LOS MAREADOS

 

¿Dónde van las aspirinas?

me oigo decir ahora. Más que nada por hablar. Una voz interior que tiene mucho de madre me pregunta qué se me dio ahora por guardar lo ajeno en su lugar cuando nunca me calenté por lo propio. Sí, mamá, pero adentro estaba todo tan en orden... Ahora que sólo puedo poner orden afuera ni siquiera son mis cosas...

Dice.

Aspirinas. Vaya despropósito. Mis impulsos vitales todavía manejan dolores familiares. No recuerdo haberlas comprado.

El baño es aquella puerta.

Además, si vamos a lo que siempre hice tampoco me dejaba abordar por desconocidos, ni me iba a miles (Miles) de kilómetros de casa por varios años sin explicaciones, sin abrigo y sin cospeles. Y sin embargo... Digamos que hace rato que no suelo lo que solía (ni duelo lo que dolía). A ver de dónde se apagaba la luz en este baño ah acá está uy mirá esa biblio

Digo. Sus ojos trazan una línea imaginaria entre mi brazo extendido y el baño, paneando el escenario de mi última desolación. Pienso si alguna vez entenderá que no la traje acá para inspirarle miedo, o lástima. Pathos, como quien dice. Existe una tendencia generalizada a creer en los llamados de ayuda, en los intentos deseperados, cuando en el fondo todo lo que los suicidas necesitamos es una parodia de adiós. Una vez tomada la decisión sobreviene una calma muy parecida a la felicidad (¿ah, sí?). Uno no se debate angustiado entre una y otra salida (¿ah, no?). No. Más bien inicia un estudio de factibilidad con la convicción de quien practica una eutanasia y la sangre fría de un asesino a sueldo. Ya no es sí o no, es dónde (voilà!), cuándo (Saturday night live!), cómo

¿Leíste todos esos libros?

teca, mirá, está Hart Crane, pobre, el del Brooklyn Bridge; está Nietzsche, están James y Joyce y su artista cachorro, digo adolescente, tiene a Camus y al pato Kerouac y los leyó Cortázar los leyó todos y Scott Fitzgerald y Poe si supiera! pegadito a Huxley y Bellow a lo mejor Bellow varias veces Orwell los dos Spencer? Hemingway WOOLF! Webb los Tymes dos leímos Cather Thoreau Benedetti Borges Borges Rottgardt Heidegger SartreKantBennett los mismos o casi los mismos libros

Tres bolsas de papel sobre la mesa. DELICATESSEN. Detrás de los ventanales regresa el barco de los turistas de las seis menos cuarto. Es casi de noche pero la vista del río, el puente y la isla tiene la afilada nitidez de febrero. (Por eso la trajiste, porque querés ver otra tarde como ésta, para que te sirva de coartada, porque este frío es mejor que el otro. Cagón). ¿Ah, sí? ¿Y qué te pensás, que se va a quedar acá montando guardia hasta mi muerte por causas naturales? La Parca y yo podemos desayunar tranquilos y a solas mañana (Brooklyn Bridge Breakfast), por lo que a ella le importa, y eso suponiendo que se quedara esta noche. ¿Qué apuro hay, digo yo? Tomémonos un

¿Probaste el Cointreau con vodka?

qué dijo ah sí vodka con Cointreau no me había fijado qué linda sonrisa tiene si ya sé que no es como la de Miles ningunasonrisaescomoladeMiles pero igual

Le digo sacando la Smirnoff de la bolsa. Saco también el consabido queso, el consabido vino, el consabido atado de Marlboro, la cajita de Gillette complete satisfaction or your money back sí claro, cualquier día qué más ah y un tubo de dentífrico.

Bueno, dale, yo busco el hielo.

este tipo también puede resultar macanudo (sacále el también y sacáte a Miles de la cabeza y del cuerpo y si ves que no queda nada en una y las huellas no salen del otro ponéle un poco de vodka a todo y tirále un fósforo)

y claro, nada más fácil en un loft que encontrar la cocina el dormitorio el recibidor la sala de música para el caso lo único que se esconde es el baño se esconde y espera sin prisa pero al acecho

Ya decía yo que eras otra aficionada... Igual que adiviné que eras argentina...

Sí, está bien, él te vio primero, dejá que se lo crea.

 

 

Debí sospechar que la yerba me delataría. Sólo nosotros pagamos lo que la cobran.

y vos doblemente idiota porque en la vida terminaste un mate, ni siquiera para darle el gusto a tu padre quempazdescanse pero qué se le va a hacer, una no puede ir por la vida o por el supermercado abordando a desconocidos por más cara de aviso de cigarrillos que tengan y recurre a este tipo de estratagemas para sucumbir más o menos dignamente a estas inexplicables ganas de levantarse a un argentino, tan inexplicables como las de cantar un tango que nunca te fue ni te vino bajando por Bowery (nada menos), sólo que un poco más espontáneas.

