LA UTOPIA DEMOCRÁTICA
EN TIEMPOS DE DESENCANTO
Comentarios al libro "La nueva era de las desigualdades"
 

Arleison Arcos Rivas
arleison@starmedia.com
Medellín, Junio de 1999
 

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Introducción 
Creo que podemos situar a Rosanvallon y Fitoussi (1) en el diseño de un contexto de la política como utopía situada, esto es, una necesaria capacidad de realidad política capaz de advertir la realidad social coyuntural y estructural e interpretarla en términos de acciones solidarias (no compulsivas) sujetas a la eficacia administrativa de la función pública, que no es, de ninguna manera, una simple relatora de los efectos de la economía de mercado. En ese sentido, lo que desde estos autores se pone de presente, opino, no es la desarticulación de lo político sino la rearticulación en torno a lo político de los engranajes de la acción social, principalmente los engranajes económico y normativo. 
¿DESENCANTO DE LO POLÍTICO O PERVERSIÓN DE LA ECONOMÍA?
"... más bien que la dimensión de la acción estatal, lo que importa es la dirección que se le imprima. La economía de mercado presupone la adopción de ciertas medidas por el poder público; tal actuación entraña en ciertos aspectos facilitar el funcionamiento de dicho sistema; se puede igualmente tolerar ciertas actividades estatales en tanto no sean incompatibles con el funcionamiento del mercado..." (2)

 Fredrick A. Hayek


Fitoussi y Rosanvallon se dedican a observar cómo la lógica del mercado en un contexto de globalización ha generado una nueva era de desigualdades intracategoriales, principalmente por la incertidumbre frente al empleo, que no constituye una superación de las anteriores desigualdades estructurales o intercategoriales, sino, por el contrario, su exacerbación. Para estos autores, el malestar francés está condicionado a la incertidumbre frente al desempleo masivo entre los asalariados (clasificados o no), cada vez más creciente. Ello ha significado una inflexión de la modernidad, toda vez que no son solo los beneficios del sistema económico, sino las garantías del contrato social las que decrecen.
 

Hay un cierto acuerdo en el análisis del desempleo en que este desencadena una "montaña rusa" de efectos, al punto de que "debido a los problemas de subsistencia, la persona se sentirá cada vez menos protegida; las crisis familiares y los sentimientos de culpa pueden destruir las relaciones afectivas; la falta de participación dará cabida a sentimientos de aislamiento y marginación y la disminución de la autoestima puede fácilmente provocar crisis de identidad" (3)
 

En ese sentimiento se incluye el desencanto ante lo político, cuya bandera democrática se cuestiona al notar que los beneficios de la producción no son garantes de fraternidad (4) y por el contrario incrementan la desigualdad entre sectores conflictivos.
 

En estos tiempos pareciera que la política ha perdido su rumbo, junto con cualquiera otra construcción racional capaz de vislumbrar un "hacia donde" para las acciones humanas. Ello evidencia una suerte de desencanto frente a la política que yo desearía traducir mejor como perversión de la economía pues esta, al tiempo que azuza su capacidad de ganancia instiga al Estado para que disminuya su presencia como ordenador de los asuntos sociales que atañen a la igualdad.
 

Esa es, por ejemplo, la pretensión de Hayek, gestor principal del neoliberalismo, quien propone una concepción del Estado que, si ha de ofrecer servicios, lo hace en la esfera de la economía de mercado, bajo las mismas condiciones que el individuo, salvo en aquellos casos en los que el mercado definitivamente no acciona sus mecanismos (falta de recursos del demandante o altos costos de la inversión comparada con los beneficios).(5)
 

Desde esa lógica,

"Cuando se considera misión de los poderes públicos fijar las condiciones de vida de determinados sectores de población, es ineludible que al propio tiempo se señale la dirección que debe imprimirse a los esfuerzos individuales... El estado de Derecho hace, en realidad, imposible alcanzar la justicia distributiva en tanto que opuesta a la conmutativa. La justicia distributiva exige que la totalidad de los recursos queden sometidos a las decisiones de una autoridad central; requiere que se ordene a las gentes lo que han de hacer y se les señale las metas a alcanzar... Cuando la comunidad decide lo que un sector de la sociedad debe recibir, es necesario que sea la propia autoridad la que fije lo que los individuos han de realizar."

