IGNACIO IGLESIAS: NOTAS AUTOBIOGRÁFICAS


Nací en 1912, en el corazón de la cuenca minera asturiana. Mi padre, Marcelino Iglesias, fue minero picador, y mi madre, Orosia Suárez, tenía un pequeño taller de costura. Mi tío Nemesio Suárez fue uno de los fundadores de la Federación Socialista Asturiana, en 1901, y su nombre figura en el libro de Andrés Saborit Asturias y sus hombres (Toulouse, 1964). Otro de mis tíos, hermanastro de mi padre, Benjamín Escobar, fue asimismo fundador del Partido Comunista en Asturias, en 1920. y también es mencionado en el citado libro de Saborit. Mi padre, que militaba desde muy joven en las Juventudes Socialistas, abandonó éstas en el momento de la escisión entre los que quisieron ser fieles a la II Internacional y los partidarios de la III Internacional creada por los bolcheviques rusos, pero no se adhirió al naciente PC. A partir de entonces se dedicó exclusivamente a tareas sindicales y participó en la creación del Sindicato Único de Mineros, del que fue uno de sus dirigentes. Tanto mi padre como su hermanastro Escobar sufrieron persecuciones y encarcelamientos durante la dictadura militar del general Primo de Rivera.

El hecho de trabajar mis padres y ser hijo único propició el que pusieran el máximo interés en mi educación. Hice mis estudios de bachillerato, como alumno libre, en el Instituto Jovellanos de Gijón, y luego, en la misma ciudad, en la Escuela Industrial, los de Perito Mecánico y Técnico Industrial, con el propósito de acabar siendo ingeniero, propósito frustrado a consecuencia de la revolución de octubre de 1934.

Comencé a militar muy joven y a finales de 1930 fundé con un amigo de entonces la Juventud Comunista en Sama de Langreo, centro de la cuenca minera del Nalón; a las pocas semanas, por orden de la dirección del PC de Asturias, fui expulsado acusado de trotskista. Establecí correspondencia epistolar con Juan Andrade y Andrés Nin e ingresé en la Oposición, convertida más tarde en Izquierda Comunista. Organice en mi pueblo un pequeño grupo y colaboré en la revista Comunismo, órgano teórico de los trotskistas españoles.

En el Archivo Histórico de Salamanca se encuentra la carta que firmé solicitando el ingreso de nuestra organización en Asturias en la Alianza Obrera, que luego dirigió el movimiento insurreccional de octubre de 1934. Durante el mismo fui miembro del Comité local y tras su fracaso logré escapar y llegar a Madrid. Allí estuve un par de meses, transladándome luego a Barcelona a petición de Nin. Colaboré cotidianamente con él durante poco más de un año, pues en abril de 1936 regresé a Asturias. Mi contacto con Nin me fue muy enriquecedor, pues reforzó en grado sumo mi formación política e intelectual.

Participé activamente en la formación del POUM y en la hora actual soy el único superviviente de la reunión fundacional, celebrada el 29 de septiembre de 1935 en el domicilio del recientemente fallecido Francisco de Cabo. Asistieron, por el Bloque, Maurín, Bonet, Arquer, Rovira y Coll, y por la Izquierda Comunista Nin, Molins y yo. El Comité Ejecutivo del POUM quedó integrado por todos los mencionados, salvo yo, designado para dirigir las Juventudes junto con Germinal Vidal, Pedrola, Solano y Gelada, todos ellos del Bloque. A causa de mi regreso a Asturias, meses después, puede decirse que prácticamente no participe en sus tareas.

El 18 de julio de 1936 formé parte de una columna, en su mayoría mineros, que se proponía llegar a Madrid e impedir allí la sublevación militar. Ocupamos León el 19 a la madrugada y en la noche del mismo día, ya en Benavente, provincia de Zamora, enterados de que en León y Oviedo se había sublevado el Ejército, decidimos regresar a Asturias en autocares, eligiendo carreteras secundarias y pasando el Puerto de Leitariegos, a más de 1.500 metros de altura, hasta llegar al frente de las afueras de Oviedo, ya en manos de los sublevados, el 21 de julio. Allí estuve varios días, hasta que, reclamado por el Comité de Sama de Langreo, volví para ocupar el mismo puesto que en octubre de 1934.

