EL ASUNTO DE LA RAZÓN DE ESTADO

EN EL PRÍNCIPE DE MAQUIAVELO

Lic. Arleison Arcos Rivas
arleison@starmedia.com



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(Los números que aparecen entre comillas en seguida del texto corresponden a las notas que se encuentran numeradas al final del documento)
 
 
 

1. LA NATURALEZA DE LO POLITICO.

"Siendo mi intención escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente buscar la verdadera realidad de las cosas que la simple imaginación de las mismas" (1)   Aunque en los discursos en la primera década del gobierno de Tito Livio Maquiavelo se refiere al ordenamiento, aumento y conservación de los Estados, sean estos repúblicas o principados, dedica su obra más popular, El Príncipe, a la disertación y comparación de los principados, exponiendo "las formas en que estos principados se pueden gobernar"(2)

Maquiavelo se dedica en esta obra a definir los ejes de construcción y consolidación del régimen soberano, aunque en opinión de expertos, para el florentino los principados son un momento transitorio hacia la consolidación de un Estado republicano, forma de gobierno más perfecta.(3)

A Maquiavelo no le interesa la definición nocional del Estado; le interesan los hechos que conforman el asunto político. No explica remitiéndose a la ciencia natural o a la teología o a la disertación filosófica: analiza la política como tal, con independencia de factores morales, aunque, como veremos, no los arrumba definitivamente. En Maquiavelo, la política es aquella forma del arte de gobernar cuyo objeto es la conducción, persuasión y dominio del hombre y sus pasiones. Tales pasiones, que considera intrínsecas a la experiencia humana, le llevan a pensar que los hombres siempre se comportan de igual manera y tienden por naturaleza a obrar el mal "a no ser que se le obligue a lo contrario".

De los hombres piensa el florentino que son, en general, "ingratos, volubles, hipócritas, falsos, temerosos del peligro y ávidos de ganancias; y mientras les favoreces son tuyos, te ofrecen su sangre, sus bienes, la vida e incluso los hijos mientras no los necesitas; pero cuando llega el momento, te dan la espalda..."(4)
 

2. UN ARTIFICIO SUSTENTADO EN LA EFICACIA
 

Pero si bien la naturaleza humana se constituye en el nervio del análisis del florentino, el Estado es advertido como un hecho no natural, como un artificio.

Tal artificio "no surgió inevitablemente, sino por casualidad, y no se propone seguir a la naturaleza ni copiarla, sino actuar sobre ella, modificarla y manejarla, lo que en muchas ocasiones supone no actuar de acuerdo con ella, sino en contra suya" (5)

La necesaria actuación contra la naturaleza en la categorización del Estado planteada por el pensador florentino, da una significativa importancia a la defensa, fortalecimiento y presencia omnicomprensiva a la autoridad, en el nombre del Príncipe. En la caracterización maquiaveliana, el príncipe, llega a ser no sólo la cabeza visible del ente gubernativo, sino –de alguna manera- el Estado mismo. Ello al punto de fusionar en el bienestar del Estado las razones que el gobernante esgrima como imperiosas para su defensa.

En Maquiavelo el Estado en manos del príncipe corre el peligro de ser tan solo un apéndice de las pasiones del nuevo Tracimaco, que ve en su fuerza el principio garante del escenario de la justicia. Y, a diferencia de la comprensión de Clausewitz dos y medio siglos después, en él la política corre también el riesgo de ser, la continuación de la guerra con los mismos medios, aunque en diferente escenario. La prioridad en el uso de la fuerza que plantea Maquiavelo hace de la política un asunto diferente o por lo menos divergente de la diplomacia, la conciliación y la búsqueda de consensos discursivos, tal como hoy se los entiende.

A partir de esta consideración podemos preguntarnos qué y cuál es el sentido del gobierno de un Estado y en consecuencia si pueden alegarse, en el ejercicio de gobierno, razones suficientemente válidas como para entenderlas como de Estado.

