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Patricia

Nuestra Historia

 

A nosotros, que de chicos jugábamos en la calle a la pelota, esquivando alegremente los pocos automóviles que pasaban por los suburbios de Buenos Aires en los principios de aquella ya lejana década del 60.
A nosotros, que de chicos jugábamos "a la maestra" inventando en cualquier pared un improvisado pizarrón donde escribir y dibujar con tizas de colores, para horror de padres, vecinos y allegados.
A nosotros, que hoy rondamos los cuarenta, este mundo - tan inmenso ayer- con su abrumador avance tecnológico, casi nos deja afuera.
¿Internet?. ¿Qué es eso?, nos preguntábamos hace apenas unos meses. Y luchando por ser activos, actuales, pero queriendo mantener nuestra sensibilidad, nuestro romanticismo -más propios de otros tiempos menos vertiginosos- nos embarcamos en la tarea de averiguar que es lo que significaba Internet. A los golpes aprendimos. Algo. Y hoy, recordando cuando algunas veces nos sentíamos abatidos, en un lugar y un momento en donde sólo el éxito parece importar, donde fracaso y muerte parecen ser sinónimos, podemos decir que gracias a haber conocido a Internet encontramos el amor.


Patricia:
En la oficina donde trabajo se conectaron a Internet. Por curiosidad empecé a navegar frenéticamente por la red. Ni sé como tropecé con Buscamigos un sitio donde hay un tablero de anuncios para encontrar amistades. Tampoco sé como, sin pensarlo, puse un aviso e imprudentemente (por la falta de experiencia) dejé el email de la oficina. Esa fue, prácticamente, mi primera experiencia en Internet. No me di cuenta qué es lo que iba a recibir ni de quién.

Luis: La computación me gusta desde siempre,  más por hobbies que por trabajo. Empecé con una histórica Commodore 64 como a los 25 años. Internet me interesaba y al fin me conecté hace más de un año. Si bien mi pasión era navegar y dejarme llevar hacia los temas que me gustaban terminé por darle una cierta utilidad en mi trabajo y en mi vida privada gracias a los servicios del correo electrónico. Un día una amiga española que hace poco vive en la Argentina, necesitaba saber como podía abaratar costos en comunicaciones con sus familiares mediante Internet. Me preguntó por "eso que llaman chat". Yo que me consideraba todo un experto en el tema, tampoco sabía nada. Decidí investigar y llegué hasta un tablero de anuncios donde inconscientemente envié más de diez mails a mujeres (todas mujeres) de mi edad. En realidad fue el mismo mail al que le había cambiado el nombre de la destinataria. Al rato, solamente al rato, me olvidé de mi "imprudente actitud".

Patricia: A los dos días de haber dejado aquel anuncio, al abrir el correo de la oficina me encontré con tres mensajes de personas desconocidas. El primero de ellos de un tal Luis que encabezaba el mail con un ¡¡¡Pato!!!. Yo, que ni sabía redactar por este medio, quedé como impactada desde el primer momento: porque nadie me llamaba Pato, porque era argentino y casi vecino y porque, al fin y al cabo, me sorprendió que alguien me escribiera. ¿Era realmente para mí ese mensaje?. ¿Cómo podría ser que alguien al que yo no conocía se animara a escribirme si tampoco me conocía? ¿Qué quería ese tal Luis?. De pronto me habían agarrado todos los miedos. Y sí, definitivamente el mail era para mí y lo que proponía este Luis era entablar una "amistad virtual". Está bien -me dije- entablemos.

Luis: Al otro día de haber enviado los mensajes, por primera vez a personas desconocidas, llegaron las respuestas. Ya no podía redactar una "carta modelo" y cambiar las destinatarias. Recuerdo haber estado escribiendo hasta la madrugada. Sin embargo la fascinación que me provocaba la novedad, podía más que cualquier cansancio. Yo, que nunca había salido de la Argentina, estaba comunicándome con gente de Colombia, Venezuela, Ecuador, España, Estados Unidos, Puerto Rico. Dos días después llegó rezagada la respuesta de la única argentina que yo había encontrado aquel día en el tablero de anuncios . Fue la respuesta más breve, la menos expresiva, la más formal, la más tonta.

 

Luis
Ya nos habíamos encontrado en aquella pizarra de Buscamigos Casi acostumbrados a lo finito del mundo, lo único que nos unía (hasta ese momento) era nuestra vecindad. Sin embargo seguíamos manteniendo nuestro anonimato. Fuimos aprendiendo juntos la aventura de comunicarnos. Con alegrías pero con algunos sobresaltos. Nos fuimos dando cuenta de las claves del email entre desconocidos para tratar de evitar los malentendidos. Aquí no hay gestos, actitudes corporales, inflexiones de voz que suavicen o endurezcan determinadas expresiones. Las mayúsculas, los signos de admiración, las aclaraciones entre paréntesis, esas caritas :) dibujadas con signos y los puntos suspensivos fueron nuestros aliados.

