Capacitando para matar
por Tte. Coronel David
Grossman
¿Por qué están disparando los chicos a sus compañeros de clase?
¿Estamos
capacitando a nuestros hijos para matar?
Soy de Jonesboro, Arkansas.
Viajo alrededor del mundo entrenando a personal médico, policial y del
ejército estadounidense acerca de las realidades de la guerra. Intento concientizar bien a los que
portan una fuerza mortal de la magnitud del acto de matar. Hay un número importante de personal
policial y militar que actúa como los "vaqueros", nunca se detienen para pensar
quiénes son y para qué están entrenados.
Tengo la esperanza de ayudarles a realizar un control de la
realidad.
Así
pues, yo un viajero mundial, experto en el campo de "matalogía" y la mayor
masacre escolar en la historia de los Estados Unidos ocurre en mi propia ciudad
de Jonesboro, Arkansas.* Me refiero a la muerte a tiros de cuatro
niñas y un profesor en el patio de un colegio primario el 24 de marzo. Fueron heridas otras diez personas, y
están detenidos, acusados de homicidio, dos muchachos de 11 y 13 años de
edad.
Mi hijo es alumno de uno de los colegios de la ciudad; por eso mi
tía, que vive en Florida, me llamó ese día y me preguntó, "¿Eso ocurrió en el
colegio de José?" Y dijimos, "No
hemos escuchado nada." ¡La tía supo
las noticias antes que nosotros!
Prendimos la televisión y descubrimos que los tiros ocurrieron no
tan lejos de nosotros, pero no en el colegio de José. Estoy seguro que casi todos los padres
en Jonesboro abrazaron a sus hijos esa noche y al meterles en la cama les
decían, "¡Gracias a Dios no era vos!"
Pero había también un gran sentimiento de culpa pues algunos padres en
Jonesboro no podían decir eso.
Pasé los primeros tres días después de la tragedia en el Colegio
Westside Middle (donde ocurrió el hecho) trabajando con los consejeros,
profesores, estudiantes y con los padres.
Jamás había pasado algo así a ninguno de nosotros. Yo formo a personas para reaccionar a
los traumas en el ejército, pero ¿cómo se responde a los chicos después de una
masacre en su colegio?
Yo era el guía principal para los consejeros y los religiosos en
la noche después de los tiros. Al
día siguiente hicimos participar, en grupos, al equipo docente. Luego los consejeros y religiosos, en
conjunto con los profesores, hicimos participar a los estudiantes. De esa manera les permitíamos
desahogarse de todo lo que había sucedido.
Solamente las personas que han vivido en conjunto un trauma pueden dar al
otro la comprensión, la aprobación y el perdón que son necesarios para
comprender lo sucedido, para luego iniciar el largo proceso de intentar
comprender el por qué del evento.
El
virus de violencia
Para comprender lo que hay detrás de Jonesboro y Springfield y
Pearl y Paducah y todos las demás brotes de este "virus de violencia", hace
falta que entendamos primeramente la magnitud del problema. Desde 1957, cuando el FBI (Oficina
Federal de Investigación) comenzó a guardar los datos, hasta 1992, se duplicó la
tasa de homicidios per capita. No
obstante se ve una imagen mayor del problema en el ritmo de los intentos de
asesinato, es decir, la tasa de asaltos con arma mortal. Esa tasa, en los Estado Unidos, ha
aumentado de unos 60 por 100.000 en 1957 a más que 440 por 100.000 para la mitad
de esta década. Pero a pesar de la
gravedad de esta realidad, sería peor si no fuera por dos factores mayores.
El primero es el aumento en la tasa de encarcelamientos de
delincuentes violentos. Prácticamente se cuadruplicó la población carcelaria
entre 1975 y 1995. Según el
criminalista John J. DiIulio "docenas de análisis empíricos...no dejan duda
alguna que el aumento en el uso de las cárceles ha prevenido millones de
crímenes serios. Si no fuera por
nuestro índice enorme de encarcelamiento (la tasa más alta de todas las naciones
industrializadas), sin duda la tasa de asaltos con arma mortal y de homicidios
sería aún mayor.
La tecnología médica es el segundo factor que mantiene la tasa de
homicidios a un nivel inferior a lo que pudiera ser. Según el Cuerpo de Servicio Medico del
Ejercito Estadounidense, la misma herida que hubiera matado a nueve de cada diez
soldados en la Segunda Guerra Mundial, habría matado solamente uno de cada diez
en Vietnam. Así pues, con una
estimación muy conservadora, si tuviéramos la tecnología medica del nivel de
1940, la tasa de homicidios sería diez veces mayor a la actual. La magnitud del problema se ha mantenido
baja por el desarrollo de pericias y técnicas sofisticadas de salvar vidas,
tales como rescates por helicópteros, operadores en líneas telefónicas de
emergencias, paramédicos, uso de resucitación cardio-pulmonar, centros
especializados en atender traumas y medicamentos nuevos.
No obstante, aún así, la tasa de crímenes está en un nivel
fenomenalmente alto y esa es la verdad alrededor del mundo. Según el Centro para la Justicia en
Canadá, entre 1964 y 1993 los asaltos per capita aumentaron casi cinco veces,
los intentos de homicidio aumentaron casi siete veces y los homicidios en sí se
duplicaron. Se ve tendencias
similares en otros países en la tasa de crímenes violentos per capita
denunciados al Interpol entre 1977 y 1993.
En Australia y Nueva Zelandia se aumentó la tasa de asaltos
aproximadamente cuatro veces y la tasa de homicidios prácticamente se duplicó en
ambas naciones. Se triplicó la tasa
de asaltos en Suecia, y aproximadamente se duplicó en Bélgica, Dinamarca,
Inglaterra-Gales, Francia, Hungría, Holanda y Escocia. El aumento de homicidios en estas
naciones era similar, pero el aumento era menos en que en las anteriores.
