo tres
que viajaron contratados al extranjero, ellos fueron Eugenio Arenaza de
Alianza Lima al fútbol mexicano, Juan Busanich de Universitario al balompié
argentino y Walter Ormeño de la «U» a Argentina y México. También
destacaron por esos años Juan Criado, «El arquero cantor» en Deportivo
Municipal; Carlos Ganoza, «El pez volador» de la «U»; y el espectacular
«Loco» Garagatte, del Centro Iqueño.
Los nacionalizados
Después ya en la década del 70, vinieron las «obligadas» nacionalizaciones,
comenzando con el argentino Humberto Horacio Ballesteros, que fue
prohibido por el Gobierno Militar de actuar en la eliminatoria con Chile en
1974, quedando de titular Manuel «Chicho» Uribe, luego el también
argentino Ramón Quiroga en 1977; después Juan Carlos Zubzuck, paisano
de los dos anteriores, seleccionado en 1993; actualmente otro argentino,
Óscar Ibáñez, que atajó contra México en Los Ángeles, aparte del uruguayo
Julio César Balerio, que en el partido jugado en Uruguay echó al corner una
pelota que iba fuera de la cancha, antes del primer gol celeste; algo que si
alguien advirtió, no lo dijo públicamente, ése es el peligro de los
nacionalizados.
La síntesis de toda esta historia del arco peruano se resume en que ahora el
Perú continúa siendo tierra de arqueros... pero extranjeros.
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