Revelación

Entonces mordimos la caña del misterio

y entramos en un templo

donde hasta los dioses lloraban.

Nómades al fin

vimos el tiempo abrir sus músculos

sobre el silencio de los pueblos sin

brujas

y a la noche encima de las ramas

con señales que no supe descifrar.

Ahora sé que alguien trataba de avisarme

en las intermitencias del sueño,

cuando veía entre destellos tus rostros

anteriores

o escuchaba mi nombre pronunciado por

extraños.

Pero igual seguí en la caravana,

con los días agolpándose en las ruedas

y el dolor dispuesto a guiarme con su

lámpara sin luz.

Hasta que en la rampa de una noche

inquieta

apartando en mi sopor la rapidez del alba

vi que era tu mano

la que sostenía la cuerda del péndulo.