El virus de violencia atraviesa el mundo entero. La explicación debería ser algún factor
nuevo que está sucediendo en estos países.
Hay muchos factores presentes y ninguno debería ser descartado. Por ejemplo, la
proliferación de armas de fuego en nuestra sociedad. Pero la violencia se está aumentando en
muchas naciones con leyes muy rigurosas sobre las armas. Y aunque no deberíamos jamás quitar
importancia al abuso de niños/as, la pobreza, o el racismo, hay un solo variable
nuevo presente en cada una de estas naciones que está produciendo exactamente el
mismo fruto: la violencia en los
medios de comunicación que se presenta como diversión para los niños.
Matar va contra la naturaleza
Antes de jubilarme del ejército pasé casi un cuarto de siglo como
oficial de la infantería del ejército y como psicólogo; aprendía y estudiaba
como capacitar a personas a matar.
Créanme, somos muy buenos en eso.
Pero no es algo que se genera naturalmente; hay que enseñar a la persona a
matar. Y tal como el ejército está
condicionando a personas para matar, nosotros sin discriminar estamos haciendo
lo mismo con nuestros hijos, pero sin la protección.
Después de las matanzas de Jonesboro, el director del American
Academy of Pediatrics Task Force on Juvenile Violence (Grupo de Estudio de la
Violencia Juvenil de la Academia Americana de Pediatría) llegó a la ciudad y
dijo que por naturaleza los menores no matan. Es una destreza aprendida. Y la aprenden del abuso y la violencia
en el hogar y de modo persuasivo aún más, de la violencia como diversión en la
televisión, las películas y los juegos de video interactivos.
El matar requiere una capacitación pues hay una repugnancia
interior a matar a nuestro propio género.
La mejor manera de ilustrar eso es compartirles mis propios estudios en
el ejército sobre el matar.
Todo el mundo sabe que no se puede discutir ni dialogar con una
persona asustada o enojada. El
achicamiento de las vías sanguíneas, la vasoconstricción, ha cerrado
literalmente la parte frontal del cerebro--esa masa grande de materia gris que
le hace un ser humano y le distingue a Ud. de un perro. Cuando las neuronas se apagan, la parte
central del cerebro se encarga; el
proceso de pensar y los reflejos suyos y de un perro ya no son
distinguibles. Si alguna vez ha
trabajado con animales tendrá cierta comprensión de lo que sucede con seres
humanos asustados en un campo de batalla.
Las reacciones en el campo de batalla y del crimen violento proceden de
la parte media del cerebro.
Dentro de la parte media del cerebro Dios formó una resistencia
poderosa que va en contra del matar a nuestro propio género. Con pocas excepciones, cada especie
tiene la resistencia, grabado en el "disco duro", de matar a su género en las
batallas de territorio y de apareamiento. Cuando los animales con astas y
cuernos se pelean uno contra el otro, golpean cabezas de una manera
inofensiva. Pero al pelear con
cualquier otra especie, pasan al costado para destripar y acornear. Las pirañas morderán a cualquier objeto,
pero luchan entre sí con unos golpecitos de la cola. Los cascabeles también morderán a
cualquier cosa, pero solo luchan uno con el otro. Casi todos los especies tienen
"archivado en el disco duro" esa resistencia de matar a su propio género.
Al estar abrumados con enojo y miedo, nosotros los seres humanos
golpeamos frontalmente con esa resistencia de la parte central del cerebro que
generalmente no nos permite matar.
Solamente a los sociópatas -- quienes por definición no tienen esa
resistencia -- les falta ese sistema innato de inmunidad a la violencia.
Durante toda la historia humana, cuando los humanos se pelean
entre sí, hay siempre esta toma de actitud. Los adversarios hacen ruidos fuertes y
se inflan con el fin de desalentar al enemigo. Se fugan y se someten. Las batallas antiguas eran nada más que
competencias de empujones. La
mayoría de las matanzas no ocurrían hasta el instante en que uno de los
adversarios se daba vuelta y corría;
y, aún así, la mayoría era por apuñaladas en la espalda. Todos los historiadores militares
antiguos relatan que la gran mayoría de las matanzas ocurría en la caza cuando
el adversario huía.
En una época más moderna, la Guerra Civil de los Estados Unidos,
la tasa de disparos fue increíblemente baja. Patty Griffith demuestra que el
potencial de matar de un regimiento corriente de la Guerra Civil era de
quinientos a mil hombres por minuto.
El índice actual de matar era solamente de uno a dos hombres por minuto
por regimiento. (The Battle Tactics of the American Civil War
[Las Tácticas de Batalla de la Guerra Civil Estadounidense]). En la Batalla de Gettysburg, estaban
cargados 90 por ciento de los 27.000 mosquetes recogidos de los muertos y
moribundos después de la batalla.
Ésta sí es una anomalía, pues ocupó 95 por ciento del tiempo para cargar
el mosquete y solamente 5 por ciento para dispararlo. Pero aún más asombroso, de los miles de
mosquetes cargados, más de la mitad tenían cargas múltiples en el cañón -- había
uno que tenía 23 cargas en el cañón.
En realidad el hombre corriente cargaba su mosquete y lo alzaba al
hombro, pero no era capaz de matar.
Él era valiente, se paraba hombro a hombro con otro soldado, él hacía lo
que le enseñaban, pero en el momento de la verdad no era capaz de apretar el
gatillo. Y por eso, bajaba el arma
y volvía a cargarlo. Un porcentaje
minúsculo de los que disparaban apuntaban para acertar. La gran mayoría disparaba por encima de
la cabeza del enemigo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el general de la brigada del
ejército de los Estados Unidos, S. L. A. Marshall encargó a un grupo de
investigadores el estudio de lo que hacían los soldados en la batalla. Por primera vez en la historia
preguntaban a soldados individuales qué hacían en la batalla. Descubrieron que solamente 15 a 20 por
ciento de los que portaban fusiles eran capaces de disparar contra un soldado
enemigo expuesto.