Enfrentado una vez más a los stalinistas, decidí irme a Bilbao, para estar al lado del camarada José Luis Arenillas, médico de profesión, el cual desempeñaba la función de Inspector general de Sanidad del Ejército del Norte. En realidad, lo que me proponía era dar el salto a Francia, para seguir luego hasta Barcelona y ponerme allí a las órdenes de mi organización. Gracias a la ayuda del presidente del Gobierno de Cantabria, el socialista Juanito Olazábal, pude embarcar en un barco de pesca que zarpó del puerto de Santander a primeros de enero de 1937, pero la presencia de un buque de guerra franquista malogró el intento de llegar a Francia, pudiendo al fin atracar en Castro Urdiales; unos días después logre embarcar en un yate muy veloz, que salió de Bilbao y de noche, casi pegado a la costa, logrando alcanzar el puerto francés de Bayona. En tren viajé hasta Barcelona, a donde llegué a mediados del mes de enero de 1937.

Por decisión del Ejecutivo me incorporé inmediatamente a la redacción de nuestro diario, La Batalla, como redactor político; escribí la mayor parte de los editoriales y varios artículos y comentarios. Suspendido el periódico como consecuencia de los hechos de mayo, Nin me envió a Lérida en compañía del amigo Víctor Alba, redactor también de La Batalla, para intentar editarla allí. En Lérida recibimos la noticia de la detención de Nin y el inicio de la represión comunista contra los poumistas. Regresamos a Barcelona, ya arrojados a la clandestinidad. Puesto en relación con Arquer, que aún estaba en libertad, me ocupé con él de editar La Batalla clandestina. Conté entonces con una documentación falsa que me facilitó, en nombre del Consejo de Asturias, replegado a Barcelona, el diputado socialista Amador Fernández, asturiano y conocido de mi padre.

En el verano de 1938, con las sucesivas direcciones del POUM encarceladas y ya sin posibilidad de acción política alguna, busqué refugio en una unidad militar anarquista. Previamente me entrevisté con varios miembros de la sección Defensa del Comité Nacional de la CNT, instalado en un edificio de la Vía Layetana, en Barcelona, a los que expuse quién era y lo que deseaba. Me acogieron muy bien y me dieron una carta para Antonio Ortiz, militante anarquista que mandaba la 24 División y estaba instalado en Seo de Urgel. Éste también me acogió con gran simpatía y me envió a la 119 Brigada Mixta, cuyo 569 Batallón estaba al mando de un cenetista asturiano. Éste resultó ser un joven minero de mi pueblo, que conocía mucho a mi padre. A su lado estaba, pues, tranquilo y libre de los stalinistas. Meses después pasó a mandar la brigada y aprovechó esta circunstancia para inscribirme en la Escuela de Guerra de Barcelona, aduciéndome que lo había hecho sin decirme nada para evitarme ir a la batalla del Ebro, para donde tenía que marchar mi unidad. Ingresé en la Escuela de Guerra con el nombre de Ignacio Andrés I. Suárez, para evitar ser reconocido por algún comunista. Con los demás alumnos y profesores efectué la evacuación a Francia, acabando en el campo de concentración de Argelès Sur Mer, cerca de la frontera franco-española.

