Legalización del cannabis: Manual de debate                                                                    Jordi Cebrián
 

La discusión sobre la legalización de las drogas en general y del cannabis en particular está viciada por una propaganda oficial que tergiversa los datos, esconde los hechos, unifica las sustancias y atribuye a las drogas los males que la prohibición provoca. Por todo esto, es obligación de quienes nos oponemos a estas políticas injustas enfrentarnos al discurso oficial con hechos y argumentos reales y eficaces. He creído, pues, interesante reunir algunas estrategias y tácticas que puedan ser de utilidad a quien deba defender el fin de la Prohibición ya sea en una discusión con familiares, amigos o vecinos, o en un debate sobre el tema en cualquier foro público.

Aunque algunos de los argumentos y estrategias indicadas sirven en general para debatir sobre la legalización de las drogas, mi objetivo aquí es centrarme, exclusivamente, en el caso del cannabis. Tal vez en otra ocasión podamos hablar, de manera más general, sobre las otras drogas.

 

1. Conozcamos el tema para poder debatirlo.

    Puede parecer una perogrullada, pero, desgraciadamente, muchos debates se pierden por pura ignorancia de los datos y argumentos que servirían para rebatir los que aporta el contrario. No podemos hacer un papel digno en un debate sin conocer mínimamente el tema. No es suficiente con haber fumado hierba y saber que de eso no se muere nadie. Hay que leer, informarse y llevar los deberes hechos de casa. (Ver Algunos hechos sobre el cannabis que se deberían  recordar)

     

2. Centremos la discusión: Delimitar y definir el tema del debate. En los debates sobre drogas hay tendencia a mezclarlo todo. Debemos evitarlo, tratando un solo aspecto del problema cada vez. Hay que evitar las celadas: si intentamos mostrar lo dañino que resulta meter a gente en la cárcel por plantar marihuana, no debemos acabar discutiendo si la heroína debe o no venderse en los supermercados. Un problema con tantas facetas como es éste permite fácilmente hacer derivar las cuestiones hacía donde le es más cómodo a nuestro interlocutor. Hay que centrar la cuestión y reencauzar el debate tantas veces como haga falta: "Ésa es una cuestión interesante y me encantará poderla discutir con usted en algún momento, pero de lo que ahora estamos hablando es..."

Así pues, las cuestiones clave en un debate sobre la legalización del cannabis son:

Debemos encargarnos de que la discusión recaiga una y otra vez en estos tres puntos, para evitar acabar enzarzados en una discusión acalorada donde no se sabe a ciencia cierta qué responder porque tampoco se sabe qué se está discutiendo.

 

3. Argumentos cortos y poderosos. En un debate, el tiempo es un elemento estratégico esencial. Tengamos presente que hemos de dirigirnos a quienes NO piensan como nosotros. Debemos intentar usar argumentaciones que introduzcan elementos contundentes y que, cuando menos, siembren la duda respecto a la manera actual con que se trata este tema.

Algunas ideas básicas:

Tiene que quedar claro, no sólo que la prohibición es injusta e inefectiva, sino que, además, tiene enormes costes y genera enormes problemas. La siguiente es una pequeña lista de ellos:
Adulteraciones. La legalización permitiría conocer exactamente qué se consume, de qué calidad es, y evitar los adulterantes que contiene el hachís procedente del mercado negro. Este es un ejemplo de como la prohibición atenta contra la salud pública que dice defender.

Narcotráfico. La legalización, única manera de acabar con él, quitaría dinero y poder de las manos de las mafias y del crimen organizado que ahora explotan el negocio de las drogas justamente porque es ilegal.

Corrupción de los estados. Los enormes intereses económicos generados por la situación de ilegalidad, corrompen con facilidad a los mismos aparatos estatales que deberían, teóricamente, luchar contra el narcotráfico. Así, con excesiva frecuencia, leemos de policías, guardias civiles, aduaneros, etc. que han sido acusados de aceptar sobornos o, incluso, de organizar sus propias redes de tráfico de hachís y otras drogas.

Atentados contra los derechos civiles. Registros y detenciones sin autorización; intromisión en los domicilios privados; conculcación de los derechos individuales.

