Una mañana como cualquiera otra un ave bajo del cielo para recordarme que estaba vivo, y con su dulce canto desperte, y al abrir los ojos el ave me dijo" es hora de que te lavantes y andes", quiero que te pierdas por el mundo, que camines en direccion del viento, no temas que la noche te protejera con su manto oscuro, el dia te proporcionará de calor, el rio te dará agua, mientras que el cielo te dejara creer en ti mismo, ahora levantate y anda.

Con las palabras del ave me aleje del árbol en el cual pase la noche, andube toda la mañana en compañia de la hermana serpiente que anduvo un rato a mí lado mientras me contaba de la soledad en la que vivia, sus ojos mostraban el dolor que es resultado de un exceso de soledad, mientras que su melancolico andar refleja su estado de animo. Ella me dejo para volver con su ya amada soledad que la llamaba con tenura, y mi dulce hermana ante el tierno llamado accedio a ir con ella, porque con ella se sentia segura, se sentia apresiada, asi que me dejó.

Pasada la mañana, y teniendo el sol encima de mis hombros, me dispuse a beber agua del arroyo cuyas aguas cristalinas se delisaban suavemente entre las rocas, produciendo un aquel sonido que relaja el alma

Junto a la orilla del riachuelo me quede contemplando los resplandores del agua, ver como los pequeños pecesillos nadaban unos con otros, como sus cuerpos se desplazaban entre el agua, y como la misma cambiaba su tonalidad con forme avanzaba a la otra orilla, quien era delimitada bruscamente por un pequeño acantilado, en cuya cima volan algunos pájaros.

Me tendi sobre la arena, que se habia calentado por los rayos del sol, y de la cual salian algunas piedras redondas, de colores diversos