EL DIA EN QUE EL CORRECAMINOS DESAPARECIÓ

LA VENGANZA DEL COYOTE


Un hecho insólito, la noticia del siglo para aquellos que durante años presenciaron día tras día, tarde tras tarde al correcaminos escapar de las fauces del coyote.

 A todo cochino le llega su sábado.

8:30 AM DEL DÍA MÁS CALUROSO DE ARIZONA

 

El Coyote (Carnivorous Vulgaris) se levanta y recuerda los hechos del día anterior. Piensa en voz alta y las únicas palabras que se comprenden son: maldición, correcaminos, mala suerte... El coyote se dirige hacia la cocina para ver si puede comer algo, como de costumbre, se muere de hambre.

Abre la nevera y lanza una frase censurable al darse cuenta de que esta vacía. Revisa desesperado los anaqueles y gavetas, encuentra mas de lo mismo...., nada. Regresan sus pasos hacia el dormitorio, intenta leer el periódico pero no puede concentrarse, prende la televisión y pasa por todos los canales pero no hay nada que le llame la atención. Se sienta en la cama, prende un cigarro y comienza a elucubrar sobre su próxima movida contra El Correcaminos.

El tiempo transcurre lentamente mientras su cabeza reposa inerte sobre sus manos. Escucha los últimos reportes del informativo Warner Bross sin mirar a la pantalla. De repente: un anuncio que promete una formula mágica para adelgazar. Un chiste amargo para el pobre coyote.

Sus ideas quedan en el aire por un rato y, de repente, sus ojos se iluminan cuando aparece en la pantalla un comercial de ACME. Sobre su cabeza se enciende entonces un bombillo que ilumina su cara y su miserable cueva.

BIP - BIP

 

El correcaminos (Avexus Lechudis) se levanta, se desayuna unas cotufas con leche y sale a correr, a velocidades extremas, los caminos y autopistas de su querida Arizona.

Siempre ha tenido este pajarraco una obsesión perversa por el deporte. No solo en cuanto al perfeccionamiento personal, tanto estético como biológico, sino que ha convertido la velocidad en un vicio comparable al que siente un crackero por la piedra. Muchos atribuyen tal comportamiento a una suerte de frustración y complejo que se desarrollo en el ave al no poder volar. De ahí que el correcaminos siempre le a gustado poner en ridículo al coyote, su eterno rival.

No son todos a los que gustan calificar para este personaje como un ser pretencioso y aberrado, mucho mas cuando últimamente le ha dado por correr forrado en pantalones ACME color fucsia y siempre acompañado por su diminuto celular.

Los días de este bichín corredor, sin embargo, ya no iban a ser iguales.


SOBRE LA CARRETERA

 

El coyote dibuja, con tiza, en un papel azul (como siempre), su macabro plan. Pretende que un Yunque modelo Steinway marca ACME, colgado por lo alta de un acantilado, caiga sobre la cabeza del correcaminos cuando este se detenga frente a un pequeño televisor hipnotizado por un irresistible info comercial de almohadas Sobakawa marca ACME.

El mamífero repasa una y otra vez su maquiavélica estrategia y después de soltar un suspiro inspirador sale de la casa. Sube a lo alto de un acantilado ubicado sobre la autopista preferida del correcaminos. Amarra una polea ACME en uno de los salientes del acantilado y atraviesa una cuerda por la que colgaría el gran yunque.
Deja caer desde arriba, una bola de plastilina ACME para pruebas de altura que le sirve para calcular el lugar exacto donde caerá el yunque. El coyote baja rápidamente a la carretera y comienza el proceso de atar el yunque, subirlo a lo alto del precipicio, y dejar asegurada la cuerda a un cactus que hay al otro lado de la carretera. Efectos sonoros y una musiquita de ascensor comienza a sonar.

Coloca el televisor que retendrá al pájaro en el lugar en donde sé cayo la bola de plastilina. Prende el aparato y sintoniza el canal de ventas ACME 24 horas. Se coloca detrás de un grupo de arbustos, asegurando el otro extremo de la cuerda con sus manos, a esperar al correcaminos.

