EL DEBATE EN CCOO Ha llegado el momento de plantearnos una salida real al trabajo sindical y especialmente en CCOO. Para ello debemos partir de la realidad, intentando huir de opiniones preconcebidas o traspasar situaciones correctas que fueron correctas en un momento que ya ha pasado. El primer punto de reflexión es que la actual dirección del sindicato se ha hecho con el control casi absoluto del aparato . El segundo aspecto, aún más importante, es que esa dirección y sus posiciones son el cien por cien de la política del sindicato, sin que posiciones divergentes consigan algo más que un papel testimonial. El sindicato sirve, fundamentalmente para: 1. - Organizar a los trabajadores. 2. - Luchar por la mejora de sus condiciones 3. - Elevar su conciencia de clase y colaborar en el cambio social Parece evidente que CCOO no esta sirviendo para ninguna de las tres. Y habrá que investigar si puede servir a partir de ahora o tal hipótesis es inviable. En primer lugar, desde sus propias fuentes, hay que reconocer que los trabajadores no se organizan en el sindicato (ni en ningún sitio, por ahora). El nivel de afiliación no solo no crece sino que disminuye, con mayor o menor intensidad según los sectores. En segundo lugar, la dirección ha hecho suyo el discurso de la patronal o de la socialdemocracia, aceptando el orden existente, sin pretender cambiarlo, ni siquiera como pura especulación teórica. Además, esta dirección está colaborando por activa o por pasiva, a través de su legitimación como "pactos y acuerdos" en el ataque a las condiciones de vida y de trabajo del pueblo, tanto por parte del gobierno como de la patronal. El apoyo de la dirección de CCOO a la rebaja de las pensiones, al despido barato, etc.; su renuncia a luchar contra el medicamentazo o por el fracaso en el empleo, puede estar motivado por su incapacidad, por su falta de firmeza y claridad ideológica, por su desmoralización o por irregularidades que les hacen permeables al chantaje. Da igual. El resultado es un sindicato rehén de la derecha y que colabora en el desmantelamiento de las conquistas sociales. Esta penosa realidad se combina con la presencia en su seno de miles de personas que están en desacuerdo con la dirección, personas que creen en el cambio social y pelean por él. Pero también hay que reconocer que la capacidad de estos honestos luchadores para influir en la marcha y las decisiones del sindicato es prácticamente nula. Pero ahora se trata de saber cual es la salida válida: ¿Se puede cambiar el sindicato? ¿Puede conquistarse su dirección y enderezar su rumbo?. Para responder a estas preguntas cruciales debemos analizar los hechos y no los sentimientos que inspiran las siglas o la historia. Desde este punto de vista, si descartamos la liquidación "física" de los actuales dirigentes, el primer elemento es analizar los procedimientos democráticos que posee el sindicato ya que si no los tiene o no funcionan no será posible una conquista de la dirección aunque se logre conquistar la mayoría. Parece innegable que el aparato está prácticamente en manos de personajes plenamente integrados en el sistema, a los que su interés personal, su confort, les impulsa a la inactividad. Personajes que hacen realidad el comportamiento tópico del funcionario de tebeo. Esto no es un intento de insultarlos sino de analizar la base de sus intereses, que se resumen en trabajar poco en un puesto que sea lo más cómodo posible. Desde luego, es mucho más ingrato pretender hacer la revolución que someterse al sistema; es más difícil resistir que someterse. En consecuencia, una gran parte de ese aparato, y desde luego su dirección, se alinea con el ala derecha de la socialdemocracia, empeñados en vivir lo mejor posible y teniendo como interés supremo perpetuar esa situación. Son personajes con aspiraciones políticas (algunos incluso económicas), o con aspiraciones y mentalidad burocrática, aislados de la producción y de los trabajadores. Personajes que están dispuestos a lo que sea con tal de no volver al tajo, un tajo que incluso muchos de ellos no tiene fuera del entramado sindical. En esa tesitura caben pues todas las traiciones y miserias que se han dado, por ejemplo, en los procesos congresuales. Es decir, una mayoría de ese aparato está, objetivamente, en contra del cambio, de un cambio que suponga reorientar al sindicato y ponerlo al servicio de los trabajadores y de su emancipación. Y lo están, no solo ideológicamente(aunque no lo reconozcan), en su trabajo diario (o su falta de él) sino sobre todo por sus intereses materiales. Mientras tanto, la dinámica de la estructura va fagocitando o aislando la disidencia. Si los "críticos"(y este es otro tema del que habrá que hablar) hacen recuento de sus fuerzas verán que estas han disminuido, no solo numéricamente sino también ideológicamente. La convivencia en una misma estructura obliga a compromisos y renuncias. La ausencia de una alternativa organizada reacomoda a los disidentes tras el discurso oficial y sus representantes, reforzando a la actual cúpula. Los que no aceptan ese compromiso inevitable son expulsados o condenados al aislamiento. Muchos de ellos terminan yéndose a casa en una sangría de elementos valiosos que se pierden para la lucha. Esta sangría es, sin duda, una de las mejores aportaciones de la dirección de CCOO a la derecha. Aquí interviene la falta de voluntad de los dirigentes del sector crítico por constituir una alternativa real, por organizar la resistencia en el interior de CCOO. Da la impresión de que se quiere protestar pero poquito, de que hay miedo a que la protesta fuerce la ruptura. Se niegan, en la practica, a organizar a todos los que protestan, a dar la batalla por conquistar a la mayoría de los afiliados. Para muchos parece una simple pelea de poder, sin alternativas reales. Pero, es real que tales alternativas existen, que algunos dirigentes críticos son capaces de elaborar políticas y alternativas pero se niegan, con excusas variadas a darles una mayor audiencia, o una expresión organizada. Se esgrime como argumento que se debe permanecer en CCOO como se estuvo en los sindicatos franquistas, pero se olvida la pregunta esencial: ¿Para qué? Si la única respuesta válida es para organizar los trabajadores y movilizarlos, entonces no nos sirve. Las masas no se organizan en CCOO no solo por su bajo índice de afiliación sino porque para los pocos organizados la estructura actúa como rémora en contra de esa movilización. Ha llegado el momento de romper la ficción de que CCOO y UGT representan a los trabajadores españoles. Quebrada por sindicatos nacionalistas, plataformas variadas o por la CGT y el SOC, esa ficción que protegen y amparan leyes, reglamentos y subvenciones debe romperse para que los trabajadores tengan otros puntos de referencia. No solo porque la cúpula de CCOO es la expresión sindical del pensamiento único, sino porque solo cuando ese monopolio se rompa podrá cambiar algo dentro de CCOO. Y porque ante las agresiones que se nos vienen encima no podemos seguir estando deorganizados y desarmados. Se nos abren, en consecuencia, dos caminos alternativos: Crear un nuevo sindicato o reforzar alguno ya existente. Y para los trabajadores más conscientes , además, la urgente necesidad de poner en pie una dirección política que hoy no existe. Pero eso ya es otro tema.