Nos interesa identificar las que han sido entendidas como razones de Estado, que encuentran en el pensamiento maquiaveliano (6) su bastión esencial, aunque tal categorización no fue desarrollada completa por el florentino.

Para Maquiavelo, un gobernante  (7)   debe, fundamentalmente, contemplar la eficacia de sus acciones. De hecho su serio estudio de crítica a la historiografía política es un sesudo ejercicio comparativo entre gobiernos exitosos y administraciones fallidas, esclareciendo las razones de lo uno y de lo otro. La eficacia del buen gobernante no está dada porque respete la palabra empeñada, por ajustar sus decisiones y sus acciones al marco legal o porque sea siempre querido por sus gobernados; está dada por la prudencia en el obrar:

"Hay dos modos de combatir: uno con las leyes; el otro con la fuerza, el primero es propio de los hombres, el segundo de las bestias; pero, puesto que el primero muchas veces no basta, conviene recurrir al segundo. Por lo tanto es necesario que un príncipe sepa actuar según convenga, como bestia y como hombre."(8) En esta cita queda cifrada la visión pragmática, que algunos califican de originalmente empírica, en el ejercicio de gobierno que Maquiavelo entiende ha de corresponder a un príncipe avezado y capaz de orientar un Estado. ¿Qué hay en esta expresión que nos permita interrogar a Maquiavelo acerca de lo que, posterior a él y no en él, se ha llamado razón de Estado?
 

3.LOS FUNDAMENTOS DE LA RAZON DE ESTADO.
 

Hay un claro intento de interpretación de la sicología política de gobernados y gobernantes en Maquiavelo: "el pueblo no quiere ser gobernado ni oprimido por los grandes y en cambio los grandes desean dominar y oprimir al pueblo; y de estos dos diversos apetitos nacen en las ciudades uno de estos tres efectos: principado, libertad o anarquía" (9)

Este momento de iluminación en la obra de Maquiavelo se da cuando contempla los fundamentos del principado civil, en su capítulo noveno de El Príncipe. Sus insistencias sobre la necesidad de ganarse el favor popular quedan claramente expuestas aquí:

"El principado es creado o por el pueblo o por los grandes... Aquel que llega al principado con la ayuda de los grandes, se mantiene en él con mayor dificultad que el que llega con la ayuda del pueblo; porque se encuentra príncipe entre otros muchos a su alrededor que se creen iguales a él y por eso no les puede ni mandar ni manejar a su manera. Pero aquél que llega al principado con el favor popular, se encuentra sólo en él, y tiene a su alrededor a muy pocos o ninguno que no estén dispuestos a obedecer." (10) Maquiavelo no entiende a la política en razón de fines virtuosos, altruistas o benefactores. Por el contrario, observa que la política de gobierno debe imponerse aun por sobre quienes como súbditos la apoyan. Para Maquiavelo es claro que "a los hombres o bien hay que ganarlos con beneficios o destruirlos." (11)   Tal consideración parte de su concepción pesimista de la naturaleza humana, signada por el egoísmo y el afán de obtener a toda costa el propio beneficio. Ante ello al gobernante solo le quedaría obrar con autoridad y fuerza, poniendo incluso en segundo plano la sustentación legal de sus acciones.

La política en Maquiavelo consiste en gobernar; en hacerse al poder ganándose apoyo entre aquellos que mejor puedan sustentar al príncipe, bien sean los soldados, los poderosos o el pueblo.

Pero, sin que importe quien apoye al gobernante - aunque nunca se debe descuidar el apoyo popular; lo que importa es gobernar, y ello consiste en asegurar una dirección de los asuntos del Estado en coincidencia con la voluntad del Príncipe, identificando y eliminando los riesgos de su caída.

He ahí el principio motor de la orientación del Estado maquiaveliano. Quien como el príncipe contemple razones de Estado, debe advertir la necesidad de prevenir los males presentes como anticipo de las desgracias futuras, y advertir en el ataque al gobierno la asechanza contra el Estado. En Maquiavelo Estado y gobierno son consecuencias recíprocas, de las que se habla de manera análoga.