 
Tiene que quedar claro siempre que el oponente, vista como vista sus argumentaciones, esta proponiendo meter gente en la cárcel. Algunos sólo meterían a quien comercia con grandes cantidades, otros a quien vende mil pesetas a un amigo, planta una maceta o, sencillamente, se fuma un porro. Recordar los efectos reales, dramáticos, que tiene esta política en miles de personas. Mostrar con ejemplos dónde puede llevar esta línea de razonamiento. Hacer ver que, aun concediendo que algunos de los riesgos asociados al cannabis existan, es desproporcionado intentar evitarlos con policía, jueces, fiscales, ejércitos y prisiones. Ante las posibles respuestas del tipo "Hoy en día nadie va a la cárcel por fumarse un porro", hay que responder recordando que, en España, casi 20.000 personas son detenidas cada año por delitos relacionados con el cannabis (en EE.UU. hay 700.000 detenciones anuales), que vender 1.000 ptas. de hachís a un colega es delito y que hay fiscales que piden penas de prisión para quien ha plantado diez plantas en su jardín.

 

No hay que defender que el uso de cannabis esté libre de riesgos. Esta línea de argumentación es fácilmente atacable. De lo que se trata es de exponer que no hay actividad humana libre de riesgos y mostrar cómo los asociados al cannabis son muy inferiores a cualquiera de los que la sociedad asume normalmente como perfectamente aceptables. En particular, los riesgos asociados al cannabis son muy inferiores a los del alcohol o el tabaco.

Una observación respecto a la comparación con el alcohol y el tabaco. Aun cuando el contrario asuma que estas dos drogas legales son objetivamente más peligrosas que el cannabis, un argumento usado a menudo es: "Ya vemos los problemas que nos dan estas drogas legales, sólo faltaría legalizar más." Ante esto, hay que recordar que los intentos de minimizar los daños asociados al alcohol mediante la prohibición desencadenaron, cuando la Ley Seca, mayores daños que los que pretendían evitar: corrupción, intoxicaciones por adulterantes y crimen organizado.

 
Este punto es esencial para defender la legalización del cannabis. Podemos especular sin límite sobre los efectos sociales que tendría una supuesta legalización que permitiera comprar y consumir marihuana a cualquier adulto, pero en este caso la especulación es baladí, pues el ejemplo holandés nos muestra, tras veinte años de práctica, los efectos reales de dicha legalización.

En Holanda la venta de cannabis está legalizada ‘de facto’ desde hace veinte años. Pues bien: ni los índices de consumo se han disparado (siendo, de hecho, inferiores a los de países como Francia o EE.UU. donde las políticas son muy represivas al respecto), ni se ha producido ningún problema para la salud pública o la sociedad, como el propio gobierno holandés ha reconocido recientemente. Además, al separar los mercados de drogas blandas y drogas duras, han conseguido un descenso del numero de usuarios de estas últimas. España, por ejemplo, triplica el numero de heroinómanos de Holanda, y, en general, las cifras de consumo allí son inferiores a la media europea. Por otra parte, los usuarios pueden disponer de un producto de mayor calidad y sin adulterantes.

Ante estos datos objetivos, los prohibicionistas arguyen que el experimento holandés ha dado muchos problemas y ya están dando marcha atrás. Esto es totalmente falso y recomiendo acudir al artículo que publiqué en el numero 4 de la revista Cáñamo, "Experimento Holanda" , comentando el informe del gobierno holandés sobre drogas. En resumen, Holanda esta satisfecha de su política y la consolida. Sus problemas principales radican en las presiones políticas que recibe de, principalmente, EE.UU., Alemania y Francia debido al mal ejemplo que Holanda es para las posturas más prohibicionistas.

 

En este sentido existen dos ejemplos interesantes:

El gobierno inglés elaboró un magno informe a finales del siglo pasado sobre el uso habitual de marihuana en la India. El resultado concluía, de manera inequívoco, que eso no provocaba ningún problema sanitario o social significante.

Diversos estudios antropológicos realizados en Jamaica, donde la inmensa mayoría de la población adulta fuma marihuana, muestran como este es utilizado para hacer más soportables y productivos los duros trabajos en el campo. Y allí se atribuye el síndrome amotivacional a quienes NO usan cannabis.

 

4. Es mejor evitar los argumentos complejos.
    A menos que se disponga de mucho tiempo para exponer nuestras ideas y rebatir las de los oponentes, no resulta práctico usar argumentaciones complicadas o que requieran de muchos conocimientos previos para ser entendidas. Así, explicar el funcionamiento de los neurotransmisores cerebrales, las características químicas del THC o el uso chamánico del cannabis para conseguir estados de trascendencia interior, sólo servirá para perder unos minutos valiosos que deberíamos usar para presentar o reforzar alguno de nuestros argumentos principales.

