La ciudad de los filamentos: Stefano Boeri en Holanda

Antonio Paiva, 1999

El debate sobre el urbanismo y el destino de la ciudad es un tema constante en Holanda. Rotterdam, ciudad arrasada en la guerra, es y ha sido escenario de las experiencias urbanas más disimiles, a tono con una contemporaneidad característica de esta ciudad portuaria.

Architecture International Rotterdam (AIR) es un ejercicio-debate organizado cada dos o tres años para discutir y presentar los problemas de la ciudad. AIR aspira a dejar documentos y reflexiones útiles para la construcción de la ciudad.

Recientemente clausuró la exposición de los resultados de la última manifestación de AIR a la fecha: ‘El futuro de Hoeksche Waard, Nuevas relaciones entre campo y ciudad’, proyecto donde participaron artistas, fotógrafos, antropólogos, diseñadores, arquitectos y urbanistas. El Hoecksche Waard es una isla en el delta del Maas, que mantiene su uso agrícola, más la cercanía a Rotterdam y las tendencias de desarrollo urbano en Holanda y Europa, la ubican como territorio futuro de la conurbación de Rotterdam. Este predecible destino es lo que alienta a los organizadores de AIR a proponer al Hoeksche Waard como tema de trabajo y reflexión.

El italiano Stefano Boeri lidera uno de los ocho equipos que proponen estrategias, formas y modelos para la ocupación y desarrollo urbano de este pedazo del delta. Su propuesta ‘Ciudad Filamento’, busca conciliar los imaginarios rurales y urbanos, el sueño citadino de lo bucólico, dentro de las ventajas de la congestión y convergencia urbana.

Es interesante observar las propuestas de Boeri teniendo como soporte su contribución al número especial de ‘Archis’ sobre Italia. Allí Boeri analiza el panorama de la teoría y crítica en su país y aventura un camino para incorporar esos espacios contradictorios de la ciudad y el territorio como objetos de estudio.

Para AIR, Boeri ve al Hoekshe Waard en perspectiva europea, no como un evento aislado sino como un episodio más en una Europa que transforma su paisaje rural y natural, en un paisaje habitable. Propone su ciudad de filamentos, construyendo solamente sobre los once diques más importantes de la isla, con una mezcla de usos donde la vivienda siempre es constante, pero que por cada dique acepta variantes que incluyen agricultura bajo invernaderos, comercios, oficinas-casa, agricultura experimental, o centros de actividades recreativas como paseos o observación de aves.

Más estos filamentos y sus usos son solo gérmenes de lo que pueda suceder. Nada esta establecido de antemano. Los cambios que puedan ocurrir, son elementos esperados e importantes de la propuesta. Igualmente, los posibles obstáculos (molinos, torres de alta tensión, pueblos, canales) son aceptados e incorporados al modelo. La condición más importante o real para la propuesta es la condición de incertidumbre: ‘ninguno de los actores o sus recursos (gobierno, propietarios, empresas, comunidades, infraestructuras) es capaz de emerger dominante sobre los demás’.

Cada filamento incluye por lo menos dique, vivienda y uso público. Dentro de estos parámetros Boeri considera que es más fácil consolidar en el tiempo tipos de vivienda reconocibles y trascendentes, más allá de la serialización cotidiana de las viviendas holandesas. La construcción sobre los diques puede comenzar desde la casa y parcela individual, hasta el desarrollo amplio que un promotor puede acometer. Con este planteamiento, más la insistencia en la mezcla de usos, se busca una alternativa a la construcción masiva típica del modelo holandés.

Sorprende que la incertidumbre sea fundamental en una propuesta cuyo campo de acción es Holanda. Más los argumentos de Stefano Boeri son seductores y aportan alternativas atractivas. Combinando estrategias de ocupación marginal, o la de un diseño por etapas en el que éstas son independientes (la vieja historia de la segunda etapa nunca realizada), Boeri incorpora en Holanda lo que ya ha visto en Italia: sí el desarrollo de la ciudad se escapa de las manos o de los modelos de las mesas de dibujo, hay que entender o incorporar lo más posible de los mecanismo que hacen ese ‘escape’ posible.