La preocupación por advertir los males venideros que, desde una disciplina gubernativa democrática podría entenderse como previsión y planeación de la acción administrativa del gobernante, desde la teoría de la seguridad del gobierno - que es la que sustenta el principio de la razón de Estado -, deviene en entender al gobierno siempre en peligro de caer, particularmente cuando "el conocimiento de los males que nacen" en el Estado significa identificar, repeler y desaparecer, (12) si es preciso, a los enemigos. De ahí que el florentino recomiende fuerza y autoridad a la hora de tomar posesión de un territorio y fungir sobre sus territoriales como gobernante, soportando su fuerza en las armas.

La garantía de gobernabilidad resulta esencial para ejercer la autoridad, demandando toda la fuerza necesaria para obtener un resultado eficiente, para lo cual advierte el florentino es necesario humillar, reducir y asesinar si es preciso al contradictor, pues dejar que prospere, como la enfermedad, es socavar el Estado y su soberanía: (13)

"Lo mismo sucede con las cosas del estado, que conociendo a tiempo los males que nacen en él (lo que no es dado más que a los prudentes) se curan pronto; pero cuando por no haberlos reconocido se dejan crecer de tal manera que cualquiera puede reconocerlos, ya no hay remedio alguno." (14) Reconocer los males cuando todavía es posible significa en Maquiavelo identificar los factores de orden y desorden en un Estado. Para ello recomienda conocer a los afectos y desafectos al gobernante, fortaleciendo hasta la medida de la prudencia a los amigos y atacando por todo medio, incluso su muerte, a los enemigos. Este tipo de prácticas son las que han sustentado el estigma "maquiavélico" del florentino,(15)  significando con ello el uso del poder de manera prepotente e incluso absolutista, a tal punto que sólo sea el Estado y su bien – lo que pueda el gobernante considerar como bien para el Estado- el único fin que se deba advertir en la aplicación de los medios propicios para su consecución.

Para ello es importante ser frío y calculador, racionalizar las acciones y considerar la naturaleza de los pueblos. De ahí que Maquiavelo recomiende que, al hacerse con el poder en un Estado, "el príncipe deberá considerar muy bien todas aquellas ofensas que considere ineludibles, y actuarlas de golpe, para no tener que renovarlas día a día, y así, no renovándolas, poder tranquilizar a sus nuevos súbditos y ganárselos fácilmente con nuevos favores."

De ahí también que el gobernante deba, de una vez esparcir toda la hiel y poco a poco distribuir la miel, o como lo plantea el florentino:

"las injurias han de hacerse todas a la vez, para que paladeándolas menos hagan también menos daño, mientras que los favores hay que hacerlos poco a poco, para que puedan saborearse mejor" (16) Por supuesto, en esta lógica, han de ser otros los que apliquen las desgracias y el príncipe ha de reservarse para sí las concesiones y el reparto de beneficios (17)
 

4.EL CANON DE LA RAZON GOBERNANTE.
 

Resulta importante advertir, como lo hace Maquiavelo, que el gobernante debe considerar en su estrategia de gobierno el obtener el apoyo de los ciudadanos, ganarse el favor de los habitantes, no sólo quienes ya detentan el poder, sino particularmente quien desea introducir un nuevo orden político, pues éste debe considerar que "tiene como enemigos a cuantos el viejo orden beneficia y como tibios defensores a aquellos a los que las nuevas leyes beneficiarían." (18)

Dado que el pueblo es fácilmente manipulable, Maquiavelo recomienda al gobernante entender la naturaleza voluble de los pueblos; pues "por eso conviene estar preparado de tal manera que cuando dejen de creer, se les pueda hacer creer por la fuerza" (19)

Por tanto, cuando se habla de amigos y enemigos no es tanto la masa de gobernados, siempre voluble, de la que hay que cuidarse en extremo, sino esa cierta elite –económica, intelectual, etc.- capaz de perseverar en sus convicciones.