    Mención especial merecen los argumentos históricos, pues suponen un arma de doble filo. Sólo deben emplearse si se dominan bien. Resulta muy útil, si se tiene tiempo, mostrar cuáles eran los principios ideológicos de la prohibición, mostrando que tenían una base moral más que sanitaria (ver Breve historia de la prohibición de la marihuana). También se puede hacer ver que muchos de los problemas actuales no existían antes de la prohibición porque es ésta quien los ha generado. Por el contrario, muchos oyentes pueden pensar que hablar del pasado es absurdo y que las discusiones al respecto son puramente académicas. Se les puede recordar que, según una célebre frase, quien no aprende de la historia está condenado a repetirla.

     

5. Conozcamos las razones (o sinrazones) de los adversarios.
    Para vencer al enemigo hay que conocerlo. Hay que tener interiorizados sus argumentos, a fin de poder detectar las falacias bajo cualquiera de sus formas y tener preparadas las respuestas pertinentes.

    Una descripción detallada de los argumentos y contraargumentos ocuparía un espacio del que ahora no disponemos. Pero, sin pretender esa exhaustividad, el siguiente es una breve resumen que puede servir de recordatorio.

    El consumo de cannabis tiene asociados graves problemas de salud.

    Los grandes informes sobre el cannabis, la experiencia de millones de consumidores y el ejemplo holandés, desmienten eso. Los riesgos son menores y en ningún caso justifican los métodos represivos actuales.

    El cannabis propicia la escalada a drogas más fuertes.

    La experiencia holandesa desmiente este hecho. Por otra parte, lo que sí favorece la escalada es la desinformación, el tratamiento de todas las drogas por igual y la ilegalización, que crea un mercado negro único para muchas de las drogas prohibidas. (Ver La marihuana, ¿lleva a drogas más duras?)

    Síndrome amotivacional

    Ninguna base científica. Los estudios antropológicos lo desmienten y los ejemplos aducidos normalmente no demuestran ninguna relación de causa-efecto.

    Con las drogas legales ya es suficiente.

    La principal falacia de este argumento es que, como se ha visto, prohibir una droga no implica que desaparezca o que deje de usarse, sino que se generan problemas nuevos que antes no existían. Cuando se intentó prohibir el alcohol, durante la Ley Seca, también resultó peor el remedio que la enfermedad.

    No hay que evadirse de la realidad y para divertirse no hacen falta drogas.

    No es eso lo que se discute. En cualquier caso la decisión debe ser libre y personal, y sin que nada justifique que intervenga la policía.

    El consumo aumentaría inevitablemente.

    Falso. La experiencia holandesa lo desmiente. Además, la prohibición incrementa la atracción de los sectores más jóvenes.

    El cannabis provoca dependencia.

    No existe dependencia fisiológica por consumo de cannabis.

    Por lo que respecta a la potencial dependencia psicológica, hay que poner en cuestión el concepto en sí. ¿A qué nos referimos? Cualquier actividad que nos guste o resulte placentera generará un vinculo psicológico: sea el sexo, el fútbol o los culebrones, lo cierto es que cuando algo agrada se tiende a repetirlo. Pero la experiencia demuestra, y todos los grandes estudios lo avalan, que la inmensa mayoría de usuarios usan de la marihuana de manera no compulsiva, y, en muchísimos casos de forma discontinua y esporádica.

    Todos los estudios sitúan el potencial adictivo del cannabis muy por debajo del alcohol, el tabaco o incluso el café. (Ver Dos tablas comparativas de la adictividad de algunas drogas)

    Tenemos que proteger a los niños y a los jóvenes.

    No es una buena ayuda tergiversar los hechos con el fin de asustar, creando con ello una atracción artificial hacia lo prohibido. Tampoco es una buena ayuda dejar en manos del mercado negro los controles de adulteración y de pureza.

    Asimismo, en una situación de prohibición, son los más jóvenes quienes tienen más fácil acceso a lo prohibido, según muestran todas las encuestas. Además, en los ambientes juveniles es donde más dificilmente puede infiltrarse la policía y, por tanto, es un sector de la población muy seguro para los vendedores del mercado negro.