 ... "En el ámbito que el Estado de Derecho tiene preestablecido se puede hacer muchísimo para conseguir que el mercado funcione del modo más suave y efectivo; pero, en cambio, dentro de sus límites, lo que hoy se considera justicia distributiva no puede lograrse jamás." (6)

Sin embargo, lo que se observa no es la 'suavidad' del marcado ni tampoco su eficacia para realizar el "ideal político de la ciudadanía democrática" de una sociedad "bien ordenada".(7)

Por el contrario, la lógica del mercado ha devenido en irracionalidad de la acción del Estado, de ahí que el Estado de Derecho no pueda restringirse ya al imperio de la ley de la libertad, sino que deba entenderse como Estado Social de Derecho, sujeto a la necesaria construcción de la igualdad, que, según Fitoussi y Rosanvallón, sólo admite desigualdades coyunturales, de naturaleza contingente.(8)
 

DEL TEMOR AL MERCADO A LA CERTIDUMBRE DEMOCRATICA

 Esa constatación de un escenario social cuyos conflictos se agravan al punto de gestar una nueva era de desigualdades, pone en evidencia la incapacidad del mercado para generar certidumbre y orden al interior de una sociedad, máxime cuando estos tiempos han conocido el poderío devastador de la globalización frente a las economías sustentadas en mano de obra no calificada y medidas proteccionistas con talante nacionalistas.

 Ha puesto de presente también que la democracia no puede restringirse a una simple forma de administración de lo público en obediencia al mercado. El mercado, por sí mismo, produce desigualdad y exclusión, al tiempo que libertad y riqueza. El problema es el conjunto poblacional al que margina y desiguala que es inversamente proporcional al conjunto de los enriquecidos, como se observa en la desaparición a pasos agigantados de las clases medias en distintas naciones.

La democracia, si es que ha de ser el engranaje motriz del vivir- juntos que construye al cuerpo político nacional, debe traducirse igualmente en términos de inclusión (es decir medidas contra la marginación) que favorezcan la igualdad (no jurídica sino de oportunidades) de modo tal que se realice el proyecto social que la democracia implica, en tanto se concretan los proyectos de los asociados a un discurso nacional en construcción. (9) Si la democracia es "una práctica permanentemente instituyente del espacio político de la sociedad. Un espacio donde el poder se legitima por estar permanentemente vinculado a la permanencia de los conflictos y los antagonismos sociales" (10) ella debe verse referida necesariamente a la presentación y ejecución de un propósito común para hacer que los conflictos y los antagonismos, que afectan la igualdad, se expresen de manera justa. Una sociedad bajo la lógica de la justicia debe definir cuál es el nivel de desigualdad que resulta tolerable, como plantean Fitoussi y Rosanvallon, toda vez que no resulta válido ni justo seguir defendiendo "esa majestuosa igualdad ante la ley que permite que tanto los ricos como los pobres duerman a la noche bajo los puentes" (11) Precisamente por ello la democracia no puede ser limitada a nociones procedimentales. (12) Pretender que a la democracia se la pueda definir de manera mínima por un conjunto de reglas procedimentales supeditadas a la decisión convenida por la mayoría genera inquietudes preocupantes respecto del plano de la igualdad que esa democracia defiende. Ello aminora el poder que la idea de democracia tiene.

Una definición restringida de la democracia termina por ser referida a una democracia mínima y minimizada en la que no caben todos o en la que todos no significa exactamente una totalidad inclusiva. De todas maneras, una sociedad que se diga democrática en términos mínimos favorece la libertad sobre la igualdad y convierte a la libertad en un estado - y por la tanto excluye al "estado" que se le opone: la igualdad.

