Esta cita está recogida en "Drogas y cultura de masas", libro imprescindible
de Juan Carlos Usó, y me la ha mandado Alejo Alberdi. Creo interesante incluirla
ya qué porque muestra claramente como los motivos de abolir la prohibición ya eran
vistos por quien quería verlos, hace más de 70 años.


Lo escribía en 1922 un ideólogo anarquista, E. Malatesta, en el periódico Umanità Nova:
cuando se empezaban a  instaurar, por motivos basicamente morales, las primeras
leyes prohibicionistas

"En Francia existen leyes severas contra quien usa y quien expende
cocaína. Y, como es habitual, el azote se extiende y se intensifica a
pesar de las leyes y quizá a causa de las leyes. Igualmente en el resto
de Europa y América.
El doctor Courtois, de la Academia de Medicina francesa, que ya el año
pasado había lanzado un grito de alarma contra el peligro de la cocaína,
comprobado el fracaso de la legislación penal, pide... nuevas y más
severas leyes. Es el viejo error de los legisladores, a pesar de que la
experiencia haya siempre, invariablemente , demostrado que nunca la ley,
por bárbara que sea, ha servido para suprimir un vicio, o para desanimar
el delito.
Cuanto más severas sean las penas impuestas a los consumidores y a los
negociantes de cocaína, más aumentará en los consumidores la atracción
por el fruto prohibido y la fascinación por el peligro afrontado, y en
los especuladores, la avidez de ganancia, que es ya ingente y crecerá
con el crecer de la ley.
Es inútil esperar de la ley.
Nosotros proponemos otro remedio.
Declarar libre el uso y comercio de la cocaína y abrir las expendedurías
en las que la cocaína sea vendida a precio de costo, o incluso, a bajo
costo. Y después hacer una gran propaganda para explicar al público y
poner al alcance de la mano los daños de la cocaína; nadie haría
propaganda contraria porque nadie podría ganar con el mal de los
cocainómanos.
Ciertamente con esto no desaparecería completamente el uso dañino de la
cocaína, porque persistirían las causas sociales que causan los
desgraciados y los empujan al consumo de estupefacientes.
Pero de cualquier modo el mal disminuiría, porque nadie podría ganar con
la venta de droga, y nadie podría especular con la caza de los
especuladores.
Y por eso nuestra propuesta no será tomada en consideración, o será
tratada de quimérica y loca.
Sin embargo la gente inteligente y desinteresada podría decir:
'Después de que las leyes penales se han mostrado impotentes, ¿no
estría bien, al menos a título de experimento, probar el método
anarquista?'


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