Stefano Boeri no solo invita con su panorama ‘la ciudad difusa’ a actitudes prácticas y de contacto con los fenómenos urbanos cotidianos y heterogéneos; también viene y practica su prédica con ‘Ciudad Filamento’, ensuciándose las manos en el delta holandés.


La Ciudad Difusa

1.- Hace treinta años, con el éxito internacional de tres libros: "L’architettura della Città" de Aldo Rossi, "Il territorio dell’architettura" de Vittorio Gregotti e "Il significato delle città" de Carlo Aymonino, los cuales le dieron expresión formal a la revisión de la ciudad moderna iniciada por Ludovico Quaroni, Giuseppe Samonà y Ernesto Rogers, los arquitectos italianos alcanzaron la excelencia en la producción de textos sobre el tema. Se podría decir que el lenguaje de la arquitectura italiana, en parte gracias a la contundencia de sus innumerables revistas, se convirtió en el código básico de la cultura internacional de diseño en los años setenta y ochenta. Emergiendo del pensamiento estructuralista y de una fenomenología acertada de la ciudad histórica Europea, los vocabularios y conceptos presentados en estos tres libros han sido usado por lo menos por dos generaciones de arquitectos, críticos, planificadores urbanos y administradores.

2.- Manfredo Tafuri, quizás el historiador mas importante del siglo veinte en cuanto a las ideas urbanas, dio legitimidad al predominio de este vocabulario a través de un ejercicio implacable de transposición. En su "Storia dell’architettura italiana", Tafuri se las arregla para ignorar el destino de los edificios construidos según los proyectos (considerados ‘ejemplares’ por sus autores) de Gregotti, Rossi y Aymonino. Más bien nos cuenta la historia épica del complejo Monte Amiate en el barrio Gallaterese de Milán, olvidando describir el vertedero social en el cual se convirtió. Tafuri admira las formas eternas del nuevo cementerio de Modena, ignorando mencionar la paradójica erosión de sus fachadas de estuco. El ofrece una interpretación de la ocupación por la fuerza de los terrenos para el proyecto de la nueva Universidad de Calabria en el valle del río Crati, pero no hace referencia a hecho que nunca fue concluido. Mientras sus exploraciones virtuales eran celebradas en el mundo, Rossi, Gregotti y Aymonino supieron aprovechar la oportunidad, en algunos casos distanciándose cínicamente de las ideas utópicas de su juventud, y se lanzaron por caminos más bien prosaicos. Pero los edificios que proyectaron para Perugia, Pesaro y San Marino no tienen quien los admire. Habiendo seguido a sus maestros hasta las cimas, muchos discípulos se consiguieron varados allí, viendo con consternación los edificios ordinarios proyectados por aquellos mismos maestros, quienes sencillamente olvidaron decirles que habían cambiado de pensamiento.

3.- Mientras, la ciudad estudiada en esos tres libros—ya de por si virtual en la ausencia de cualquier verificación seria— había dejado de existir.