De ahí que deba afirmar con Fitussi y Rosanvallon que la igualdad en una democracia no es "un estado sino un proyecto, un principio de organización que estructura el devenir de una sociedad" (13) en el que la libertad debe referirse no solo a la capacidad de los individuos, sino a la oportunidad de realizar el propio proyecto. Esto es lo que defienden estos autores como "derecho de integración" que justifica la vida en sociedad.

 Ello resulta claro si se entiende que la democracia no es simplemente una forma de gobierno (un acto de gestión, para utilizar la terminología de Rosanvallon) sino un proyecto de sociedad. La democracia es un régimen implicativo - si se nos permite usar el término- esto es, en palabras de Cerroni un sistema que garantiza "el derecho de reivindicar todo interés particular a condición que haya un común denominador sobre el que se pueda construir el interés general de la comunidad, del pueblo, de la nación." (14)

 De ninguna otra manera podría entenderse el considerar la situación de incertidumbre laboral como contraria al pacto social que es un Estado, pues la falta de empleo no es sólo un indicador de la salud económica (un país podría tener una economía productiva y al tiempo con altos índices de desempleo por encontrarse la producción industrial robotizada). El desempleo a la par que un indicador económico puede entenderse como el efecto de un sistema político que no distribuye racionalmente la riqueza producida, y por lo mismo, no protege a quienes resultan arrollados por la corriente turbulenta del capital, como se evidencia en el caso de países altamente industrializados con niveles de pobreza crecientes.(15)

 El problema de vincular la democracia con el sistema económico de libre mercado radica en si, al final, la democracia se ve como una fórmula o un resultado, del sistema productivo: (¡somos más democráticos porque producimos más!), cuando ello no es necesariamente cierto: Un país con un nivel de producción sano puede igualmente ser un país con altos niveles de desigualdad o exclusión (fijémonos en el caso colombiano de las décadas 70 y 80).

 Por el contrario, entender la democracia como un eje articulador de relaciones de poder a distintos niveles: político, económico, social... un eje inclusivo, (entendiendo por inclusivo un sistema en el que cada parte se encuentra en condiciones de beneficiarse de la vida junta o asociada, que es un Estado como suceso político) favorece la percepción de que hoy la política si bien genera desencanto, también alimenta la utopía, es decir, la percepción de futuro.

 Tal percepción fundada si se quiere en la formulación del Estado Social de Derecho favorece a la democracia como un sistema de relaciones que media en el conflicto entre libertad e igualdad ampliando las oportunidades para que los individuos realicen su proyecto vital, al tiempo que se consolida el proyecto nacional. De ahí que la respuesta a qué es la democracia pasa por la eficacia de este sistema de relaciones. De hecho en la consideración de lo que Cerroni denomina eficacia de la democracia, particularmente entendida en nexo con el mundo del capital, no resulta claro cómo diseñar una sociedad justa al tiempo que igualitaria (incluso admitiendo la posibilidad de desigualdades de naturaleza transitoria, como ya se dijo)

 El ideal de la democracia es más que formal, por ello no puede admitirse a Von Hayek cuando afirma que ella es tan sólo "un método especial de gobierno... que no nos dice nada sobre cuáles deben ser los fines del gobierno?" (16)

 Preferimos la percepción de Bobbio, que de alguna manera está inscrita en ese optimismo realista frente a la política con el que concluyen Fitussi y Rosanvallon (17) Dice Bobbio: "Partiendo de la misma concepción individualista de la sociedad, que es irrenunciable, y utilizando los mismos instrumentos, seamos capaces de contraponer al neocontractualismo de los liberales un proyecto de contrato social diferente, que incluya entre sus cláusulas un principio de justicia distributiva y por tanto sea compatible con la tradición teórica y práctica del socialismo."(18)

 Esas cláusulas de justicia distributiva o redistributiva se hacen necesarias en una democracia toda vez que ella no puede dejar de fortalecer al "hombre público", lo cual, en lo que respecta al servicio social que cumple el Estado hacia los menos favorecidos implica asumir los costos de la solidaridad inclusiva, esto es, la prestación de servicios a quienes no se encuentran en condición de elección bajo la lógica del consumo, al tiempo que se corrigen las desigualdades generadas por el sistema productivo capitalista, corrigiendo al capitalismo.