     
6. Seamos razonables: busquemos puntos de acuerdo con nuestro oponente.
    Es importante demostrar que se entiende la postura del contrario aunque discrepemos de ella radicalmente. No hay que aparecer como fanáticos o chiflados anclados a filosofías existenciales extrañas. Hay que hacer entender que desde la racionalidad, la objetividad y el conocimiento de los datos no viciado por los prejuicios, la conclusión es inevitable: el cannabis no ha de estar prohibido.

     

7. Ser conscientes de la fuerza moral y ética de nuestros argumentos.
    Ser razonables no quiere decir que tengamos que mostrarnos avergonzados o pidiendo tolerancia y comprensión. No estamos pidiendo limosna, sino defendiendo lo que es justo. Aunque desgraciadamente no sea un argumento muy en boga, se está defendiendo la libertad de elección del individuo contra la tutela del Papá-Estado que, queriéndonos hacer un bien nos crea más problemas que los que intenta evitar. En consecuencia, son los prohibicionistas quienes tienen que explicar bajo qué argumentos se atreven a atacar nuestra libertad individual.

    Además, al defender el fin de la prohibición, defendemos a las víctimas de la misma y arrebatamos el poder económico de las mafias y organizaciones criminales.

     

8. Cuidado con las estadísticas, cuidado con los estudios, cuidado con las investigaciones.
    Muchos debates acaban convirtiéndose en una cita constante de informes y contrainformes, de estadísticas y contraestadísticas. Para cualquier necedad, podremos encontrar cifras y estudios que la avalen, principalmente si no hay tiempo ni posibilidad de contrastarlos públicamente. Recordemos que, según una frase popular, mucha gente utiliza las estadísticas del mismo modo que los borrachos las farolas, no para iluminarse sino para sostenerse. Y recordemos también que todo lo anterior nos lo pueden aplicar a nuestras citas.

    Por lo tanto, hay que recordar que uno de los males de la prohibición es que impide conocer con cifras exactas la realidad, y que somos conscientes de ello. Y hay que recordar también que la mayoría de los estudios que dicen demostrar alguna maldad horrible inherente al cannabis han sido luego puestos en entredicho al ser contrastados en estudios independientes, pero que el mal, propagandísticamente hablando, ya estaba hecho.

     

9. No hay que defender el uso de drogas.
    No es útil para modificar las opiniones de la gente en este tema hablar de cuánto ayudan las drogas a la realización personal, del autoconocimiento que proporcionan o de lo bien que van para salir de marcha. Sin renunciar a que la gente entienda que el uso de drogas, y sobre todo de cannabis, no se debe a una voluntad de huida o autodestrucción, es suficiente de entrada con mostrar que los remedios que el prohibicionismo propugna son peores que la enfermedad que dice remediar.

    Ahora bien, para hacer ver lo absurdo del uso de la policía en este tema sí que puede resultar útil ilustrar las situaciones en que alguien usa marihuana: para charlar con los amigos, para oír música, para relajar tensiones, para dormir más fácilmente o, incluso, como medicina contra el dolor, las náuseas o el glaucoma.

     

10. Que demuestren sus argumentaciones: dejemos al descubierto los mitos. Algunos prohibicionistas tienen tendencia, en los debates, a mentir y a tergiversar los datos. Tanto si esta actitud es debida a la ignorancia como o a la mala fe, no debemos dejar que queden en el aire sin contestación. Y hemos de tener presente que quien debe aportar pruebas es quien afirma algo. Así, por ejemplo, cuando alguien exponga como un hecho incontrovertible que el uso de marihuana genera violencia en quien la usa, debemos preguntar:

"¿Cómo puede afirmar algo que ha sido sistemáticamente desmentido por todos los grandes estudios sobre la cuestión, que la experiencia diaria de millones de consumidores desmiente y que el ejemplo holandés, donde la marihuana se vende libremente desde hace 20 años muestra que es falso? ¿Puede citar el informe o el estudio en que se basa para realizar dicha afirmación?"

Si, como es muy probable, nuestro interlocutor es incapaz de citar, de manera concreta, un estudio que haga referencia a su afirmación, nosotros debemos dejar constancia que el contrario está dando por sentadas cosas de las que no dispone pruebas y que la experiencia de millones de usuarios en todo el mundo niega. Y, recordemos siempre, la obligación de aportar pruebas recae en quien afirma.

 


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