LA CUARESMA
La cuaresma es un tiempo especial de preparación para celebrar
la resurreción de Cristo. El color violeta se utiliza para marcar
este periodo de preparación mediante el ayuno la penitencia y la
oración. Este periodo dura cuarenta días por los cuarenta
días que el Señor ayunó en el desierto al principio
de su ministerio.
Estos cuarenta días están ligados también con los
cuarenta años que el pueblo de Israel anduvo por el desierto antes
de entrar en la tierra prometida, que a su vez se relaciona con los cuarenta
días en que los espías exploraron la tierra en preparación
para que el pueblo de Israel tomara posesión de ella como herencia.
Al cabo de los cuarenta días el pueblo rechazó el testimonio
de Caleb y Josué, y siguió a los otros diez espías
que dudaron de que el pueblo pudiera tomar la tierra.
Por esto Dios los llevó cuarenta años por el desierto
hasta que todos murieron. Esos cuarenta años fueron un tiempo de
juicio, pero también un tiempo de misericordia. Durante ese tiempo el Señor
alimento a su pueblo con maná, para enseñarle que no sólo
de pan vivirá el hombre. Para que el pueblo pasando a través
del jucio aprendiera a confiar en Dios.
Pero estos cuarenta días están conectados con otros todavía
mas antiguos. Cuando Dios juzgó la tierra por causa de la maldad,
envió un diluvio que duró cuarenta días y cuarenta
noches, para eleminar de la faz de la tierra a todo ser viviente. La tierra
se convirtió en un lugar desierto, sin vida. Pero otra vez esos
cuarenta dias de juicio fueron la ocasión en que Dios mostró
su misericordia y salvación, al proveer el arca en la cual fueron
salvos Noé su familia y los animales para un nuevo comienzo. ¿Puedes
ver el patrón entre estos eventos?
En cada una de estas ocasiones los cuarenta días o años
fueron periodos de prueba, y preparación justo antes de empezar algo nuevo y mejor. En cada ocasión el juicio
de Dios se manifestó junto con su misericordia para salvar.
Lo mismo ocurrió al principio del ministerio de Cristo. En preparación
al comienzo de su ministerio el hijo del hombre fue llevado por el Espíritu
al desierto para ser tentado por el diablo. Y allí ayuno por cuarenta
días. Igual que los espías explorando la tierra, Jesús anduvo
cuarenta días en lugares inóspitos y en un momento se le
mostraron los reinos de este mundo que el habría de reconquistar
para Dios. Como el pueblo en el desierto Jesus fue sostenido por la palabra
de Dios, y cuando llego el momento, escogió el pan del cielo como
su alimento sin quejarse como lo hizo el pueblo. Y como el arca flotó
sobre las aguas venciendo la inundación y la muerte, El cordero
de Dios anduvo por el desierto, símbolo de la muerte, resistiendo
los embates del enemigo hasta llevarnos seguros en El.
Entonces, acabada la prueba, el mesías vino con las buenas nuevas
del evangelio. El vino a tomar la tierra, no como los espías que
dudaron, no como el pueblo que pereció en el desierto, no como la
generación de Noé que sucumbió. Jesús venció.
Y ahora nosotros recordamos esa lucha para prepararnos para celebrar
su victoria. La lucha contra el pecado no ha terminado. A nosotros también
se nos ha dado una promesa. A nosotros tambien nos toca aprender las mismas
lecciónes. Como el pueblo de Israel estamos a la entrada de la tierra
prometida. ¿Qué haremos?
Por eso, siguiendo el ejemplo de Cristo, ayunamos para aprender que
no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca Dios. Por eso, hacemos penitencia, para no ser rebeldes
como el pueblo que no quizo entrar, y tentaron al Señor en el desierto
con su incredulidad; por que, escrito está no tentarás al
Señor tu Dios. Y, finalmente, humillamos nuestro corazón
doblando nuestras rodillas delante de Diosen oración, por que escrito
está: al Señor tu Dios adorarás y al El sólo
servirás.
Confiamos en que la misericordia de Dios triunfa sobre el juicio. Y
así nos preparamos para participar del gozo de la nueva vida por
la resurreción de Cristo. Anhelamos que mediante el ayuno, la penitencia
y la oración estar listos a heredar la promesa
de la vida eterna en El.
Amén.
Escrito por Rev. Benjamín Bernier
Marzo, 2000
bebernier@yahoo.com
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