Merced a la ayuda de unos militantes del PSOP, partido socialista de izquierda dirigido por Marceau Pivert, muy próximo al POUM, logré huir del campo y ocultarme en Perpiñán, de donde me dirigí hacia el este de Francia, pasando unos cuantos días en Besanzón acogido por un matrimonio del PSOP, hasta ingresar luego en un albergue para refugiados españoles establecido en Pontarlier, cerca de la frontera suiza. Allí conocí a la que siete años después sería mi esposa. Y también a un comunista que había sido chófer en el consulado soviético de Barcelona, el cual me denunció de no sé qué actividades, por lo cual fui encerrado en un castillo próximo y luego conducido de nuevo al campo de Argelès. En enero de 1940 pude salir del campo para ir a trabajar a Dijon, donde los camaradas del PSOP me habían obtenido un contrato de trabajo. Allí me encontré con el compañero Alberto Aranda, fallecido hace unos meses en Madrid. Trabaje unos meses en un taller mecánico, hasta que el avance de las tropas alemanas hizo que tuviera que irme. En junio llegué a Toulouse, donde me junté a Wilebaldo Solano y otros camaradas del POUM.

Solano y yo nos fuimos a Montauban, no lejos de Toulouse. Para abreviar diré que los dos fuimos detenidos, junto con algunos más del POUM. Los días 17 y 18 de noviembre de 1941, una quincena de poumistas -Andrade, Solano, Rodes, etc.- comparecimos ante la sección especial del Tribunal militar, acusados, ¡colmo de la ironía!, de "actividades comunistas". Las condenas variaron de los cinco años de cárcel que sufrió Andrade a los veinte años de trabajos forzados recibidos por Solano. Las sentencias fueron publicadas por el diario La Dépêche, de Toulouse, el 27 de noviembre: yo figuraba con una condena de "12 años de trabajos forzados, degradación cívica y diez años de prohibición de residencia en Francia". Los condenados a trabajos forzados, seis en total, fuimos trasladados al presidio de Eysses el 15 de octubre de 1943.

El 30 de mayo de 1944, las tropas alemanas nos llevaron -salvo a Solano, que se encontraba en la enfermería- al campo de concentración de Dachau, Baviera, cerca de Munich. El 6 de julio fui destinado al comando de Allach, un pequeño campo de trabajo -unos 8.000 deportados- situado entre Dachau y Munich. El 30 de abril de 1945 nos liberó una unidad del ejército norteamericano, integrada en su mayor parte por chicanos mejicanos, al mando de oficial californiano, profesor, que hablaba un perfecto castellano. Permanecí en cuarentena hasta el 25 de mayo, fecha en que fui repatriado a Francia, para llegar una vez más a Toulouse en los primeros días de junio. He de señalar, como hecho curioso, que durante mi encarcelamiento en Montauban, antes de ser conducido a Alemania, fui amnistiado por el gobierno del general De Gaulle, merced a una ordenanza del 1 de julio de 1943 fechada en Argel.

Tras unas semanas de descanso para recomponer el estado físico -casi cinco años de prisión y de deportación, amén del tiempo pasado en los campos franceses- me trasladé a Burdeos, donde había un buen grupo del POUM. Solano había reanudado la publicación de La Batalla en Burdeos, hacia el mes de junio de 1945. No recuerdo si cuando llegué Solano continuaba allí o ya se había ido a París, donde se encontraban algunos compañeros: Andrade, Bonet, Rodes, etc. En todo caso pronto me fui también a la capital francesa, donde se estableció la dirección del POUM. El Comité Ejecutivo en el exilio quedó constituido por Bonet, Solano, Rodes, Roc y yo mismo, si la memoria no me es infiel. La Batalla veía la luz cada quincena y además se editaban boletines y hojas de información. El partido quedó reorganizado a base de los centenares de antiguos militantes, repartidos por toda la geografía francesa. Y se establecieron relaciones continuas con los camaradas quedados en España o salidos ya de la cárcel, en particular con los de Cataluña, que se habían organizado clandestinamente. Sin embargo, pronto sufrimos un primer contratiempo: unas docenas de compañeros, dirigidos por los antiguos dirigentes del POUM Arquer y Rovira, nos abandonaron para crear un nuevo partido, el Moviment Socialista de Catalunya.