Esa es la realidad en el campo de batalla. Solamente un porcentaje pequeño de
soldados es capaz y dispuesto a participar. Los hombres están dispuestos a morir,
están dispuestos a sacrificarse por su patria; pero no están dispuestos a
matar. Es una percepción fenomenal
de la naturaleza humana; pero al darse cuenta de esa realidad, los militares
sistemáticamente se ocupaban en el proceso de intentar solucionar ese
"problema." Desde una perspectiva
militar, una tasa de disparos de 15 por ciento entre los portadores de fusiles
es como una tasa de alfabetización de 15 por ciento entre bibliotecarios. Y lograron solucionar el problema. Ya para la Guerra de Corea, unos 55 por
ciento de los soldados estaban dispuestos a disparar para matar. Y en Vietnam la tasa alcanzó más de 90
por ciento.
Los métodos de esta locura:
la insensibilización
La manera que los militares aumentan el índice de matar en combate
debe enseñarnos algo, pues es la misma que utiliza nuestra cultura hoy día con
nuestros hijos. Los métodos de
capacitación que los militares utilizan son la brutalización, condicionamiento
clásico, condicionamiento operante y modelos a imitar. Explicaré esos métodos en el contexto
militar y mostraré la manera que estos mismos factores están contribuyendo a
aumento fenomenal de violencia en nuestra cultura.
La brutalización y la insensibilización ocurren al inicio de la
instrucción para nuevas reclutas.
Desde el momento en que se baja del autobús es objeto de abuso físico y
verbal: un sinfín de planchas,
horas interminables en posición firme o de correr con cargas pesadas y en todo
momento hay profesionales bien entrenados que se turnan para gritarle. Con el fin de que pierda toda
individualidad, le rapan la cabeza, y les llevan en manadas desnudas o vestidos
todos iguales. La brutalización
está diseñada para deshacer todos los valores y normas que tiene; y acepte
nuevos valores como la destrucción, la violencia y la muerte para su manera de
vivir. Al final uno está
insensibilizado a la violencia y la acepta como una destreza normal y esencial
para sobrevivir en su brutal mundo nuevo.
Con nuestros hijos ocurre algo muy similar a esa insensibilización
hacía la violencia; es por medio de la violencia en los medios de comunicación
-- pero en vez de jóvenes de 18 años, se innicia a los 18 meses cuando por
primera vez una criatura es capaz de discernir lo que ocurre en la
televisión. A esa edad una criatura
puede mirar algo que ocurre en la televisión e imitar la acción. Pero recién a los seis o siete años de
edad funciona la parte del cerebro que le permite comprender la fuente de la
información. A pesar de que los
niños pequeños tienen cierta comprensión de lo que significa fingir, su desarrollo mismo no les permite
distinguir con claridad entre la fantasía y la realidad.
Cuando el niño pequeño ve a personas disparadas, apuñaladas,
violadas, brutalizadas o asesinadas es como si fuera que realmente le ocurre a él.
Permitir que una criatura de tres,
cuatro o cinco años esté mirando una película "salpicadura", que por los
primeros 90 minutos esté aprendiendo relacionarse con un personaje y luego por
los últimos 30 minutos esté mirando, indefensa, mientras que ese amigo esté
cazado y brutalmente asesinado es el equivalente moral y psicológico de
presentar a su hijo a un amigo, permitir que juegue con el amigo y luego
descuartizar al amigo frente al hijo.
Y eso ocurre a nuestros hijos centenares de veces.
Tranquilo, les decimos.
"Vaya, es para divertirse.
Mira, no es verídica, es una película." Y ellos asienten con la cabeza pequeña
diciendo "está bien". Pero ellos no
pueden distinguir. ¿Se puede
recordar un momento en la vida suya o de los hijos cuando los sueños, la
realidad y la televisión fueron todos mezclados? Así es en ese nivel del desarrollo
psicológico. Eso es lo que los
medios de comunicación están haciendo con los menores.
The
Journal of the American Medical Association (La Revista de la Asociación Médica
Americana)
publicó un estudio definitivo epidemiológico sobre el impacto de la violencia
televisiva. La investigación
demostró lo que ocurrió en numerosas naciones después de la llegada de
televisión comparado con naciones y regiones sin televisión. Las dos naciones o regiones comparadas
son idénticas demográfica y étnicamente; un solo variable es diferente: la presencia de la televisión. En cada nación, región, o ciudad con
televisión, hay una explosión inmediata de violencia en el patio de recreo y
dentro de 15 años hay una duplicación de la tasa de asesinatos. ¿Por qué 15 años? Es que lleva ese periodo de tiempo para
que la brutalización de criaturas de tres a cinco de edad alcance la "edad
principal de crimen." Es que lleva
ese período de tiempo para cosechar lo sembrado cuando se brutaliza y
insensibiliza a un niño de tres años.
Hoy día los datos vinculando la violencia en los medios de
comunicación a la violencia en la sociedad son superiores a los que vinculan el
cáncer y el tabaco. Centenares de
estudios científicos válidos demuestran el impacto social de la brutalización
por los medios de comunicación. La
citada revista concluyó que "la introducción de la televisión en los años 50
causó una duplicación subsecuente en la tasa de homicidios. Es decir, la exposición a la televisión
por largos plazos durante la niñez es un factor causal detrás de aproximadamente
la mitad de los homicidios cometidos en los Estados Unidos, o sea,
aproximadamente 10.000 homicidios anualmente." El artículo también dice que "...
hipotéticamente si la tecnología televisiva nunca hubiera sido desarrollada, hoy
día anualmente habría 10.000 homicidios menos, 70.000 violaciones menos y
700.000 asaltos perjudiciales menos" (10 de junio de 1992).
Condicionamiento
clásico
El condicionamiento clásico es como el famoso caso de los perros
de Pavlov que uno estudia en la primera materia de psicología. Los perros aprendían a asociar el toque
de la campana con la comida y al estar condicionados, los perros no podían
escuchar la campana sin salivar.