Luis: Pensé no escribirle más porque esa Patricia a la que yo, amparado por la impunidad del mail había apodado cariñosamente Pato, parecía no tener intenciones de seguir comunicándose conmigo. Insistí por el solo hecho de ser compatriota, lo que agregaba algo más de aventura a esta aventura. Pensé que tal vez fuera verdad (como lo había insinuado ella) que tuviera miedo y vergüenza. Insistí y al tercer o cuarto mail descubrí a una persona desenvuelta, divertida, amena y, por sobre todo, inteligente.


Patricia: Como en la oficina donde trabajo cualquiera puede abrir el correo, para preservar nuestra intimidad, Luis me enseñó cómo abrir una dirección gratuita. Empecé a llegar más temprano a la oficina para leer más tranquila los mensajes. La incertidumbre: ¿me habrá escrito hoy?. La ansiedad y la emoción: sí, allí estaban los mails de Luis, que esa noche se había desvelado y me había escrito uno... dos... tres... cuatro... cinco. Una sonrisa se iba dibujando en mi cara a medida que cada nuevo mensaje aparecía.

Con la intención de conocernos más y más, comenzamos a contarnos trozos selectos de nuestras vidas. ¡Qué difícil es contar todo - o casi- a un extraño!. Pero, curiosamente, entre anécdota y anécdota nos dimos cuenta que todo era muy ameno y tuvimos la sensación de habernos conocido desde siempre. Como un acuerdo tácito basamos esta relación en la sinceridad y esa, tal vez, haya sido la clave para la continuidad de nuestros encuentros escritos. Porque, como no podría haber sido de otra manera, cada cosa nueva que emprendíamos era motivo de un conflicto

Luis: Por primera vez decidimos entrar a un canal de chat. Me gustó mucho. Patricia me pareció más cercana que nunca.

Patricia: La primera vez que chateamos sentí incertidumbre, como si no reconociera que del otro lado estaba el mismo Luis que me escribía todos los días.

Luis: Yo insistía, dado que no nos conocíamos personalmente, en hacer una diferencia entre lo virtual y lo real. Patricia se molestaba aunque yo trataba de ser sutil.

Patricia: Yo estaba enamorada. Según Luis, empezamos a querernos virtualmente; yo no podía reconocer la diferencia entre lo virtual y lo real y me hería que él lo remarcara; era como quitarle importancia a lo que estaba sintiendo, que no era poco.

Así, entre los "te quiero" virtuales y reales y entre cambios de opiniones y discusiones provocadas por nuestras marcadas personalidades, continuamos con la relación que crecía de una forma tan vertiginosa, tan intensa que nos sorprendía y nos asustaba aunque no podíamos ni queríamos apaciguarla. ¿Cómo se le dice que no al amor?. Internet nos había regalado esta oportunidad de ser felices, ¿por qué habríamos de negárnosla?.

Patricia: Entramos en un sutil juego de seducción,  prácticamente desde el principio, provocado (si no me falla la memoria) por Luis -Sí, Luis, vos empezaste aunque reconozco que yo te seguí-. Es que ¿quién puede  resistirse a la dulzura, a la ternura, a las emociones que se viven cuando alguien recibe, de la otra persona, el corazón.

Luis: Creo que desde el primer día intenté seducirla. Ella primero parecía no responder a mis piropos. Yo seguía provocándola dulcemente. La respuesta que yo esperaba se hizo esperar pero al fin llegó... ¡y cómo!.

En esta, nuestra historia, todo se fue dando de una manera no convencional. Varias veces ensayamos descripciones físicas propias. Intentamos no disimular nuestras imperfecciones ni exagerar nuestras virtudes. La historia del pavo real que muestra su esplendorosa cola como arma de seducción para nosotros no resultaría. Lo nuestro iba más allá de una atracción física. ¿Lo creíamos realmente?. Tal vez sí pero el envío de nuestras fotografías nos produjo gran ansiedad. ¿Nos gustaríamos por lo menos provisoriamente hasta conocernos personalmente?. La realidad dentro de nuestro compartido mundo virtual nos aplastó. Intercambiamos varias fotos. ¿Ese era Luis?. ¿Esa era Patricia?. Eramos nosotros. Llegaba al final la fantasía de imaginarnos al otro. Ya no teníamos que acomodar lo que recibíamos del otro y tratar de representar eso en un cuerpo. A partir de ese momento teníamos que ensamblar lo que sabíamos del otro a esa imagen desconocida que nos devolvía la pantalla de la computadora. ¿Era lo que esperábamos?. ¿Se asemejaba nuestra fantasía a la realidad?. Sí. Nos gustamos.