En este discurso, cuando convenga asociarse a quien pueda sostener al Estado, ello debe hacerse, aunque más tarde deba apaleársele si ese mismo fin lo justifica. Así se impone una pragmática gubernativa, sustentada en el fortalecimiento de la fuerza Estado, en detrimento de la expresión ciudadana, que parte del principio de que a los hombres se les gana o se les destruye, pues los hombres hacen daño, ya sea por miedo o ya sea por odio al gobernante. Por ello el gobernante puede justificar su poderío llegando al poder y a su preservación por medios criminales y aplicando la crueldad. (20)

Maquiavelo, aunque en principio no pretende emitir juicios de valor sobre quienes usen el crimen como medio para hacerse al poder, presenta a Agatocles, siciliano para más señas, como modelo para quienes deseen imitarle, aunque advierte que "no se puede llamar virtud, el asesinar a sus ciudadanos, traicionar a los amigos, no tener palabra, ni piedad, ni religión; estos medios harán ganar poder pero no gloria" (21)

Para Maquiavelo el uso de la crueldad en el ejercicio de poder no es en sí mismo bueno ni malo; es necesario cuando, como para Agatocles, las circunstancias lo aconsejan. Desde su óptica, un gobierno estable lo es en buena medida por ejercitar lo que denomina el "buen uso de la crueldad":

"Bien usadas pueden llamarse aquellas crueldades que (si del mal es lícito hablar bien) se hacen de golpe por la necesidad de afianzarse en el poder, y sobre las que luego no se insiste, sino que por el contrario se convierten, en lo posible, en una gran utilidad para los súbditos. Mal usadas son aquellas que, aun siendo pocas al principio, con el tiempo van aumentando en lugar de disminuir" (22) Con ello reproduce su criterio del uso de la fuerza en la proporción que las circunstancias políticas aconsejen, y con ello también introduce una escisión entre la visión del gobernante con una fundamentación moral definida y, de alguna manera confesional, y la visión del que separa la moral y la política y, aunque diferencia mal y bien, le importa bien poco que de lo uno o de lo otro deba usar para obtener el resultado esperado.

Si bien Maquiavelo no cree que el gobernante deba hacer cuanto desee para preservarse en el poder, y por ello no cae en la postura radicalmente absolutista o totalitaria, sí observa que de hecho los gobernantes acuden a la fuerza, la intriga, la crueldad y el asesinato para sostenerse. Por ello recomienda que resten importancia al carácter virtuoso de sus acciones aunque deben simular serlo, aunque deben inquietarse bien poco por incrementar el nivel de democracia y participación en su territorio.

El gobernante de Maquiavelo no es un individuo que obre en nombre de la libertad y los derechos. Es un caudillo que entiende que el poder da poder, (23) un conductor en el cual queda protagonizada la comunidad política, tal como Gramsci, pese a su exagerada interpretación de la obra de Maquiavelo, sugiere.(24)

De todas maneras, en el ejercicio vertical del poder que recomienda el florentino asume una postura estatista en la que no se siente respirar aun al ciudadano autónomo, el individuo liberal consciente de ser portador de unos derechos garantizados, y actor en el escenario de lo público. En su lugar se consolida al gobernante como el Estado y a lo público como el interés del Estado.

Tan claro es esto que el gobernante prudente, afirma el secretario florentino, "deberá encontrar un procedimiento por el cual sus ciudadanos, siempre y en toda circunstancia, necesiten de él y del Estado; y siempre más le serán fieles." (25) Además deberá asegurarse de darle al pueblo siempre entretenimiento "en las épocas convenientes, con fiestas y espectáculos"(26)

Pese a Gramsci, debemos decir que a Maquiavelo la democracia le estorba, al menos así se desprende de su referencia al pueblo como mero instrumento del poder, no como sujeto de la acción política. A él le interesa fomentar la imagen de un príncipe fuerte, armado de leyes, pero sobre todo de buenas armas, que debe hacer cuanto en si esté para dirigir bien su territorio y su gente. (27)