Los japoneses eran maestros en el uso de condicionamiento con sus
soldados. Al inicio de la Segunda
Guerra Mundial los presos chinos fueron ubicados de rodillas, en una zanja, con
las manos atadas por detrás. Y uno
por uno, unos pocos soldados japoneses elegidos entraban en la zanja para matar
"su" prisionero a puñaladas de bayoneta.
Es una manera horrorosa de matar a otro ser humano. Sobre la orilla de la zanja un sinfín de
otros soldados jóvenes les animaba a la violencia. Comparativamente pocos
soldados actualmente mataban en esas situaciones, pero por medio de la exigencia
que los demás los observaren y los animaren, los japoneses eran capaces de
utilizar esta clase de atrocidades para condicionar, de manera clásica, a una
multitud de espectadores. Les
condicionaban a asociar el placer con la muerte y el sufrimiento humano. Inmediatamente después se invitaba a los
soldados espectadores a tomar sakí, la mejor comida que habían disfrutado
durante meses y a las así llamadas chicas de consuelo. ¿El resultado? Aprendían a asociar el hecho de cometer
actos violentos con el placer.
Los japoneses descubrieron que esa clase de técnicas tenía una
eficacia extraordinaria para facultar rápidamente a cantidades numerosas de
soldados a cometer atrocidades durante los siguientes años. El condicionamiento operante (que vamos
a considerar enseguida) le enseña a matar, pero el condicionamiento clásico es
un mecanismo sutil, aún poderoso, que le enseña a disfrutarlo.
Esta técnica es tan censurable moralmente que hay muy pocos
ejemplos de su uso en la capacitación moderna militar en los Estados Unidos,
pero hay ejemplos bien definidos de la manera en que los medios de comunicación
lo hacen con nuestros hijos. Lo que
está pasando con nuestros hijos es lo contrario de la terapia de aversión que se
presentó en la película "A Clockwork Orange." En esa película se le ata con correas a
una silla a un brutal sociópata, asesino masivo y le obligan a mirar películas
violentas mientras que le inyectan una droga que le da nauseas. Así que, él está sentado con nauseas,
con arcadas y vomitando mientras que está mirando las películas. Después de centenares de repeticiones él
asocia la violencia con las nauseas y limita su habilidad de ser violento.
Nosotros estamos haciendo precisamente lo contrario. Nuestros hijos miran imágenes gráficas
del sufrimiento y de la muerte humana y ellos aprenden a asociarlas con su
gaseosa favorita o algún caramelo o el perfume de la novia.
Después de las matanzas en Jonesboro una de las profesoras del
colegio me contó como respondieron los alumnos cuando ella les informó de lo
ocurrido en el otro colegio. "Ellos
se rieron," me dijo ella consternada.
Una reacción similar ocurre todo el tiempo en los cines cuando hay
violencia sangrienta. Los jóvenes
se ríen y aplauden y siguen comiendo sus palomitas y tomando sus gaseosas. Hemos criado a una generación de
bárbaros que han aprendido a asociar la violencia con el placer, tal como los
romanos aplaudían y merendaban mientras mataban a los cristianos en el
Coliseo.
El resultado en un fenómeno que funciona de una manera similar al
SIDA; yo lo llamo SIDVA -- Síndrome de Inmuno-Deficiencia de Violencia
Adquirida. El SIDA nunca ha matado
a nadie. Destruye el sistema
inmunológico y luego resultan fatales otras enfermedades que no le deberían
matar. La violencia televisiva por
sí sola no le mata. Destruye el
sistema inmunológico a la violencia y le condiciona a derivar placer de la
violencia. Y una vez que está en
las cercanías de otro ser humano y es el momento de apretar el gatillo, el
Síndrome de Inmuno-Deficiencia de Violencia Adquirida puede destruir su
resistencia proveniente de la parte media del cerebro.
Condicionamiento
operante
El tercer método que los militares utilizan es el condicionamiento
operante; es un procedimiento muy poderoso de estímulo-respuesta,
estímulo-respuesta. Un ejemplo
benigno es el uso de simuladores de vuelo para pilotos. Un piloto en formación se siente frente
a un simulador de vuelo durante un sinfín de horas; al encenderse cierta luz de advertencia,
se le enseña a responder de una manera específica. Al prenderse otra luz de advertencia, se
requiere de él otra respuesta.
Estímulo-respuesta, estímulo-respuesta. Un día el piloto realmente está volando
un avión jumbo; el avión está estrellándose y están gritando unas 300 personas
detrás de él. Él está mojándose,
está perdiendo la cabeza de susto, pero hace lo correcto. ¿Por qué? Porque ha sido condicionado para
responder en forma refleja a esta crisis particular.
Cuando una persona está asustada o enojada responderá como ha sido
condicionado a responder. Los
menores escolares ensayan a formar fila y salir del colegio en el caso que haya
un incendio. Un día ocurre tal
hecho y a pesar de estar asustados fuera de sí, hacen precisamente lo que su
condicionamiento les ha enseñado y se salvan la vida.
Los militares y las fuerzas de orden público han convertido el
matar en una respuesta condicionada.
Por ese medio han aumentado sustancialmente la tasa de disparos en el
campo moderno de batalla. El
entrenamiento para soldados de la infantería de la Segunda Guerra Mundial
utilizó blancos en forma de círculos concéntricos; hoy los soldados aprenden a
disparar contra siluetas en forma de hombres que saltan a su campo de
visión. Ese es un estímulo. Los aprendices tienen unos centésimos de
un segundo para abordar el blanco.