 Si bien es cierto que la política ya no controla todos los procesos sociales, y que incluso aparentemente parecer controlada por el dinamismo de una economía del capital, no es menos cierto que los ciudadanos - consumidores o no- confían a la política el sueño de porvenir, la construcción de un proyecto. " La gente - dice Lechner- espera que la política la proteja ante los avatares del destino; le garantice no sólo la integridad física y una seguridad económica, sino también un marco de certidumbre." (20)

El mercado por si mismo no genera certidumbre. El mercado, que no tiene nada de natural, debe ser entendido como inserto en una relación social, como un producto de la acción humana. De ahí que pueda ser regulado "a escala humana", bajo un proyecto de sociedad de mercado consciente de los desequilibrios que este genera, al punto de preverlos para ser resueltos.

Una constatación es evidente: el mercado borra con una mano lo que con otra escribe.(21) Los efectos de la producción de riqueza son necesariamente la producción de pobreza al mismo tiempo. Esto es lo que imposibilita ceder al mercado la potencialidad de la política para proveer a los ciudadanos de la certeza de futuro. Rosanvallon y Fitoussi registran como los ciudadanos - y creo que no solo los franceses - padecen una crisis de absoluto, se quejan del desperfecto de lo político, advierten una especie de elitismo democrático a favor de los más afortunados y observan como toma fuerza la decadencia de lo colectivo. Pero todo ello tan sólo constata que se necesita más política; tan sólo advierte el desencanto de los individuos que padecen el flujo del capital sin sentirse bañados en las aguas de la fortuna

 Por ello, "si se considera que la función de lo político es "poner en forma" y "dar sentido" a la sociedad, para retomar una expresión de Claude Lefort, nunca fue entonces tan necesario. En un momento en que el modo clásico de organización del vínculo social se desmorona, es esencial, en efecto, retornar a esa función primordial de lo político... Si hoy necesitamos más política, es verdaderamente porque tenemos que redoblar la atención a fin de construir el vínculo social." (22)

 Nunca como hoy parece tan evidente que la función de la política es la de estructurar la necesaria interconexión entre los subsistemas gestores de los distintos procesos sociales, principalmente el normativo y el económico, cuyo efecto sobre la vida y el porvenir de los ciudadanos es evidente.
 

COLOFON

 El fantasma que ayer y hoy sigue recorriendo al mundo se llama utopía, pero hoy navega en las redes de la derrota, que como una especie de nave del desencanto se acerca a todos los puertos en los que la política alguna vez desembarcó. El gran reto de quienes confiamos en la democracia sin adjetivos liberales es hacer que los idearios democráticos no pierdan la utopía regeneradora, y ello no se puede lograr, con la abúlica resignación frente al aparente triunfo del ala radicalmente mercantilista del capitalismo.

¿Tendrá por ello alguna vigencia la presentación del rostro social de la economía, ese que se construye a escala humana?

 Arleison Arcos Rivas

 Docente, Licenciado en Filosofía y candidato a Magister en Ciencia Política por el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia. Medellín, junio de 1999
 
 

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NOTAS
1 FITOUSSI J.P. y ROSANVALLON, P. La nueva era de las desigualdades. Traducción al castellano de Horacio Pons. Manantial, 1996.