Si ello implica dejar de parecer virtuoso y obrar de modo impopular, el gobernante ha de hacerlo, pues

"tiene que ser tan prudente que sepa evitar la infamia de aquellos vicios que le arrebatarían el Estado y guardarse, si le es posible, de aquellos que no se lo quiten, pero si no fuera así que incurra en ellos con pocos miramientos. Y aún más, que no se preocupe de caer en la infamia de aquellos vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el Estado; porque si consideramos todo cuidadosamente, encontraremos algo que parecerá virtud, pero que si lo siguiese sería su ruina y algo que parecerá vicio pero que, siguiéndolo, le proporcionará la seguridad y el bienestar propio" (28) El príncipe de Maquiavelo no es pues un defensor de las libertades y de la igualdad entre sus gobernados, ni siquiera tiene a la ley como fuente y sentido de su responsabilidad de gobierno; no es, pues, un gobernante ni liberal ni demócrata, sino un individuo mezquino, que se preocupa bien poco de que le tengan por tal "mientras no tenga que robar a sus súbditos para defenderse... ni se vea abocado a convertirse en rapaz, porque éste es uno de aquellos vicios que lo hacen reinar" (29)

Pese a todo, el príncipe de Maquiavelo no debe granjearse la enemistad popular pues es en el pueblo en quien puede encontrar su mayor fortaleza: "la mejor fortaleza que pueda existir es no ser odiado por el pueblo, porque por muchas fortalezas que tengas, no te salvarán si el pueblo te odia, que una vez han tomado las armas, a los pueblos no les faltan nunca extranjeros que les ayuden." (30)

Las referencias al pueblo, a la asamblea política que aparecen en Maquiavelo, son tan solo referenciales, nunca conclusivas ni gestoras de autodeterminación, participación, gestión o entendimiento. Esta postura es consecuente con su comprensión del pueblo como maleable y de su visión pesimista de la generalidad de los hombres.

Para Maquiavelo, "es más sabio ganarse el nombre de miserable que genera una infamia sin odio, que por pretender la fama de liberal, verse obligado a incurrir en la de rapaz, que produce infamia con odio" (31) El príncipe tan sólo debe procurar que no haya desunión ni deslealtad entre sus súbditos: "un príncipe no debe preocuparse de la fama de cruel si con ello mantiene a sus súbditos unidos y leales"(32)

De hecho no debe preocuparse pues le basta con parecer, con simular, sin que sea necesario ser lo que afirma, pues, en su defensa del Estado –es decir, de sí mismo -, "a menudo se ve forzado para conservar el Estado a obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. Por eso tiene que contar con un ánimo dispuesto a moverse según los vientos de la fortuna y la variación de las circunstancias se lo exijan, y como ya dije antes, no alejarse del bien, si es posible, pero sabiendo entrar en el mal si es necesario" (33)

La táctica de la simulación presente en el canon de la razón gobernante que defiende Maquiavelo implica parecer bueno y virtuoso, defender públicamente lo honorable, pero estar dispuesto a zafarse de prejuicios, convenciones morales y requerimientos éticos cuando está en juego la acción política que depende del caudillo, tal como Weber, con mayor recato, reconocerá posteriormente. (34)

Para el florentino

"un príncipe que quiera mantener su Estado se ve a menudo forzado a no ser bueno; porque cuando aquella colectividad, ya sean pueblos, soldados o grandes señores –que tu juzgues necesitar para mantenerte- esté corrompida, te conviene seguir su humor para satisfacerla; con lo que entonces las buenas obras son tus enemigas." (35) Así pies, Weber coincide con Maquiavelo en afirmar que es preferible condenarse a sí mismo y no al conjunto del Estado cuando del no uso del mal resultasen consecuencias mucho mayores a su ejercicio, pues si bien el hecho pudiera acusarlo, el efecto lo excusa.(36)