La respuesta condicionada es disparar al blanco, y luego ese cae. Estímulo-respuesta, estímulo-respuesta,
estímulo-respuesta -- los soldados o la policía hacen la repetición centenares
de veces. Más tarde, cuando el
soldado está en el campo de batalla, o el oficial de policía está haciendo su
recorrida y alguno le saca un arma, él disparará en forma refleja y disparará
para matar. Sabemos que 75 a 80 por
ciento de los disparos en el campo moderno de batalla resultan de esta clase de
capacitación estímulo-respuesta.
Ahora pues, si uno se siente un poco molesto por esto, ¿cuánto más
nos debería preocupar el hecho de que cada vez que un niño se divierte con un
juego de video interactivo de apuntar y disparar, él está aprendiendo
precisamente el mismo reflejo condicionado y las misma destreza motriz?
Yo era testigo experto en un caso de homicidio en Carolina del Sur
pidiendo moderación para un chico que enfrentaba una sentencia de pena
capital. Intentaba explicar al
jurado el hecho de que los juegos de video interactivo habían condicionado al
chico a disparar un arma para matar.
Él había gastado centenares de dólares en juegos de video aprendiendo a
apuntar y disparar, apuntar y disparar.
Un día él y su compañero decidieron que sería divertido robar una pequeña
tienda. Entraron, y él apuntó una
pistola 38 chata a la cabeza del cajero.
El cajero giró para mirarle y el acusado en forma refleja le disparó de
unos dos metros. La bala tomó al
cajero entre los ojos -- un disparo bastante notable con ese arma a esa
distancia -- y le mató a ese padre de dos niños. Después consultamos con el acusado
acerca de lo que pasó y por qué lo había hecho. Obviamente no era parte del plan matar
al cajero (había seis cámaras de video presentes). Él dijo, "No sé. Fue un error. No tenía que suceder."
En el mundo de la milicia y del orden público a menudo la opción
correcta es no disparar. Pero el
chico nunca, nunca, nunca pone monedas o fichas en la máquina de video con la
intención de no disparar. Siempre
hay algún estímulo que le pone en marcha.
Y cuando él se emocionó, y sus latidos cardíacos aumentaron, y la
vasoconstricción apagó la parte frontal del cerebro, ese chico respondió
precisamente a lo que había sido su condicionamiento: en forma refleja apretó el gatillo,
disparando con precisión tal como había hecho todas las veces que jugaba los
juegos de video.
Este proceso es extraordinariamente poderoso y espantoso. El resultado es que cada vez habrá más
seudopsicópatas caseros que matan en forma refleja sin mostrar ningún
remordimiento. Nuestros hijos están
aprendiendo a matar y aprendiendo a disfrutarlo; y luego nosotros nos atrevemos
a decir, "¡Ay! ¡Dios mío! ¿Qué pasa?"
Uno de los chicos (y eran chicos) que supuestamente participó en
los disparos en Jonesboro tenía bastante experiencia en disparar armas
verídicas. El otro no practicaba
disparos, y a nuestro entender casi no tenía experiencia anterior en
disparar. Entre los dos, esos
chicos dispararon 27 tiros a una distancia mayor a 30 metros y alcanzaron a 15
personas. Eso sí es un disparo
extraordinario. A menudo
encontramos situaciones como ésta -- chicos que jamás en la vida alzaron un arma
de fuego real pero que tienen una precisión de disparo increíble. ¿Por qué? Los juegos de video.
Modelando papeles a imitar
En el ejército uno se
confronta de inmediato con un modelo a imitar: el sargento de instrucciones. Él es una personificación de la
violencia y agresión. En conjunto
con los héroes militares esos violentos modelos a imitar siempre han sido
utilizados para influir las mentes jóvenes e impresionables.
Hoy día los medios de comunicación proveen modelos a imitar para
nuestros hijos, y se puede ver eso no solamente en los sociópatas rebeldes de
las películas y los programas de televisión, sino también en los aspectos
imitadores de los asesinatos de Jonesboro que son inspirados por los medios de
comunicación. Es ese aspecto de los
crímenes juveniles que las redes de televisión prefieren no comentar.
Investigaciones en los años 70 demostraron la existencia de
"suicidios agrupados" en los cuales los informes de suicidios de adolescentes
por televisión fueron la causa directa de numerosos suicidios imitadores de
adolescentes impresionables. En
alguna parte de cada población hay chicos que tienen el potencial de suicidarse
y que dirán a sí mismo, "¿Y qué? Yo
voy a enseñar a esa gente que me maltrataba. Ya sé cómo salir en la tele
también." Debido a esas
investigaciones hoy día los canales de televisión generalmente no informan sobre
suicidios. Pero los efectos de la
apariencia de jóvenes asesinos en la pantalla de la televisión es la misma: En alguna parte hay un chico con el potencial de
violencia que dirá a sí mismo: "¿Y
qué? Yo voy a enseñar a esa gente
que me maltrataba. Ya sé cómo salir
en la tele también."
Así es que hay asesinatos agrupados imitadores que se extienden
por los Estados Unidos como un virus diseminado por el noticiero nocturno. No importa lo que haya hecho una
persona, al salir su imagen en la TV se le convierte en una persona famosa y
alguien en algún lugar le emulará.
La historia de los disparos de Jonesboro se inició en Pearl,
Mississippi unos seis meses antes.
En Pearl un joven de 16 años fue acusado de matar a su madre y luego irse
a su colegio para disparar contra nueve estudiantes. Murieron dos de ellos, una su ex
novia. Dos meses más tarde el virus
llegó a Paducah, Kentucky; allí un joven de 14 años fue arrestado por matar a
tres estudiantes y herir a otros cinco.
Un paso muy importante en la diseminación de este virus de crimen
imitado ocurrió en Stamps, Arkansas.
Ocurrió 15 días después de Pearl y unos 90 días antes de Jonesboro. En Stamps un chico de 14 años, quien
estaba enojado con sus compañeros, se escondió en el bosque y disparaba contra
los niños que salían del colegio.
