Hola había una vez...

Un zorro muy perezoso. Tenía una chacra, pero como era mal labrador, hacía varios años que no la sembraba. No le gustaba el trabajo de la tierra, tan sedentario y sucio. Le parecía indigno de él, quien era tan apuesto y quien prefería una vida de largos viajes y buena cacería. Pero cada día que pasaba sentía más necesidad de hacer producir aquella chacra inútil, pues no siempre andaban bien sus negocios y pasaba hambre con frecuencia.

La solución estaba en encontrar un socio que trabajara por los dos. Pensó entonces en el quirquincho, que era buen labrador; además, ya que tenía fama de ser poco inteligente, el zorro fácilmente podría aprovecharse de su trabajo. Y así fue como buscó al quirquincho y le propuso formar una sociedad. El quirquincho pondría la semilla y el trabajo; el zorro, la tierra, y estipularía la forma de repartir el producto. El quirquincho aceptó y dispuso todo lo necesario para llevar a cabo lo pactado.

El zorro dio entonces sus instrucciones: -Este año, compadre, será para mí todo lo que den las plantas de la siembra arriba de la tierra, y para usted lo que den abajo. -Bien, compadre -contestó el sembrador.

Pero el quirquincho era más inteligente de lo que pensaba el zorro. Se daba cuenta del escondido propósito del zorro, el de aprovecharse de su trabajo y de sus bienes, y sembró papas. Cuando llegó la época de la cosecha, a él le correspondieron las papas y al zorro las hojas inútiles que las plantas daban arriba de la tierra.

Al año siguiente, el zorro, molesto por el mal negocio, dijo a su socio: -Este año, compadre, como es justo, será para mí lo que produzcan las plantas bajo tierra y para usted lo que produzcan arriba. -Bien, compadre, será como usted dice -replicó el quirquincho. Y sembró entonces trigo.

Cuando estuvo maduro, lo segó, llenó su granero de espigas, y le entregó al zorro una carga de raíces sin utilidad.

No me dejaré burlar más -pensó el zorro, y al año siguiente le dijo al quirquincho: -Ya que usted, compadre, ha sido tan afortunado con las cosechas anteriores, este año será para mí lo que den las plantas arriba y abajo, y para usted lo que den en el medio. -Bien, compadre, ya sabe que respeto su opinión -dijo el quirquincho. Y sembró maíz.

En la época precisa levantó la cosecha y llenó sus graneros de hermosas espigas. Al zorro le entregó una parva hecha con las cañas, los penachos y las raíces del maizal.

El zorro quedó, así, en tres años reducido a la mayor miseria, mientras que el quirquincho prosperó gracias a su trabajo honrado. Y fue ése el castigo a la mala fe del socio tramposo.

Y así se cuenta, y se vuelve a contar, este cuentecito de nunca acabar.

Autor desconocido

 

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