Tan irresistibles, eso sí, como este trago. Y este otro. Rara... como encendida... (música)

Qué gracioso. Debe pensar que es la primera vez que levanto en el supermercado. Si se conociera un poco se daría cuenta de que lo de la yerba no fue casual (¿y lo de las aspirinas qué?), que fue su sutil pero no menos deliberada carta blanca a la seducción posterior. No andaría tan tranquila por los supermercados si supiera que leo los carritos como otros leen las manos y que no se me escapa el más mínimo gesto; el recorrido que una mujer elige en el supermercado evoca a sus hombres y desnuda sus hambres. Sí, con una lógica abrumadora, vamos al supermercado a comprarnos y vendernos, y si bien nunca podemos conocer el valor real de la adquisición, llegamos a una idea aproximada de cuánto cree valer y cuánto nos va a costar (acostar). Todavía queda algo por perfeccionar en el sistema: lo del money back guarantee. Claro que en la vida... Sea como fuere, lo cierto es que aunque se lo oculte cortésmente, rara vez salgo solo del supermercado y rara vez mis paquetes amanecen en casa. Y si ésta es una excepción es porque

No andarías tan tranquila por los supermercados si supieras que leo los carritos como otros leen las manos.

¡No me digas! A ver, contáme. Contáme qué viste en el mío.

Explicáme, por ejemplo, cómo bajé a caminar por Canal Street y terminé en un supermercado de Brooklyn, con este frío.

 

 

 

 

¿Otro?

y me sirve y se sirve, postergando con toda deliberación la respuesta, jugueteando con mi atención.

y le sirvo y me sirvo, postergando con toda intención la respuesta, jugueteando con su atención. En tanto disfruto el ardor que se desliza por mi garganta. Un eléctrico ardor.

Bueno, vos sos una recién llegada... que se dejó el equipaje en algún taxi y tuvo que salir a reabastecerse. El pobre taxista, claro está, no tiene idea de lo que lleva atrás ni de lo que significa para vos, y se sentirá muy mortificado al darse cuenta de que no tiene forma de devolvértelo.

¿Y la dirección en la valija?

¿Buenos Aires Argentina? Eso es como mandarla a la mierda. Lo digo por la distancia.

Es cierto.

a Miles nunca le hablé de mi historia con demasiado detalle. Como queriendo (sacále el como) reescribirla. Vivir con Miles, en Miles y no en Manhattan para terminar hecha una despatriada por partida doble.

 

 

 

 

 

 

¿Vos también lo sentís?

Miles alejándose en un taxi con mi vida en el baúl o (más cinematográfico todavía) yo llegando tarde (en taxi) cuando el barco zarpa y de un zarpazo me arranca a Miles que cada día está más lejos

 

 

 

 

 

 

¿...que cada día está más lejos?

más lejos y yo sin siquiera una foto, una grabación o un testigo, algo que me asegure dentro de unos años o mañana que lo de Miles existió y alguna vez hablamos el mismo idioma aunque con distintos acentos, y aunque durante tanto tiempo yo hubiera preferido la traducción de Miles de la vida a la versión original sin subtítulos, que podía entender pero no compartir (y para no compartir casi mejor estar

Asiento con la cabeza. Miento, en cierta forma, ya que decir que lo siento supone algo más que la mera constatación. Seguidamente, aunque ni ella ni yo pensamos ya en Buenos Aires, hacemos un silencio mecánico y ritual, que tiene mucho que ver con la parafernalia asociada con el duelo.

 

 

 

Desde un punto de vista fenomenológico, ya es estar un poco muerto estar acá y que no le importe a nadie que te importe.

muerta) no muerta no si hay alguien que esté ahí para ver caer el árbol muerta no si cuando me encuentren leen el pasaporte y mandan el paquete a casa muerta no siempre y cuando los sentidos no me lo nieguen muerta no si la memoria no me traiciona y muerta no si alguien Miles me extraña me recuerda me odia me inmortaliza en sus anales de antropología o me algo muerta no mientras haya alguien que se mantenga sobrio para dar testimonio de todo muerta no en tanto y en cuanto no me dejenlo pensé o lo dije qué animal su cara me dice que lo dije y habíamos quedado en no dar indicios a ver como la arreglás ahora eh eh a ver

¿Y qué te hace pensar que estoy sola?

 

no fue eso lo que dije pero es lo mismo, ¡tantas cosas! ¿Cuál le digo? Su forma de fumar, de agarrar la copa como agarrándose a la copa, sus paquetes sobre la mesa, su contenido...

Tu presencia.

No importa. Eso no se dice, pero no importa. Tiene razón, pero no importa. A palabras impropias, mentiras.

lo digo y sé que es la peor elección pero qué le voy a hacer se me olvida que de todo se puede hablar menos de razones, al menos antes. Es el vodka.

Comparto un departamento con un antropólogo inglés.

que dijo llamarse Miles y cambió la antropología por el taxi, y se llevó mis ganas sin darse cuenta

Esquiva el golpe bajo como quien desoye un piropo. Buena salida, aunque sea mentira.

Y tiene su gracia el tema

dale, jugá y hacéte la graciosa que a la primera sonrisa sigue la primera

 

 

porque al principio

lágrimapeligrodelágrima

 

nos entendíamos por gestos, a lo primitivo...

tragá. Sanasana. Es el alcohol, nena, yo siempre te digo. No es dolor, son toxinas. Eso, toxinas eliminadas por vía ocular. En un eléctrico ardor.