¿Suena conocido? En ese caso
fueron heridos solamente dos niños, por eso el mundo no llegó a escucharlo. Pero a nivel local, la cobertura
televisiva era excelente y es probable que dos chicos en Jonesboro, Arkansas la
vieron.
Y luego llegó a Springfield, Oregon y a muchos otros lugares. ¿Es eso el precio que queremos pagar
para el "derecho" de las redes de televisión de convertir a jóvenes acusados en
personas famosas y modelos a imitar por medio de la exaltación de sus fotos en
la televisión.
Nuestra sociedad necesita informarse acerca de estos crímenes,
pero cuando se transmiten las imágenes de jóvenes asesinos en la televisión se
los convierte en modelos a imitar.
Los niños corrientes de edad preescolar pasan 27 horas semanales mirando
la televisión. Este grupo de niños
tiene más comunicación directa con la televisión que con los padres y profesores
en conjunto. El logro máximo para
nuestros hijos es salir en la televisión. La solución es fácil, y sale
directamente de la literatura de suicidiología: los medios tienen todo el derecho
y la responsabilidad de contar la historia, pero no tienen ningún derecho de
glorificar a los asesinos presentando sus imágenes en la TV.
Control de la realidad
Sesenta por ciento de los hombres en la TV participan en
violencia: 11 por ciento son
asesinos. Contrarias a las tasas
corrientes, en los medios de comunicación la mayoría de las víctimas de
homicidio son mujeres. (Gerbner
1994)
En un pueblo en Canadá en el cual la TV llegó por primera vez en
1973, después de la exposición se documentó un aumento de 160 por ciento en la
agresión, los golpes, empujones y las mordeduras entre los estudiantes del
primer y segundo grado. En dos
comunidades similares sin TV no hubo cambio en la conducta de los
estudiantes. (Centerwall 1992)
Quince años después de la apariencia de la TV en los Estados
Unidos se duplicaron los homicidios, las violaciones y los asaltos. (Asociación Médica Americana)
Veinte por ciento de los estudiantes de colegios suburbanos
aprueban que se dispare contra "alguien que le haya robado algo." (Toch y Silver 1993)
En
los Estados Unidos aproximadamente dos millones de adolescentes portan
cuchillos, armas de fuego, cachiporras o navajas. Unos 135.000 los llevan al colegio. (America
by the Numbers)
Anualmente
los estadounidenses gastan más de US$ 100 millones en armas de fuego de
juguete. (What
Counts: The Complete Harper's Index
© 1991)
Desaprendiendo la violencia
¿Cómo se vuelve a casa desde ese lugar tenebroso y solitario al
cual hemos viajado? Un camino viola
las libertades civiles. Durante los últimos años la ciudad de Nueva York ha
logrado un progreso notable en bajar la tasa de crímenes, pero es posible que lo
haya realizado al costo de ciertas libertades civiles. Las personas que son temerosas dicen que
están dispuestas a pagar ese precio.
Otro camino sería simplemente apagarla; si no le agrada lo que
está en la televisión, utilice el interruptor. No obstante, si los padres de las 15
víctimas de disparos en Jonesboro hubieran protegido a sus hijos de la violencia
televisiva, hubiera sido totalmente en vano, pues había dos chiquilines cuyos
padres no simplemente la apagaban.
La noche de los disparos en Jonesboro los religiosos y consejeros
estaban trabajando en pequeños grupos en la sala de espera del hospital, dando
consuelo a los parientes y amigos de las víctimas. Luego se dieron cuenta de que allí había
una señora callada, sentada, solitaria.
Un consejero se acercó a la señora y descubrió que ella era la
madre de una de las niñas que había sido asesinada. Ella no tenía amigas, ni marido, ni
familia con ella. Se sentaba allí
sola en el hospital; la pérdida la dejó sin sentido. "Yo vine acá para saber cómo recuperar
el cuerpo de mi nena," dijo ella.
Pero habían llevado el cuerpo a Little Rock, a unos 160 kilómetros, para
una autopsia. Su siguiente
preocupación era simplemente: "No
sé cómo voy a pagar los gastos fúnebres.
No sé cómo enfrentarlos." En
verdad esa nena era todo lo que ella tenía en el mundo. Venga a Jonesboro, amigo, y dígale a esa
señora que ella debería simplemente apagar la TV.
Un camino adicional para reducir la violencia es el control de
armas. No quiero quitarle la
importancia a esa opción, pero los Estados Unidos está atrapado en un ciclo
vicioso cuando se habla de control de armas. Los estadounidenses no confían en el
gobierno; creen que cada uno de nosotros debería ser responsable de sí mismo y
su familia. Eso sí es un punto
fuerte -- pero también es un punto de gran debilidad. Cuando los medios de comunicación
fomentan temor y perpetúan un ambiente de violencia, los estadounidenses se
arman para poder enfrentar esa violencia.
Y luego por el hecho de que haya más armas, es mayor también la
violencia. Y al aumentar la
violencia, se aumenta el deseo de armarse.
Estamos atrapados en un espiral de auto-dependencia y falta de
confianza. El progreso real
comenzará solamente al reducir el nivel del temor. Hablando como historiador les digo:
puede ser que pasen décadas, tal vez un siglo, antes que el estadounidense esté
destetado de su arma. Y mientras no
se reduzca el nivel de temor y del crimen violento, los estadounidenses van
a preferir morir antes que entregar
sus armas.
Los
mejores juegos no violentos de video
La siguiente lista de juegos no violentos ha sido desarrollada por
The Games Project. Los juegos
tienen una alta aprobación por su valor social, de juego y de mérito
técnico.
1. Bust a Move*
2. Tetris
3. Theme Park
4. Absolute
Pinball
5. Myst
6. NASCAR
7. SimCity
8. The Incredible
Machine
9. Front Page
Sports: Golf
10.
