La Cuesta

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Estudio Natural

FLORA:

No es lugar para suponer bosques y robledales de fronda, pero habrás de imaginar que en un tiempo el roble melojo vestía estas praderas en urdimbre impenetrable. Fuegos y pastoreos le han reducido al vestigio o esa condición que apenas le consiente asomar por encima de escobonales y brezos. para un ingeniero forestal esto sería "monte bajo". No seas tan despectivo tú y considera que sigue siendo un monte vivo, con más valor aún, porque guardan estas plantas el saber sobrevivir en las peores condiciones. La ingeniería contempla el monte como campo de cultivos, colocando manchones de pinos, repoblaciones y experimentos por todas estas cuestas.

También el paisanaje ha hecho lo propio. Sobre todo, quemar. el fuego muerde el matorral y aparece después pasto pobre. Pero el fuego, sobre todo, permite quemar urces y escobas, de las que se aprovechará el tocón de dura raíz al año siguiente. Esta recia madera es el combustible ideal para los lugareños. Las cepas de brezo constituyen el mejor carbón de fragua y se apilan junto a casas y leñeras esperando calentar pucheros o poner el horno al rojo.

Las primaveras son malvas y blancas de tanto brezo que tapiza el monte. Y el amarillo de la nabiza colorea mayo. El roble rebollo o melojo asoma en densos paños que alternan con profusión de urces y brecinas, escobas y carqueixas cuatro especies vegetales que se adueñan paulatinamente de todos los espacios que ha dejado la planta maderable.

Los brezos, que colorean todo el monte, ofrecen dos variedades básicas: el blanco y el negro, aunque éste último reciba el nombre pese a tener una acusada coloración malva-púrpura. Pero también hay brecinas rastreras. Asoman en el monte algunos ejemplares de encina carrasca, encina matorral de copa verde ceniza, espesa y de hoja carnosa.

Hierbas de pastos, gramíneas y tomillos se intercalan en los paños de monte, moteados por cantuesos, saxifragas, tusílagos, cerrajas, hierba de Santiago, cardos, lino montesino, gordolobos, dedaleras, entre cien variedades más que te guarda la sorpresa. En el terrazgo de secano cultivado nacen centenos y cebadas, forrajeras o legumbres.

Junto al agua nacen alisos y cuatro variedades de sauces y algún intercalado fresno. Los chopos, inevitables larguiruchos, pueblan partes del soto entre el matorral de zarzas, endrinos salvajes y oras espinosas o madreselvas. En la pradería vuelve el chopo a ser lindero, en compañía de zarzamoras, espinos mayorales, brunales y sauces paleros. También verás mimbreras, fundamentales para la artesanía popular del cesto. Diferentes plantas pratenses y forrajeras, gatiñas, cardos, dedaleras, gordolobos, arvejas silvestres o amores de hortelano completan parte de este tapiz vegetal de bajura.

Pero avistarás también algún fresno, nogales, cerca del pueblo, manzanos, perales y cerezos, en las huertas donde se cultivan berzas, patatas, guisantes, judías, algún tomate... Flores silvestres: narcisos, campanillas, violetas, amapolas, margaritas, rosales, diente de león... Existe una gran variedad de setas entre las que podemos encontrar algunas comestibles como el parasol y setas de chopo.

FAUNA:

La fauna viene a congregar en estos parajes prácticamente a toda la nomina salvaje de León. Incluso más, ya que aquí están localizados algunos endemismos raros como esa salamandra sanabresa que llega a vivir nada menos que cuarenta años. Ocurre, sin embargo, que las modificaciones habidas en el orden agrario, tras el abandono de no pocas actividades tradicionales en las que mandaba el arado y el ganado, han afectado directamente a no pocas especies interrelacionadas con viejas faenas. La sensible disminución de superficies dedicadas al centeno se refleja  en el descenso de perdices, liebres o zorros. Por el contrario, el aumento apreciable de superficies repobladas de pino ha supuesto la creación de un hábitat nuevo para la expansión del corzo o del ciervo.

Cuando la primavera balbucea en los primeros soles de marzo la vista puede cazar más fácilmente esta expresión salvaje, especialmente en lo que concierne a la actividad de las aves, cuyo laboreo de emparejamiento o nidificación se intensifica en estas fechas. Si deseas contemplar una de las actividades más frenéticas de la pajarada, como lo es su comida del mediodía, siéntate a la orilla del río a esa hora en la que eclosionan los mosquitos sobre la superficie del agua. Mosquiteros, lavanderas, algún herrerillo, cucarachas y carriceros se sitúan en los arbustos de la orilla atentos al bocado que pase flotando entre ellos.

En los robledales más o menos abigarrados que verás en las laderas situadas frente a ésta en la que paseas, puede escucharse al arredanjo, algún picamaderos y, con mayor dificultad, podría ver a la discreta becada, esa chocha perdiz o pitorra que anida en los suelos y cuya capa de pluma es un perfecto camuflante en sus movimientos.

En el monte te será un tanto más difícil el avistamiento de la fauna de mayor calibre, esos mamíferos que son consustaciales a este paisaje. El lobo, por ejemplo. Fue siempre el mejor vecino de estos montes a pesar de su histórica persecución. El corzo es más probable en el avistamiento, ya que campa en todas las estribaciones del Teleno y tiene hoy más monte y menos gente que nunca, pero son otras especies las que se llevan la atención del curioso, como esa gineta cada vez más improbable o las comadrejas, garduñas o martas que pueden considerarse una verdadera excepción en este tiempo.

El tejón resiste en las laderas bajas, al igual que algunos hurones que han de buscarse en estas cotas su dieta diaria. En el aire de estos montes se escribe con alas la vida salvaje y verás una larga seria de rapaces, entre la que es más habitual el águila ratonera, aunque el milano, el alcotán o el cernícalo son también frecuentes. Junto al río, como ya te he dicho antes, se registra una mayor actividad (chorlitejos, alcaravanes y andarríos, entre otros). No es difícil que puedas avistar alguna garza en invierno o esos ánades reales (azulones) que faenan ocasionalmente en algunos tramos fluviales. Anota también en estas bajuras las aves más comunes: mirlos, urracas, grajas, abubillas, algunas tórtolas y torcaces.

Pero en el agua están las joyas. La trucha, como es lógico, manda en un río que ha gozado tradicionalmente de una transparencia exquisita, ya que los embarramientos en riadas y crecidas no se producen con la intensidad de otros cauces. La nutria faena en tramos del río con denso matorral que la proteja. Te espera, finalmente, toda esa interminable vida menuda de pequeños mamíferos, reptiles e insectos que aquí encontrarás en la misma profusión que en los mejores parajes naturales de León.