 2 HAYEK. F.A. Los fundamentos de la libertad. Folio, Barcelona, 1996, Tomo II, pág. 279

 3 MAX NIEF, Manfred y otros. Desarrollo a escala humana. Fundación Dag Hammarskjöld. Pág. 28

 4 En el más francés y revolucionario sentido de esta expresión.

 5 HAYEK; Op. Cit. pág. 280-284

 6 Ibid. Pág. 290

 7 Las comillas de este párrafo corresponden a conceptos políticos de John Rawls, contenidos en su libro "Liberalismo Político". Fondo de Cultura Económica. México, 1996

 8 "Los mecanismos reguladores del sistema sólo funcionan plenamente cuando también se aceptan desigualdades dinámicas. Pero esto presupone que sean de naturaleza transitoria" para lo cual el Estado aplica estrategias de compensación. FITOUSSI y ROSANVALLON. Op. Cit., pág. 75.

 9 Incluso los neocrontractualistas defensores del liberalismo político, como Rawls, ponen de presente que una democracia sujeta a las condiciones del mercado debe, al mismo tiempo que estimula la producción de riqueza, generar mecanismos eficaces para asegurar, en igualdad de oportunidades, el ejercicio de la libertad. Véanse las conferencias V y VIII de "Liberalismo Político. Op. Cit.

10 WARAT, Luis Alberto. Crisis de la democracia y crisis de la modernidad. EN: Revista de Ciencias sociales, Universidad de Valparaiso, Nº 30, 1987, pág. 412

 11 Anatole France, citado por Fitoussi y Rosanvallón, Op. Cit; pág.104

 12 Hago referencia a las concepciones de la democracia en Norberto Bobbio y Giovanni Sartori, que no expondré aquí pero que en síntesis reducen la democracia a un sistema decisional en el que se legitima el ejercicio del poder por la libertad de elección mayoritaria.

 13 FITOUSSI Y ROSANVALLON; Op. Cit. Pág. 106

14 CERRONI, Umberto. ¿Qué es la democracia? En Revista Foro, Bogotá, N° 14, abril, 1991, p.81.

 15 Un dato televisivo importante fue presentado en el invierno de 1995 cuando más de doscientas personas murieron en las calles de las ciudades norteamericanas, víctimas de frió.

 16 Von HAYEK, Friedrich. El ideal democrático y la contención del poder. En revista Estudios Públicos, n° 1, Santiago de Chile, Diciembre, 1980, p.14.

 17 "Hoy es preciso consagrar nuestra imaginación y nuestra energía a la organización social de ese nuevo universo y a la determinación de nuevos mecanismos de inserción, y negarse a aceptar el divorcio indemnizado entre lo económico y lo social" FITUSSI... Op. Cit. Pág. 190

 18 Bobbio, N. El futuro de la democracia. México, Fondo de Cultura Económica, 1996. P.142.

 19 Hago alusión a "El declive del hombre público" de Richard Sennett, Barcelona, Península, 1978

 20 LECHNER, Norbert. La democracia entre la utopía y el realismo. EN: Revista Internacional de Filosofía Política. Madrid, Nº 6, Diciembre de 1995, pág. 110

 21 Fitoussi y Rosanvallon lo presentan así "el mercado mundial impulsa el crecimiento y destruye puestos de trabajo; permite financiar la economía pero limita los márgenes de maniobra presupuestarios; multiplica las riquezas pero aumenta las desigualdades hasta lo intolerable..." Op. Cit., pág. 14. La cita continua con una frase que resulta desafortunada, si no imprecisa: "Del mismo modo, el movimiento de la democracia libera a los individuos pero atomiza el cuerpo social y deshace las solidaridades" Desafortunada digo puesto que confunde la democracia con liberalismo, cosa que no es del todo cierta. Otra cosa es que la democracia que conocemos hoy sea llamada confusamente "democracia liberal". Pero, lamentablemente, no puedo desarrollar esta objeción en este momento.

22 FITOUSSI y ROSANVALLON . Op. Cit., pág. 204.
 
 

Lic. Arleison Arcos Rivas
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