Earthworm Jim
Para obtener descripciones, la editorial y los precios de estos
juegos, con una base de datos de recomendaciones adicionales, viste el sitio de
The Games Project en la red: http://www.gamesproject.org/. Se actualiza periódicamente la
lista. Se anima a personas a
sugerir recomendaciones en la sección:
"Add your favorites" (Agregue sus juegos favoritos").
A la
defensa
Hace falta progresar en la lucha contra el abuso de niños, el
racismo, la pobreza y a favor de la reconstrucción de nuestras familias. Nadie rechaza la idea que el colapso de
la familia es un factor importante.
Pero hay naciones que no tienen tasas de divorcio similar a las de los
Estados Unidos, pero que sí tienen un aumento en la violencia. Es más; las investigaciones indican que
una fuente principal del prejuicio que se asocia con familias con solo uno de
los padres presentes ocurre cuando la TV reemplaza el segundo padre y también a
la niñera.
Hace falta luchar en todas estas áreas, pero hay también un frente
nuevo -- el de desafiar a los productores y los proveedores de la violencia en
los medios de comunicación.
Expresada de manera sencilla,
hay que formular legislación que declare ilegal los juegos violentos de
video para menores. No existe
ningún derecho constitucional del menor de jugar un juego interactivo de video
que le enseñe las destrezas de manipular armas o que simule la destrucción de
las criaturas de Dios.
Es posible que llegue el día cuando haya jurados en los Estados
Unidos que estén dispuestos a golpear a las redes de comunicación en el único
lugar que ellos realmente comprenden -- en su billetera. Después de los disparos en Jonesboro, la
revista Time dijo: "En cuanto a la
violencia en los medios de comunicación, se acelera rápidamente al mismo punto
que hace rato alcanzó el debate sobre el impacto del tabaco en la salud -- se
acabó. Ya son pocos los
investigadores que se molestan en cuestionar si el derramamiento de sangre en
la TV y en las películas tiene un efecto en los menores que lo presencian" (6 de
abril de 1998).
Más que nada el pueblo estadounidense tiene que aprender la
lección de Jonesboro: la violencia
no es un juego, no es gracioso, no es algo que hacemos para divertirnos. La violencia mata.
De la misma manera que les advertimos acerca de un cancerígeno
general, desesperadamente deberíamos advertir a cada padre y madre de familia en
los Estados Unidos acerca del impacto de la TV y de otros medios violentos sobre
los menores. El problema es que las
redes de la TV, que utilizan el espacio éter público que nosotros le hemos
autorizado utilizar, son el medio principal de educación en los Estados
Unidos. Y ellos están utilizando
tácticas que demoran la toma de decisiones firmes.
En los días posteriores a las matanzas en Jonesboro me
entrevistaron en la TV nacional canadiense, en la British Broadcasting Company
(la BBC de Londres), en muchos programas radiales nacionales e internacionales y
en los diarios. Pero las redes de
televisión estadounidense simplemente no querían aludir a ese aspecto del
acontecimiento. Jamás he visto en
mi experiencia como historiador y psicólogo a ninguna institución que tan
evidentemente es responsable por muchos muertos y tan obviamente está abusando
de su autorización públicamente registrada y el poder de cubrir su culpa.
Una y otra vez me contactaban productores jóvenes e idealistas de
una de las redes nacionales de comunicación. Estaban fascinados por la ironía que un
experto en el campo de violencia y agresión vivía en Jonesboro y que él
estuviera en el colegio casi desde el comienzo. Pero contrario a los otros medios de
comunicación, siempre murieron repentina y calladamente estas gestiones cuando
las autoridades de las redes nacionales decían a los productores: "¡Sí, sí, nos hace falta ese relato como
también nos hace falta una bala en la cabeza!"
Muchas veces después de las matanzas me han preguntado, "¿Cómo es
que Ud. no salió en la TV hablando sobre el tema de su libro?" Y cada vez tenía que contestar, "Las
redes de TV están enterrando esta historia. Saben que son culpables y quieren
demorar la retribución tanto como puedan."
Siendo yo autor y experto en el tema de matar, creo haber hablado
sobre el tema en todos los clubes de los Leones, los Kiwanis y los Rotary que
están en un radio de 80 kilómetros desde Jonesboro. Así que cuando la plaga de antenas
parabólicas se nos vino encima como unas enormes langostas, muchas personas aquí
llegaban a conocer los datos científicos que vinculan la violencia televisiva y
el crimen violento.
Las redes llevarán los lentes de sus cámaras a cualquier parte
para exponer a cualquier cosa. Como
moscas en una herida abierta, no hay nada que sea demasiado privada ni
vergonzosa para sus lentes investigadores -- salvo a sí mismos, y su cuota de
culpa en el terrible, trágico crimen que ocurrió aquí.
Un
ejecutivo de CBS* me
contó su plan. Él sabe todo sobre
el vínculo entre los medios de comunicación y la violencia. Su propia gente (de la empresa) le ha
advertido que él debería proteger a su hija del veneno que su propia industria
está entregando a los menores de los Estados Unidos. Él no va a exponer a su hija a la TV
hasta que ella haya aprendido a leer.
Luego él va a seleccionar con mucho cuidado lo que ella ve. Él y su esposa proyectan enviarla a una
guardería que no tenga televisión y él tiene la intención de proyectar solamente
videos que son adecuados para la edad de ella.
Eso sí debería ser el mínimo que se hace con los menores: proyectar solamente videos que son
adecuados por la edad y pensar muy bien en lo que es adecuado para la edad de
ellos.
El producto más benigno que se va a recibir de las redes son las
novelas o historietas que proveen soluciones instantáneas para todos los
problemas del mundo. Estas van
intercaladas con cortes comerciales que le hacen saber que clase de babosa es
Ud. si no ingiere las correctas sustancias dulces o no se pone los zapatos
correctos.
El peor producto que su hijo va a recibir de las redes se
representa por lo que un comentarista de la TV me dijo: "Bueno, en nuestra red tenemos un solo
programa semanal que es realmente violento y eso es NYPD Blue. Confieso que eso sí es malo, pero es
solamente una noche por la semana."
