COLOMBO

Por mucho tiempo la iglesia había estado dividida en dos grupos, el grupo occidental y el grupo oriental. De vez en cuando un reformador salía de uno o de ambos grupos, y por un tiempo guiaba a una porción de la iglesia a una relación más profunda con Dios. Tal hombre en el occidente fue Francisco de Asís. El verdaderamente prosperó por un tiempo, pero por fin su obra fue aniquilada por la jerarquía de Roma. Pedro Waldo de Lyons, un negociante que renunció a su vida secular, llegó a ser muy activo en el servicio del Señor y guió a muchos a Dios, pero fue contrarrestado en su obra y fue excomulgado por el Papa.

Ni los grupos occidentales como tampoco los orientales tenían entre ellos a un hombre con la posibilidad de ser el mensajero para esta edad, examinándolo a la luz de la Escritura. Sin embargo, hubo dos hombres en las Islas Británicas, cuyos ministerios en Palabra y en hechos podían soportar la prueba de la Verdad. Ellos fueron San Patricio y San Colombo. Es a San Colombo a quien le corresponde el oficio de ser el mensajero.

Aunque el mensajero a la edad de Tiatira fue San Colombo, yo quiero comentarles un poco acerca de la vida de San Patricio como un ejemplo para nosotros y también para mostrarles la mentira acerca de la pretensión de Roma de que San Patricio pertenecía a ella, así como tampoco pertenecía Juana de Arco. Patricio nació de la hermana de San Martín, en la pequeña ciudad de Bonavern que estaba situada en las riberas del río Clyde. Cierto día mientras estaba jugando en las playas del río con sus hermanas, llegaron unos piratas y se llevaron a los tres niños.

Nadie sabe qué sucedió con las niñitas, pero Patricio (su nombre era Saccat) fue vendido a un comandante en el norte de Irlanda. Su obligación era atender los cerdos. Para hacer esto, él amaestró a unos perros. Sus perros fueron tan perfectamente amaestrados que mucha gente venía de lejos y de cerca para comprarlos. El, en su soledad, se rindió a Dios y fue salvo. Entonces en él despertó el deseo urgente de escapar y volver a su casa y a sus padres.

El formuló un plan en el cual su habilidad como amaestrador le sirvió de gran utilidad. Enseñó a los perros que se acostaran sobre él, cubriendo su cuerpo cuidadosamente, y que no se moviesen hasta que él les diera la orden de hacerlo. Entonces cierto día cuando su dueño vendió varios perros, Patricio ordenó a los perros (con excepción del líder del grupo) a que se metieran al barco. El líder del grupo, al cual le había dado una orden secreta, corrió y rehusó subirse a bordo. Mientras el dueño y el comprador trataban de atrapar al perro, Patricio se subió al barco y ordenó a los perros que le cubrieran; entonces con un silbido llamó también al líder a la barco y que se echara sobre él. Siendo que no podían encontrar a Patricio en ningún lado, el negociante alzó la vela y salió al mar. Después de asegurarse de que el capitán estaba demasiado lejos para regresarse, Patricio dio otra señal que hizo que los perros se pelearan. El vino ante el capitán y le dijo que si no lo llevaba a su casa, él mandaría a los perros que siguieran peleando y él tomaría posesión del barco. Sin embargo, por cuanto el capitán era un Cristiano, cuando oyó el relato del joven, con mucho agrado lo llevó a las riberas cerca de su casa.

Patricio ingresó en la escuela Bíblica y luego regresó a Irlanda donde ganó a miles para el Señor por medio de la Palabra y el poder de Dios en muchas señales y maravillas. El, en ninguna ocasión fue a Roma ni tampoco fue comisionado por Roma. La verdad del asunto es que Roma, cuando al fin estableció un fundamento seguro en la isla y vio que el tiempo era oportuno, mató a más de 100.000 Cristianos, quienes a través de los años, habían crecido de aquel grupo original que había venido al Señor bajo la guianza de San Patricio.

Aproximadamente 60 años después de la muerte de San Patricio, Colombo nació en la familia real de Fergus, en el norte de Irlanda, en el condado de Donegal. El llegó a ser un estudiante consagrado y sobresaliente, aprendiendo de memoria la mayor parte de las Escrituras. Dios le llamó en una Voz audible a ser un misionero. Después de haber oído la Voz de Dios, nada lo pudo detener, y su maravilloso ministerio hizo que muchos historiadores lo colocaran juntamente con los apóstoles. Tan magnifico fue su ministerio, seguido de señales sobrenaturales, que algunos (especialmente los estudiantes de Roma) pensaron que los relatos fueros exagerados.

En uno de sus viajes misioneros, él llegó a una ciudad amurallada, cuyas puertas estaban cerradas para que él no entrara. Alzó su voz en oración a Dios y le pidió que interviniera, permitiéndole entrar para predicar a la gente. Mientras oraba, los magos de la corte empezaron a hacerle mofa con ruidos estrepitosos. Entonces él empezó a cantar un salmo. Mientras cantaba, Dios aumentó el volumen de su voz hasta sobrepujar el bullicio de los paganos. De repente las puertas se abrieron por su cuenta. El entró y predicó el Evangelio ganando a muchos para el Señor.

En otra ocasión cuando también le fue prohibido el paso a cierta aldea, se dio la vuelta para marcharse y repentinamente el hijo del jefe se enfermó, como para morir. Rápidamente buscaron a San Colombo y lo llamaron. Cuando ofreció la oración de fe, el niño fue sanado instantáneamente y el pueblo se abrió para la evangelización por la Palabra de Dios.

El Evangelio puro predicado por Colombo y sus colaboradores se esparció por toda Escocia, tomándola a Dios. También llegó a Irlanda y al norte de Europa. Su modo de esparcir el Evangelio fue que tal vez una docena de hombres, bajo un líder, entrarían a un campo nuevo y literalmente construirían una ciudad basada y centralizada en Dios. Entre estos doce hombres habrían carpinteros, maestros, predicadores, etc., todos maravillosamente versados en la Palabra y en una vida Santa. Esta pequeña colonia estaría rodeada por un muro. Dentro de poco tiempo este recinto estaría rodeado por estudiantes y sus familias en sus propias casas, aprendiendo la Palabra y preparándose para salir y servir al Señor como misioneros, líderes y predicadores. Los hombres era suficiente arma para

tenían libertad de casarse, aunque muchos no se casaron para así servir mejor al Señor. Se mantuvieron libres de la ayuda del Estado y así también de la política. En vez de atacar las demás religiones, ellos enseñaron la verdad porque creyeron que la verdad era suficiente arma para cumplir los resultados que Dios tenía en mente para ellos. Eran totalmente independientes de Roma.

San Colombo fue el fundador de una gran escuela Bíblica en la isla de Hy (situada cerca de la costa suroeste de Escocia). Cuando él fue allí, la isla era tan estéril y peñascosa que no podía producir suficiente alimento para todos ellos. Pero Colombo sembró semilla con una mano mientras mantenía la otra alzada en oración. Hoy día aquella isla es una de las más fértiles de todo el mundo. Desde esta isla centralizada en la Biblia, salieron poderosos estudiantes dotados con sabiduría y con el poder de Dios.

Cuando leí la historia de este gran siervo de Dios y la maravillosa obra que realizó, me entristeció el corazón al hallar que el poder del Papa, en su deseo de traer a todos los hombres bajo su dominio, vino y con el tiempo corrompió estos campos misioneros, destruyendo la Verdad como fue enseñada por Colombo.

 

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