La víctima no tarda en aparecer y se detiene en seco frente al aparato de televisión - desde  hace unos años se ha convertido también en un adicto a la información -. El coyote casi con lagrimas de felicidad en los ajos, suelta el extremo de la cuerda y espera la colisión detrás de los arbustos. El info comercial termina y el correcaminos continua velozmente su camino, no sin antes decir ¡bip-bip!. El coyote se queda petrificado con la boca abierta ante la situación y no se da cuenta de que sobre si se avecina un gran yunque modelo ACME a la velocidad máxima que puede alcanzar un objeto de más de cuatrocientos kilos desde una altura de más de cien metros. Imposible describir como el coyote se destrozo debajo de aquel yunque, cuerdas de metal y poleas. Como, es imposible explicar porque siempre le ocurre este tipo de infortunios al raquítico canino.

El  sonido que produjo aquel accidente fue como el de dar un golpe a todas las teclas de un piano al mismo tiempo, sumando al crujir de los huesos. Una gota de sangre, pequeña y roja brota de su rodilla. Nunca antes le había pasado algo así, ni siquiera sabia que existía la sangre. Una imprevista señal de que, como nosotros, el coyote no es inmortal.

Pajaritos verdes, rojos y amarillos dan vueltas sobre su cabeza. Estrellitas salen de sus ojos y al abrir su gran bocota se puede apreciar que varios dientes se han caído por el golpe...


12:00 M DEL DÍA MÁS CALUROSO DE ARIZONA

 

El coyote se encuentra de nuevo con la cabeza entre sus manos y otra vez con la figura del correcaminos tatuada en su mente. Esta sentado en su cama, con la televisión encendida y: hambre, hambre. La única diferencia es que ahora le duele todo el cuerpo por el golpe de la mañana, que ahora tiene tres dientes menos que antes y que su cuerpo brota una gota de sangre.

 “Esta ves”, pensó en voz alta, “será la definitiva”.

El bombillo que se le enciende ahora indica haber hallado la solución, es mas bien foco de tres mil vatios de potencia, que le quema un poco el pelo y le deja una pequeña calva en la parte superior de la cabeza.

Mientras tanto el correcaminos, corre, corre, corre ....bip, bip.

El coyote hace unas llamadas telefónicas a amigos de otras comiquitas, pero de mas violencia, busca la información en la página web de ACME, modelos económicos de armas de fuego, modelos más sofisticados, miras láser, visores infrarrojos para la oscuridad, silenciadores, accesorios para el terrorista aficionado, y comienza a hacer sus pedidos vía electrónica con ACME Card.

     El contrato de la empresa ACME con sus consumidores electrónicos declara que la entrega se tarda más de media hora en llegar a su destino, la casa cubre con todos los gastos, incluidos los repuestos, las devoluciones, cobertura medica y seguro contra incendios e inundaciones.

         A los dos segundos se oye el timbre de su cueva y al abrir la puerta un paquete gordo y voluptuoso le espera.

Lo recoge y coloca sobre la mesa del comedor. Lo abre, saca y clasifica los instrumentos para lo que espera sea su última gran cacería. “Después de esto”, dijo “Pediré pizzas por teléfono”.


6:00 PM DEL DÍA MÁS CALUROSO DE ARIZONA

 

El coyote sale de su madriguera totalmente de negro, zapatillas de cuero para no hacer ruido, en el chaleco que le cubre el torso lleva un arsenal compuesto por seis pistolas de modelos y calibres diferentes, dos granadas de mano, un cuchillo de supervivencia, diversos tipos de balas para recargar las armas, varias decenas de metros de cuerda de escalar, un arnés para escalar atado a la cintura, guantes de cuero negro y un visor infrarrojo en la frente. Además, lleva en una mano un plato lleno de maíz, y en la otra un pote de pintura blanca. El plato de comida lo coloca en medio de la carretera por la que pasara el correcaminos rumbo a su casa, y esparce la pintura alrededor del plato. El coyote desaparece detrás de un conjunto de rocas a un lado del camino y espera pacientemente.