Durante los últimos veinte años una multitud de vibraciones en el tejido edilicio, consecuencia de las decisiones individualistas hechas por las familias, pequeñas empresas y clanes; han atravesado las periferias e intersticios de las ciudades italianas, ocupando lo rural, fusionando centros que alguna vez fueron lejanos y extendiéndose a través de costas y valles. Ciudades que carecen de bordes, que aparecen hoy como nebulosas, punteados con grupos de edificios aislados o amontonados incongruentemente. La nueva dimensión urbana que se ha posado sobre la ciudad moderna examinada en los libros de Rossi, Gregotti y Aymonino, aun sin cancelarla, refleja una sociedad donde la cantidad de personas y fuerzas capaces de modificar el espacio ha crecido enormemente. Esto a su vez ha alterado radicalmente la relación entre los principios de diferencia y variación que habían sido codificados en los textos de morfología urbana de hace treinta años. Actualmente el principio de diferencia no funciona entre las partes ‘gran ciudad’ y ‘ciudad homogénea’ (la ciudad decimonónica y la renacentista, los espacios públicos de la periferia y las grandes zonas industriales), sino entre moléculas individuales de organismos urbanos que se han expandido colosalmente: entre la casa suburbana y el centro comercial adyacente, entre el ‘terrain vague’ y el bloque de apartamentos, entre el autolavado y el galpón industrial con vivienda anexa, entre el distribuidor vial y la pequeña granja. En la misma medida, el principio de variación deja de ser operativo dentro de secciones urbanas (por el declive de los componentes individuales de la manzana urbana o del tejido lineal) para serlo más bien a saltos y en soluciones extemporáneas dentro de las pocas categorías de ‘elementos urbanos’ que hacen la ciudad actual. La variación se reduce a innumerables adaptaciones que pueden asumir (en territorios diferentes) la vivienda unifamiliar, el bloque de apartamentos, o el contenedor de usos de entretenimiento o comerciales. Un exceso de versiones que no produce invenciones tipológicas y que aparenta reflejar las necesidades de sobre-representación del individuo, quien vive en una sociedad hecha por una plétora de minorías, poco dispuesto a aceptar proyectos unitarios y agregados. Una sociedad que ha construido democráticamente un territorio que se asemeja a si misma y al cual los términos del discurso estructuralismo—con su énfasis en Monumentos, Partes Homogéneas y Tejidos—no es capaz de describir y mucho menos gobernar.

4.-Divididos en las revueltas de un paradigma exhausto, incapaz de visualizar el territorio en el cual debería estar operativa, la arquitectura italiana actual es un campo de conocimiento de poca utilidad social: habiendo perdido contacto con los procesos de construcción del territorio y nunca consultada (aún en situaciones de emergencia territorial) por los políticos, palidece en comparación con la investigación llevada a cabo en los países vecinos, muchas veces más pobres y pequeños que Italia. Aun así, el territorio Italiano es un campo de estudio y experimentación extraordinario: un palimpsesto de ambientes heterogéneos, donde la nueva condición urbana opera como una matriz muy poderosa, encontrando menos obstáculos que en otros lugares, a pesar de innumerables estructuras preexistentes con las cuales ha de lidiar. Es un paisaje a merced de fuerzas excéntricas e incontrolables que han destruido buena parte del mismo, pero también un paisaje que es la cuna de las experiencias de vida urbana que ofrecen una mirada al futuro. Paralelo a la invasión caótica de residencias unifamiliares, el imperialismo geográfico de las grandes firmas comerciales y la estandarización de las ciudades históricas para satisfacer las necesidades del turismo; podemos encontrar formas muy avanzadas de cohabitación étnica en algunos centros históricos. En la ciudad difusa encontramos modos de vida que han sido liberados de la especialización funcional y descubrimos panoramas de belleza inconsciente en los puntos aleatorios de contacto entre lugares históricos e infraestructuras. Es un modelo de ciudad original, diferente a aquel de los Estados Unidos de América como también de aquellos existentes en el norte de Europa. Un modelo que a veces luce decepcionante, a veces fértil, pero siempre con una heterogeneidad increíble. Los temas para una nueva arquitectura Italiana ya están allí: la capacidad para intervenir en los mecanismos de variación individual, el cuidado de los espacios comunitarios nuevos y temporales, los intentos de usar el poder económico de ciertos procesos urbanos para producir un valor agregado simbólico que los redima de su egotismo. Pero también es necesario la aparición de un nuevo paradigma para la interpretación de esta ciudad emergente, un paradigma que pueda reemplazar aquellos que hemos heredado de los años sesenta. Esta vez usando las oportunidades profesionales para verificar o falsificar los conceptos espaciales y los criterios operantes que se han derivado del estudio del paisaje contemporáneo. Así podremos reanudar la jornada de iniciación hacia el territorio de la arquitectura que fue abandonado por Rossi, Gregotti y Aymonino. Para bien o para mal, de allí venimos.

Stefano Boeri (aparecido en Archis No. 7, 1999)

Traducción: A. Paiva


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