Obra según la medida de las circunstancias y no en razón de la benevolencia de la acción pareciera ser la consigna que de aquí se desprende. Eso sí, si bien el príncipe ha de prestar oído a la conveniencia para tasar sus acciones, ha de cuidarse de los aduladores, y de dar demasiada importancia al consejo de sus cercanos colaboradores, pues, siempre ha de recordarlo, "los hombres siempre te saldrán malos, a menos que la necesidad les haga buenos"(37)

No hay pues en el gobernante maquiaveliano ningún asomo de razones trascendentes en su obrar, sean estas cuales fueren; su actividad gubernativa se agota en la recurrencia a los medios que aseguren la inmediata eficacia de la acción.

El único fin que justifica que se apliquen los medios (38) para hacer prevalecer la decisión del gobernante y en el cual debe perseverar, es el de la defensa del Estado, cueste lo que cueste y en razón de cualquier medio necesario para ello: "Procure pues el príncipe ganar y conservar el Estado: los medios serán siempre juzgados honorables y alabados por todos; ya que el vulgo se deja cautivar por la apariencia y el éxito, y en el mundo no hay sino vulgo; y los pocos no tiene sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse."(39)

De aquí que recomiende Maquiavelo a los gobernantes ejercitar la ferocidad del león y la astucia de la zorra capaz de adecuarle a las circunstancias, obrando siempre con preterintencionalidad. (40)  Así por ejemplo la identificación de enemigos del Estado es la caracterización más simple que deba perfeccionar un príncipe, pues ello permite bien enfrentar a los ciudadanos en facciones, dado que ello alimenta las pasiones, y fomenta la división entre los ciudadanos pero fortalece la unión con el gobernante como eje de orden. Alimentar el sectarismo entre los ciudadanos, hasta el limite anterior al derramamiento de sangre permite al príncipe alimentar las discrepancias entre las partes "para que, ocupados aquellos ciudadanos en sus propias diferencias" no se unan contra él (41)
 

5.UN COMENTARIO FINAL.
 

En conclusión, el pensamiento político de Maquiavelo expresado en el Príncipe fortalece la visión de un escenario político estado-céntrico en el que el individuo político resulta anulado, las diferencias políticas exacerbadas a favor del gobernante y las acciones de éste justificadas bajo el supuesto ideológico de que representa a la nación y al Espíritu corporativo tal como el capítulo XXVI del Príncipe permite establecer.

Maquiavelo, si bien nos permite entender como opera el Estado, no favorece una comprensión civilista de la sociedad política y, por el contrario, incrementa y alimenta la voluntad de poderío de quienes advierten que el poder da poder y que, por lo mismo, el poder ha de entenderse como un en sí mismo autorreferencial.

La mirada de un príncipe absoluto, calculador, que aunque cuenta con los vientos de la fortuna ata bien todas sus velas, por ejemplo, identificando a sus enemigos y asegurándose de bloquear su capacidad ofensiva, por los medios necesarios para ello, ha estado presente en la práctica de los regímenes políticos sustentados en la defensa de un Estado central, totalitario si se quiere, incapaz para entender que en el seno de una comunidad política es posible expresar diferencias y disidencias, como se entiende en el contexto de la democracia liberal, en el que la pluralidad ideológica alimenta la conformación de grupos de presión y la diferenciación entre el gobierno y la sociedad civil, diferenciación que no es advertida en el Maquiavelo del Príncipe, pero aparece ya insinuada en Los Discursos.

Si bien Maquiavelo es el gestor de una revolución teórica que nos permite entender la razón orientadora del Estado en sí misma, como lo plantea Giovanna Giglioli confunde y difumina la diferenciación entre el gobierno, el gobernante y el Estado en su intención de propender por un estado centralizado fuerte, capaz de detentar con absoluta claridad el poder y el peso de la fuerza.

