La vida holandesa
i: casa Schröder

las peregrinaciones de los arquitectos a lo largo del mundo los llevan a lugares insólitos. Muchas veces las ciudades, la gente o quizas pequeños inconvenientes, demoran esa carrera por coleccionar postales y 'estar alli': en la casa Robie, en la Tourette, Barcelona 1929 y claro, en la casa Rietveld-Schröder en Utrecht.

Pues aqui hablaremos de los inconvenientes, de la gente y de las impresiones que la vida holandesa dejan en ese ya olvidado peregrino de la arquitectura. Las cosas cambian, y ahora más que visitar monumentos y aparecer en la postal, nos detenemos para saborear la humedad del aire, el color de las ciudades y otras muchas cosas cotidianas. Allí en Utrecht se asoma con toda su incongruencia esa casa maravillosa de finales de los veinte. Adosada asi radicalmente contra las casas en hileras, típicas y oscuras. Sí en algun otro sitio existe la oportunidad de 'aislar' la obra maestra de su contexto, aqui es imposible. La casa de la señora Truus no puede despegarse de esas viviendas en hileras, ni de la autopista que le pasa en frente, ni de su frío jardín. Es entonces cuando la visita se transforma en una reflexión. De nada vale ver el video o caminar descalzos por las habitaciones mutables. Esta uno pensando en que lugar, cual sociedad tolera estas exageraciones, cuales personas las viven. Porque aunque hoy esta casa es un museo, las trazas de sus habitantes estan frescas. Y es en eso que es extraordinaria, en su completa cotidaneidad.

Resulta una ventaja vivir en Holanda. Entiende uno que la señora Schröeder y sus hijos vivieron allí, tal como vivirian hoy. En la observancia de sus valores calvinistas quizas. Cena a las seis, lectura a las ocho y con el piano, sin el televisor. Todas las demandas de la propietaria, como agua caliente o la posibilidad de calentar alimentos en cada cuarto, reflejan que nuestra querida Truus, sabia de sus necesidades domésticas. Esa era su casa. Es la pertenencia, ese respeto a la propiedad individual, lo que se refleja alli en esa esquina extraña de Utrecht. Respeto de los vecinos, que entendieron que ninguna excentricidad familiar acompañaba a esa casa de vanguardia. Respeto al uso, tanto que Rietveld tuvo su atelier alli en la planta baja, o en alguna epoca de los años cincuenta la planta baja estuvo sub-arrendada. La casa Rietveld-Schröeder no es un museo impoluto, esta gastada y usada, a pesar de la restauración.

La vida holandesa no tiene espacio, literalmente, para joyas que no se usan. Detras de un compromiso con el trabajo y el ahorro, hay una vida de disfrute y opulencia, a cualquier nivel, que sustenta la alta valoración de las cosas y las experiencias.

Como epílogo, cabe decir que la sensación doméstica-holandesa de aquel dia se completó con la cena imprevista en casa de la familia Brussard en Woerden. Facilmente pudo haber sido la misma familia Schröeder, quizas más humilde, y seguramente hubiese terminado secando los trastos en la cocina, con la familia, en agradable conversación.

Antonio Paiva - Rotterdam
Marzo 1997


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