Al rato llega el correcaminos con la estela de polvo a sus espaldas y su brillante mono ACME, se detiene frente al plato de maíz y coloca sus patas en la pintura fresca. Devora todo lo que contiene el plato con su gran pico torcido y, justo al partir, suelta su irritante: ¡BIP – BIP!, para después perderse velozmente en el horizonte.

El coyote ríe complacido por el éxito de la primera parte de su plan, ahora solo tiene que seguir las huellas que le conducirán al hogar de su deseada presa.

El coyote llega al macizo en el que vive el correcaminos. A lo alto de la gran masa de tierra hay una cueva donde hay una luz encendida que indica que el ave aun se encuentra despierta. Pasan cinco minutos y la luz se apaga.

El predador procede a encender su visor infrarrojo para poder moverse con seguridad en medio de aquella oscuridad. Sube a lo alto del macizo, asegura bien un extremo de la cuerda, y comienza a hacer rappel hasta llegar a la altura de la entrada de la cueva de la posible presa y la imagen es una suerte mutación entre Discovery Chanel y SWAT.

Con un pequeño salto se coloca justo al frente de la cueva y con pasos ágiles comienza a penetrar dentro de la vivienda, esquivando lo poco confortables muebles del ave corre y corre.

Saca una de las pistolas de su chaleco, la que tiene mira láser y silenciador, moviéndose como un experto agente SWAT, se aventura hasta la habitación de su aspirado manjar. Seguidamente se coloca a un lado de la cama hasta que pueda escuchar la acelerada respiración del durmiente. Siente como su propio corazón late más rápido que nunca, parece como si su propio corazón lo fuese a delatar despertando al pájaro.

Apunta el láser a una de las patas del correcaminos y dispara el arma que suelta un sonido sordo como el descorche de una botella de vino. La sangre que expulsa el muslo del pájaro, llena las paredes, inunda el colchón, y mancha de rojo la ropa del coyote. Sangre, sangre. El correcaminos también esta vivo, el correcaminos también puede morir.

Herido grita desesperado por el dolor, como no tiene manos ni brazos, no puede parar la hemorragia de su pierna, el coyote comienza a llorar de la alegría, al ver su tarea casi terminada, su destino a punto de concluir. Ah, el coyote era objeto y no medio de su obsesión.

En un acto de ira en contra del causante de sus desgracias existenciales, el coyote culmina fríamente con la vida del el correcaminos con un certero tiro en la sien que desparrama los pocos sesos que alguna vez llenaron la cabeza del ave. Era él ultimo movimiento, el definitivo. Las emociones del coyote se manifiestan abiertamente, llora, ríe, grita, baila. El coyote saca su cuchillo de supervivencia y comienza a picar al ave en presas, los muslos, la pechuga, el contra muslo...., y las mete todas en una gran bolsa de basura.

Arrastra la gran bolsa hasta su madriguera, sintiendo una gran sensación de paz en su alma, se ha quitado un peso de encima, una cruz que llevo desde el primer día en que le provoco comerse al correcaminos. Llega a su casa y se dirige directamente a la cocina en donde prepara un gran pipote con aliños, y mete todas las presas en él. Reboza todos los trozos en huevo y pan rallado. Guarda unos en el congelador y separa los más apetitosos para freírlos. Los fríe y los devora acompañados con diversas salsas, como animal que no ha comido en mucho tiempo, lo cual es cierto.

Ahora es un animal con la conciencia tranquila, ¿Sí?, pero algo pasa, no todo esta bien, se siente intranquilo, nervioso, ansioso. Ha devorado al objeto de su deseo, a lo que amaba y con lo que soñaba. ¿Ahora que le quitara el sueño? ¿Ahora que alimentara su alma y sus anhelos?

El coyote, sabe, intuye que al terminar la vida del correcaminos también se quedaran sus esperanzas vacías, el porvenir, el porvenir.....

El coyote mira la pistola que esta sobre la mesa, su brillo lo llama, hace: ¡Bip – Bip! Y ahora que....

Ahora suena un disparo solitario en el desierto de Arizona.