 

 

  

 

¿Y éste qué mira? ¿Nunca vio a una mujer deshacha? ¿Borrecha?

 

 

 

 

 

 

Porque no es otra la imagen que me devuelve el reflejo de la barra. Una mueca de desagrado se me escapa ante la inminente caída en el cliché. ¿Qué estoy haciendo? En este momento podría ser prácticamente cualquiera, mal que le pese a la parte de mí que se resiste y habla. ¿Para qué? Como si nuestras ideas fueran nuestras. Como si lo que decimos, o incluso lo que hacemos, nos hiciera únicos. Como si pudiéramos perdurar en alguna memoria. Palabras de las que sólo tengo una vaga conciencia se me caen de la boca en una grotesca letanía de ectoplasma, envolviéndome contra mi voluntad en un fantasma arquetípico, intelectual y bergmaniano. Cada sílaba me arrebata un matiz, un relieve, una sombra; me enajena, me da a desconocer. Se frustra así el propósito de todo esto, el de intentar ser y no ser en función de; el de quitarme las cadenas y la sábana blanca y convertirme al menos en alguien en particular.

Envuelta también en inevitables sábanas descubro (confirmo) que la química tampoco sabe de monogamias y que estas dos piezas (oh verdad animal) también encajan.

¿Por qué, entonces, en lugar de sucumbir a la inigualable armonía de la comunión con el cosmos, a la sublime dicha de casi no existir, me veo impulsada a huir del abrazo ebrio y dormido hacia la ducha?

¿Por qué el agua caliente, en lugar de fundirse con mi llanto ante la amarga revelación, más bien ahoga unas risotadas quizá demasiado sonoras?

¿Por qué, por fin, desoigo los reclamos de mi fuero íntimo burlado, que me insta a abandonar este valle de lágrimas, y me lavo los dientes como si el dentífrico no se llamara Colgáte?

¿Será que he comprendido al fin que la muerte no es más que escapar de un lugar común a otro, ergo, que haga lo que haga da exactamente lo mismo?

¿O que me dé lo mismo es otro lugar común?

no; ¿por qué iba a ser mentira? ¿acaso tengo pinta peligrosa? Verifiquemos nuestra expresión, a ver... Apoyá el vaso (despacio) y miráte en el vidrio (Narciso) no no es para tanto creo yo, tal vez los ojos un poco vidriosos (a tono con el vidrio, ja, a tono con

 

 

los suyos?) pero nada alarmante. Ausencia absoluta de señales que hagan sospechar lo irrevocable de mi determinación (¿a saber?) y que por ende pudieran ahogar las llamas de un posible deseo reemplazándolas por la serena y firme tibieza de una mano temprana pero tardíamente amiga.

 

 

No.

No es una mano amiga la que responde a la mía, ni lo son los gestos del primer contacto, presurosos por acallar mutuas mentiras. Es el viejo ritual otra vez; el ilusionismo en virtud del cual nos sacamos la ropa para cubrirnos y enmascaramos al individuo descubriendo la especie. Sí, es ese viejo ritual otra vez.

No.

Otra vez no. La última vez. Y la última vez, al igual que la primera, parece capaz de rescatar, fugazmente, toda experiencia de su manifiesta futilidad. Así, cuando el tiempo nos aleja de la primera vuelta en triciclo, el primer beso y la primera náusea, la inminencia del adiós tiñe las vivencias de un sentido de finalidad que, acaso por un instante, incluso parece serles propio.

 

 

Por eso, ya no es necesario esperar que sean éstas las mejores caricias, porque el antojadizo arbitrio de morir mañana se encargará de eternizarlas. Por eso, ya no es necesario esperar.

Adiós, pues, cuerpo y contracuerpo. Adiós, mujer, adiós deseo. Adiós, denodados intentos y escaramuzas vanas. Adiós relojes y escaleras; adiós huidas circulares. Adiós razones, excusas, simulacros. Adiós alcoholes, bienvenido espejo. Adiós, Adrián; adiós, Dios.

 

 

 

 

Hola metal.

 de dónde viene esa luz ah es que ya es de día ah la cabeza me explota última vez que tomo tanto si ya sé que en eso habíamos quedado no una vez que se fuera ella ELLA? dale abrí los ojos no en la cama no está se estará duchando sin embargo no se oye la ducha pero la puerta está cerrada y ya son LAS DOCE claro esta mina se re fue al fin solos parca y ahora qué hago eh me visto para qué (brooklyn bridge brunch) dále movéte prepará el baño (los pantalones) buscá la gillette (no aspirinas quiero aspirinas además tengo hambre y el queso intacto me llama desde la mesa) levantáte de una vez sí pero no (¿qué hacen acá todas sus compras?) despacio primero la izquierda (¿la vena?) no boludo la pierna mirá qué cinturón para ahorcarse no mejor el cuchillo del queso -previo saque no es cuestión de viajar en ayunas pero dónde lo puse?