Una invitación
 
      Mucho tengo que agradecer a Enrique Gabriel Navarro y a Ramón Alonso Luzzy cuando al cumplir los dieciocho años me presenté en su estudio de la calle del Huerto del Carmen en Cartagena, dispuesto a prepararme para la escuela de Bellas Artes de Valencia.

     Pensaba por entonces que me mandarían comprar unos pinceles, unos tubos de óleo y un lienzo para empezar a pintar cuanto antes, como la mayoría que allí recibían las clases, sin saber yo que estos ya llevaban  unos cuantos meses o años de sesiones.

     Empece con un lápiz y una goma y eso sí, dibujar, dibujar y más dibujar hasta el punto que llegué a pensar que me tenían algo de manía o que yo no servia para nada más.

     Ahora reconozco que ellos sentaron las bases de mi pintura  y que sin el dominio del dibujo poco se puede hacer con los colores.

     Al año de estar con los pintores me presenté en Valencia y me suspendieron, por lo que como los tiempos estaban difíciles empece a hacer Magisterio con la intención de que al terminar intentarlo de nuevo con la pintura, cosa que nunca ocurrió.

     Fue desde entonces cuando empezó mi labor como autodidacta, visitando exposiciones, estudiando arte, manteniendo el contacto con otros amigos pintores y sobre todo pintando. Quienes me conocen bien saben que nunca he dejado de pintar y que he ido conociendo las distintas técnicas a base de estudiar, de emborronar mucho y de dedicar muchas horas, sobre todo de la noche disfrutando con una de las cosas que más adoro en este mundo.

     Muchos son los que me han animado a que mis obras salgan de la carpeta para ser expuestas, cosa que a mí siempre me ha dado igual, entre otras cosas por que no vivo de esto aunque son motivo de orgullo, de un orgullo muy personal. Técnicamente deben tener muchos defectos y a los ojos de los demás, que ahora las pueden ver por primera vez pueden parecer.........;
Pero son un “continuar” y los que me rodean entienden de ellas, saben del momento que las pinté, el como y el cuando, de muchas hemos hablado, incluso discutido y en definitiva han sido una buena excusa para enriquecernos y comprendernos mejor.

     La colección de acuarelas que presento en Blanca que a algunos  puede parecer como un lugar “poco relevante”, tienen un gran reto artístico; en mi pueblo están acostumbrados a ver buena pintura a través de pintores locales de primer orden, sus habitantes los ven de vez en cuando en sus calles y en su huerta desarrollando su excelente labor.

     Espero que el pueblo y todos los que acudáis a ver la exposición entendáis las obras y todo lo que hay detrás de ellas, que podáis hablar conmigo y que disfrutéis cambiando impresiones de lo que allí estáis viendo. 
                                                                               ANTONIO YELO CANO

 

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