Maquiavelo no agota su pensamiento acerca del uso del poder en las condiciones coyunturales de su momento; presenta una forma de ejercer el poder, que se remite permanentemente a casos históricos documentados, intentando encontrar en ellos un hilo conductor, un patrón de conducta para los gobernantes venideros. Eso no hay que olvidarlo, pues es ahí en donde bebe Gramsci, Weber y otros que como ellos afirman al Estado por sobre los asociados y estatizan lo público anulando la expresión no gubernativa del componente de la asamblea política, compuesta no sólo por gobernantes sino también por gobernados, que aspiran a no ser dominados, como bien lo observa Maquiavelo.

Entonces, la defensa de las razones de Estado, sea las que le garantizan el uso selectivo de la fuerza, o las que auto - justifican sus acciones deben ser advertidas como reprochables en el escenario de la construcción de democracias participativas, cuyos asociados esperan sustentar el estatuto gubernativo no sobre la fuerza y la dominación, sino sobre el consenso y la elegibilidad de opciones dentro de un contexto constitucional garantista.

Lic. Arleison Arcos Rivas
arleison@starmedia.com

Medellín, 1998

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Notas


1.---Se consultaron varias versiones de EL PRINCIPE. La edición de El príncipe con la que finalmente trabajamos en este ensayo es la traducción de Helena Puigdomenech, de  la editorial Tecnos, reproducida por Altaya, Barcelona, 1988. p. 61
2.--- El Príncipe,  pág. 6
3.--- “Sin embargo existían circunstancias excepcionales, como la fundación de un Estado o su reforma en caso de crisis o de profunda corrupción, que exigían que el poder permaneciera, por cierto tiempo en manos de una sola persona” ARANCON, Ana María Introducción a El Príncipe  en la edición citada, p.10. Véanse sus razones acerca de por qué una república es la forma más perfecta de gobierno en las páginas 15-18.
4.---  Príncipe, p.68
5.---  Príncipe, p.13
6.---  Se ha vuelto habitual denominar como maquiavélico tanto el pensamiento de Maquiavelo como la adjetivación malqueriente que designa con ello al diablo de la política, a la inmoralidad y la ruindad de los fines a cualquier precio y por cualquier medio. Prefiero utilizar aquí la expresión maquiaveliano cuando me refiera al pensamiento de Maquiavelo,  e identifico como se ha venido haciendo a lo maquiavélico.
7.---Aun consciente de que utilizar la expresión gobernante como sinónimo del príncipe de Maquiavelo puede ser abusivo prefiero hacerlo aquí en razón de la comodidad histórica con la que esta palabra devino. Por otra parte el mismo pensador confunde en su obra el término y significa de igual manera gobernante, dictador, monarca...
8.---Maquiavelo. El príncipe. Op.Cit. p.70.
9.--- Príncipe, p. 38
10.--- Príncipe, p. 39
11.--- Príncipe, p.10
12.--  Utilizo esta expresión tan latinoamericana, advirtiendo que Maquiavelo no habla de secuestro del contendor político, sino de su destierro, su deshonra o su muerte. La figura del desaparecido, vendría a ser una  típica  práctica maquiavélica latinoamericana.
13.--  En el texto de El Príncipe no aparece la expresión soberanía, tal cual hoy se usa; no obstante se refiere a su sentido abundantemente, particularmente en los capítulos 5, 9,10, y 21-24;
14.--  Príncipe, p. 12
15.--  Hay dos formas de entender el adjetivo ‘maquiavélico’: el que con ello designa a Maquiavelo y su producción, y el que juzga así todo aquello nefasto, amoral, calculado y terrible en el terreno político.
16.--  Príncipe, p. 36
17.--  Cf. Príncipe, p.77
18.--  Príncipe, p.24
19.--  Idem
20.--  Maquiavelo considera que si bien algunos llegan al poder por medios atribuibles a la fortuna o a la virtud, hay otros que usando medios criminales obtienen el mismo resultado. Capitulo VIII del Príncipe.
21.--  Príncipe, p. 34
22.--  Príncipe, p. 37
23.--  Cf. HERMOSA, Antonio. Las pasiones de la libertad. Una ojeada a El Príncipe. En: Daimon, Sevilla, Nº6,  1993, p.61
24.--  Para Gramsci Maquiavelo presenta un modo de la democracia “adaptado a su época” prefigurado por “el consenso activo de las masas populares respecto de la monarquía absoluta, en cuanto limitadora y destructora de la anarquía feudal y del poder del papado, en cuanto formadora de grandes Estados territoriales nacionales, función que la monarquía absoluta no podía cumplir sin el apoyo de la burguesía y de un ejercito permanente”. A. Gramsci Notas sobre la política y sobre el estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 1984, p.142. Pese a mis discrepancias con esta posición considero que excede el propósito de este ensayo aventurar una crítica al pensamiento Gramsciano.
25.--  Príncipe, p. 41
26.--  Príncipe, p.95
27.--  Al respecto la cita de Tito Livio que aparece en la p. 108 del Príncipe: “justa es la guerra para quien la necesita y piadosas las armas cuando son la única esperanza”
28.--  Príncipe, P. 62-63
29.--  Príncipe, p.64
30.--  Príncipe, p. 90
31.--  Estos principios de la moral maquiavélica le han ganado la fama de amoral o de inmoral. Príncipe, p. 65
32.--  Príncipe, p.66
33.--  Príncipe, p.72
34.--  “Todo aquello que se persigue a través de la acción política, que se sirve de medios violentos y opera con arreglo a la ética de la responsabilidad, pone en peligro la “salvación del alma” M. Weber. El político y el científico, Altaya (alianza), Madrid, 1995. P.174
35.--  Príncipe, p.80
36.--  Accusandolo il fatto, lo effetto lo scusi. Maquiavelo, Discursos, I, 9 En igual sentido afirma que “no se debe permitir que prospere un mal, por respeto a un bien cuando tal bien puede ser fácilmente aplastado por aquel mal” Discursos III, 3.
37.--  Príncipe, p.99
38.--  Debe seguirse recordando que la frase tan popular de “el fin justifica los medios” no se encuentra expresamente enunciada así en la obra, sino como se cita enseguida.
39.--  Príncipe, p.73
40.--  Cf. Príncipe, págs. 71 y 82.
  cf. Príncipe, p.88
41.--  GIGLIOLI, Giovanna. La revolución teórica del príncipe de Maquiavelo. En Revista de Filosofía Universidad de Costa Rica, XXVIII (67-68), 1990, p.41-45