En eso me hice la pregunta, ¿qué sería su parecer si alguien la
dijera, "Bueno, solamente golpeo a mi esposa frente a los chicos una noche a la
semana?" El efecto es lo
mismo.
"¡Ustedes no deberían conocerme!" dijo Kim Delaney, estrella de
NYPD Blue, cuando respondía a unos niños que la reconocieron por su
papel en ese programa. Según la
revista USA Weekend, le chocó saber
que televidentes muy menores de edad miran su programa, que se clasifica como tv-14 por los crímenes horribles, el lenguaje grueso y las escenas explícitas
del sexo. Los niños lo miran. ¿No es cierto?
Da resultado el educar sobre los medios de comunicación y la
violencia. En la ciudad de San
Antonio, Tejas, salí en un programa radial en que el público participaba. Llamó una señora y dijo: "Hace dos años jamás hubiera tenido la
valentía de hacer esto. Quiero
contarles lo que sucedió y Uds. me digan si yo tuve razón.
"Mi hijo de 13 años pasó la noche en la casa de un amigo
vecino. Después de esa noche
comenzó a tener pesadillas. Por fin
me confesó el por qué de las pesadillas.
Cuando él estuvo en la casa del vecino pasaron toda la noche mirando
películas salpicaduras: había
personas que descuartizaron a otras con moto sierras y cosas similares.
"Llamé a los vecinos y les dije: 'Escúchenme, Uds. son gente
enferma. Mi parecer sería igual si
hubieran dado pornografía o alcohol a mi hijo. Yo no voy a tener otro contacto con
Uds., ni con su hijo -- si fuera posible, no permitiría tampoco que otros
vecinos tengan contacto con Uds. -- hasta que dejen de hacer lo que hacen.'
"
Eso es poderoso. Eso
sí es censurar. No es censura. Deberíamos tener la valentía moral de
censurar a personas que opinan que la violencia es una diversión legítima.
Una de las maneras más eficaces en que el cristiano puede ser sal
y luz es simplemente confrontar a la cultura de violencia como diversión. Un amigo mío, un oficial jubilado del
ejercito, quien enseña en un colegio básico cerca de nosotros, utiliza la
película Gettysburg para enseñar a
los estudiantes acerca de la Guerra Civil (de los Estados Unidos). Hay una escena en la película que
representa muy dramáticamente la tragedia de la Ofensiva de Pickett. Mientras que las tropas de la
Confederación asaltan las tropas de la Unión, los cañones disparan a quemarropa
a las masas y salvo una neblina rojiza que sube, no hay nada entre el humo y las
llamas. Él me contó que la primera
vez que él mostró esta escena trágica y desgarradora a los estudiantes, ellos se
reían.
Él comenzó a confrontar de antemano a la conducta de los
estudiantes. Decía, "En otra
oportunidad los estudiantes se reían de esta escena y yo quiero decirles que es
totalmente inadmisible esa conducta.
Esta película representa una tragedia en la historia estadounidense, una
tragedia que ocurrió a nuestros ancestros y no voy a tolerar ninguna risa." Desde ese momento cuando proyectaba esa
escena a los estudiantes, no había risa, al contrario muchos de ellos
lloraban.
Lo que los medios de comunicación enseñan no es natural y si lo
confrontamos con amor y confianza, la casa que ellos han construido sobre la
arena se desmoronará.
Pero nuestra casa está construida sobre la roca. Si nosotros no presentamos activamente
nuestros valores, entonces sin duda alguna los medios de comunicación impondrán
sobre nuestros niños los suyos; y los niños, tal cual los estudiantes mirando Gettysburg, simplemente no reconocerán
su error.
Hay muchas otras cosas que la comunidad cristiana puede hacer para
ayudar a cambiar a nuestra cultura.
Las actividades juveniles pueden proveer alternativas para la televisión
y las iglesias pueden ser guías en proveer lugares alternativos para los niños
que vuelven solos a casa a esperar a los padres. Grupos de compartir pueden proveer
dirección y apoyo para padres jóvenes que luchan para criar a sus hijos sin las
influencias destructivas de los medios de comunicación. Programas que proveen mentores
(ayudas-guías) pueden unir padres
adultos maduros y educados con padres jóvenes para ayudarles a pasar por los
años preescolares sin el uso de la tv como una niñera. Y sobre todo, las iglesias pueden
proveer la llamada clara a la decencia, el amor y la paz como alternativas a la
muerte y la destrucción -- no solamente para el bien de la iglesia, sino para la
transformación de nuestra cultura.
*******
El Tte. Coronel David Grossman es
experto en la psicología de matar.
Se jubiló del Ejercito de los Estados Unidos en febrero de 1998. Actualmente enseña psicología en la
Arkansas State University (Universidad Estatal de Arkansas; dirige el grupo de
investigación de matalogía en Jonesboro, Arkansas y ha escrito el libro titulado
On Killing: The Psychological Cost of Learning to Kill
in War and Society (En Cuanto a
Matar: El costo psicológico de
aprender a matar en la guerra y sociedad) publicado en inglés por Little,
Brown and Co, 1996. Este artículo
es una adaptación de un discurso presentado en Bethel College, North Newton,
Kansas, Estados Unidos de América,
en abril de 1998 y fue traducido al español con el permiso expreso del autor por
Lic. Jonathan Beachy. Consultas
sobre la publicación o reproducción del articulo deberían ser dirigidas al
traductor (Teléfono/Fax 595 21 294 355.
E-mail: jonathan@sce.cnc.una.py).
* El discurso original fue presentado en abril de 1998, un año antes del caso en el estado de Colorado donde murieron 15 personas incluyendo a los dos jóvenes que dispararon contra sus compañeros y profesores.
* Por ser desconocida la versión (si existiera) en español, no se traducen los títulos.
* CBS -- es una de varias redes nacionales estadounidenses.