Colaboré muy asiduamente en La Batalla, con mi nombre o empleando los seudónimos de Andrés Suárez, Luis Soto, Ramón Puig, etc. También fui su director durante unos meses. Al mismo tiempo me ganaba la vida trabajando en un organismo norteamericano de ayuda a los refugiados, cuya sección española dirigía nuestro camarada Rodes, de Lérida. Cesé en ese trabajo de secretario-intérprete el 31 de marzo de 1952, a causa de una reducción de personal. Trabajé luego, durante unos meses y con carácter provisional, en la administración de un diario parisino, Franc-Tireur, en donde ya trabajaba otro buen amigo y camarada, Josep Rebull. Asimismo hice unas traducciones para la Editorial Poseidón, de Buenos Aires, que me había procurado mi viejo amigo Francisco de Cabo, que residía entonces en la capital argentina. Por último, en enero de 1953, gracias igualmente a otro compañero y amigo, Víctor Alba, entré en la Asociation Internationale pour la Liberté de la Culture, para ocuparme de la secretaría de redacción de Cuadernos, revista en lengua española destinada sobre todo a los países iberoamericanos; la sucedió Mundo Nuevo, que existió hasta abril de 1971. Me ocupé, por último, de la revista de ciencias sociales Aportes, hasta octubre de 1972, fecha en que me jubilé.

Creo que mi último artículo publicado en La Batalla lleva la fecha del 12 de junio de 1953, que debe corresponder, poco más o menos, a mi apartamiento del POUM. Ya hacía algún tiempo que habían surgido mis discrepancias. La principal correspondía a la llamada entonces cuestión rusa, mejor dicho a la caracterización del régimen soviético. Al contrario de lo que pensaban los trotskistas y otros más o menos próximos a sus puntos de vista, hacía años que yo consideraba que la URSS se había convertido en capitalismo de estado y la burocracia en una nueva clase social dominante, explotadora y poseedora. Expuse estos puntos de vista con el seudónimo de Andrés Suárez, en artículo titulado "Las nuevas tendencias de la economía política rusa", que salió en La Batalla el 1 de febrero de 1947. Abundé en los mismos argumentos en una serie de cuatro artículos, publicados de agosto a diciembre de 1951, también en La Batalla, con el título general de "Burocracia y capitalismo de Estado". Y, finalmente, el 15 de agosto de 1952, apareció en boletín interno mi proyecto de tesis "La URSS. De la revolución socialista al capitalismo de Estado", que firma conmigo el compañero Josep Rebull. Desde luego, hace cincuenta años mis puntos de vista respecto a la Unión Soviética resultaban muy minoritarios, incluso en el POUM. Abandoné, pues, el partido silenciosamente, sin tratar de formar grupo alguno y menos aún buscar refugio en otra organización, actitud que he mantenido hasta el día de hoy. Mas desde entonces no he dejado de mantener relaciones amistosas con todos y cada uno de mis antiguos camaradas. El POUM representó muchísimo para mí y a ese recuerdo me atengo.

Durante los años que van desde mi regreso del campo de concentración nazi, a mediados de 1945, hasta mi jubilación en octubre de 1972, sobre todo, he escrito y publicado mucho, primero en La Batalla y luego en distintas revistas hispanoamericanas, en éstas de temas literarios por lo general, así como en Ibérica y España Libre, publicaciones antifranquistas editadas en Nueva York. También colaboré en algunas revistas españolas, como Revista de Occidente, Cambio 16, Historia y Vida e Indice. Publiqué igualmente Trotsky et la Révolution Espagnole, . Editions du Monde, Laussane, 1974, con traducción española de la Editorial ZERO, Bilbao, 1976; con el seudónimo de Andrés Suárez, El proceso contra el POUM. Un episodio de la revolución española, Ediciones Ruedo Ibérico, París, 1974; La fase final de la guerra civil, Editorial Planeta, Barcelona, 1977; y León Trotsky y España (1930-1939), Ediciones Júcar, Gijón, 1977.

Terminaré diciendo que me casé en 1946 con una española que había conocido en Francia, en 1939; que tengo dos hijos -él ingeniero electrónico y ella con unas licencias en La Sorbonne- y tres nietos. Y que hago de benévolo patriarca en una familia muy unida.

Cachan, Francia, 24 de diciembre de 1997
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