Octavio Paz





Niña

A Laura Elena Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento, alto deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada. Nombras el cielo, niña. Y las nubes pelean con el viento y el espacio se vuelve un transparente campo de batalla. Nombras el agua, niña. Y el agua brota, no sé dónde, brilla en las hojas, habla entre las piedras y en húmedos vapores nos convierte. No dices nada, niña. Y la ola amarilla, la marea de sol, en su cresta nos alza, en los cuatro horizontes nos dispersa y nos devuelve, intactos, en el centro del día, a ser nosotros.

Primavera a la vista

Pulida claridad de piedra diáfana, lisa frente de estatua sin memoria: cielo de invierno, espacio reflejado en otro más profundo y más vacío. El mar respira apenas, brilla apenas. Se ha parado la luz entre los árboles, ejército dormido. Los despierta el viento con banderas de follajes. Nace del mar, asalta la colina, oleaje sin cuerpo que revienta contra los eucaliptos amarillos y se derrama en ecos por el llano. El día abre los ojos y penetra en una primavera anticipada. Todo lo que mis manos tocan, vuela. Está lleno de pájaros el mundo.

Destino de poeta

¿Palabras? Sí, de aire, y en el aire perdidas. Déjame que me pierda entre palabras, déjame ser el aire en unos labios, un soplo vagabundo sin contornos que el aire desvanece. También la luz en sí misma se pierde.

El pájaro

En el silencio transparente el día reposaba: la transparencia del espacio era la transparencia del silencio. La inmóvil luz del cielo sosegaba el crecimiento de las yerbas. Los bichos de la tierra, entre las piedras, bajo la luz idéntica, eran piedras. El tiempo en el minuto se saciaba. En la quietud absorta se consumaba el mediodía. Y un pájaro cantó, delgada flecha. Pecho de plata herido vibró el cielo, se movieron las hojas, las yerbas despertaron... Y sentí que la muerte era una flecha que no se sabe quién dispara y en un abrir los ojos nos morimos.

Silencio

Así como del fondo de la música brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen.

Frente al mar

l Llueve en el mar: al mar lo que es del mar y que se seque la heredad. 2 ¿La ola no tiene forma? En un instante se esculpe y en otro se desmorona en la que emerge, redonda. Su movimiento es su forma. 3 Las olas se retiran -ancas, espaldas, nucas- pero vuelven las olas -pechos, bocas, espumas-. 4 Muere de sed el mar. Se retuerce, sin nadie, en su lecho de rocas. Muere de sed de aire.

Retórica

l Cantan los pájaros, cantan sin saber lo que cantan: todo su entendimiento es su garganta. 2 La forma que se ajusta al movimiento no es prisión sino piel del pensamiento. 3 La claridad del cristal transparente no es claridad para mí suficiente: el agua clara es el agua corriente.

Misterio

Relumbra el aire, relumbra, el mediodía relumbra, pero no veo al sol. Y de presencia en presencia todo se me transparenta, pero no veo al sol. Perdido en las transparencias voy de reflejo a fulgor, pero no veo al sol. Y él en la luz se desnuda y a cada esplendor pregunta, pero no ve al sol.

Epitafio para un poeta

Quiso cantar, cantar para olvidar su vida verdadera de mentiras y recordar su mentirosa vida de verdades.