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Bibliografía.

CAPPELLETTI, Angel. La política como inmoralidad en Maquiavelo. En: Ideas y valores, U.Nacional, Bogotá, Nº80, agosto, 1989. P. 23-32

DEL AGUILA TEJERINA, Rafael, Maquiavelo y la teoría política renacentista. En: VALLESPIN, Fernando. Historia de la teoría política. Alianza, Barcelona, 1995, p. 69-170

GIGLIOLI, Giovanna. La revolución teórica del príncipe de Maquiavelo. En Revista de Filosofía Universidad de Costa Rica, XXVIII (67-68), 1990. P.41-45

GRAMSCI, A. Notas sobre la política y sobre el estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 1984

HERMOSA, Antonio. Las pasiones de la libertad. Una ojeada a El Príncipe. En: Daimon, Sevilla, Nº6, 1993, P. 61-68

MAQUIAVELO, N. Discursos en la primera década del gobierno de Tito Livio. Alianza editorial, Madrid, 1987.

----------------- El príncipe. Tecnos, Barcelona, 1988.

MASSOT, Vicente Gonzalo. Una tesis sobre Maquiavelo. Grupo editor latino, 1991.

VON CLAUSEWITZ, Karl. De la guerra. Labor, 3ed. Barcelona, 1992.

WEBER, Max. El político y el Científico. Alianza, Barcelona, 1980.
 
 

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