Patricia: Le envié de regalo a Luis (sorteando las peripecias propias de alguien que se supone que está trabajando y no mandando canciones de amor por email) el tema "Hold Me, Thrill Me, Kiss Me", cantado por Gloria Estefan, se la dediqué y le escribí la letra con una traducción libre realizada gracias a mi pobre conocimiento en inglés pero a mi rico entusiasmo. A partir de ese momento se convirtió para siempre en "Nuestro Tema". Esto desembocó en lo que ya era inevitable. Nuestra primera llamada telefónica. Por primera vez se develaba en parte nuestro anonimato ya que le di el número de teléfono de mi casa. Esa charla, sólo esa charla merecería no menos de veinte sitios en Internet. Si hasta ese instante todo nos parecía increíble, extraño, el hablar, el sentirnos aquí nomás del otro lado de la línea fue un acto absolutamente emotivo. Luis me llamó puntualmente a las 23:30 hs. de un 2 de octubre. Los nervios nos jugaron una mala pasada, una muy mala pasada... A mí no me salía la voz y solo atiné a respirar profundamente porque pensé que me iba a desmayar. La primera frase de Luis fue: "esperame que tengo que tomar un sorbo de agua". Muy valientes. Muy románticos. Parecíamos adolescentes, pero adolescentes de nuestros años y no los de ahora que son frescos, espontáneos, naturales. Claro que al rato estábamos más recompuestos. El agua y la respiración profunda habían dado resultado ya que hablamos sin parar hasta las 8:30 hs. del día siguiente, cuando terminamos de hablar para no llegar demasiado tarde a nuestros respectivos trabajos. amanec.JPG (7169 bytes)
 

Aquella primera conversación se convirtió en un sueño hecho realidad, en un momento único, un "momento mágico", en el descubrimiento de nuestras voces, nuestras inflexiones, en fin una serie de novedades que provocaron que ninguno de los dos quisiéramos cortar (no lo insinuamos en ningún instante de aquella larga madrugada para el resto de los mortales, un suspiro para nosotros). Deseábamos que perdure, que fuera una noche interminable...
A partir de ese momento las llamadas fueron haciéndose más frecuentes y se superaban unas a otras en intensidad, en muestras de ternura, de amor y de pasión. Pero no abandonábamos nuestras comunicaciones por email ya que teníamos la necesidad de escribirnos cómo nos habíamos sentido. Cada vez iba creciendo, cada vez iba siendo más fuerte el vínculo, la conexión.

Patricia: Luis y yo habíamos compartido la misma música en nuestra adolescencia. Una vez le comenté que era muy difícil conseguir algún CD con temas de aquella época. Luego de recorrer prácticamente todas las casas de música de Buenos Aires y de "obligar" a sus amigos a que le presten toda la colaboración (pacientes y buenos amigos, si los hay), Luis se encargó de conseguir varios temas inolvidables. Como a esa altura nuestro anonimato ya no era tal, me envió a la oficina, con un automóvil contratado especialmente para tal ocasión, un CD elegido cuidadosamente por él, que contenían las mejores canciones que pudieron haberse reunido y que siempre se quieren volver a escuchar. Ese día avisada por mail, la espera se me hizo interminable. Cuando lo escuché en la oficina sentí una emoción inexplicable. Hasta ahora es la mayor muestra de dedicación que me han regalado solamente para complacerme en algo que me gustaba. Ese CD se transformó (para nosotros) en "mi CD".

Luis: Con aquel CD yo le envié la foto mía (esta vez en papel) que a Patricia más le gustaba. Creí ser original pero me equivoqué: recibí de vuelta la foto de ella que más me gustaba junto a dos bombones (casi derretidos por el descuido del chofer del auto) para que los comiera a determinada hora. Faltó que sincronizáramos nuestros relojes. Todo para sentir el mismo sabor al mismo momento. Yo miraba su foto impregnada por su aroma. ¿Patricia estaría mirando mi foto?.

Hasta aquí nuestra historia de amor. Rogamos al gentil visitante que sepa disimular el desenlace sin desenlace de este humilde relato. A esta altura todavía no nos conocemos personalmente. Seguimos siendo dos realidades compartiendo una fantasía. Una hermosa fantasía. Hubiéramos querido ser poetas para contar mejor esta historia insignificante en la historia de la humanidad pero trascendente e intransferible en nuestras historias personales. En este mismo momento, en este mismo lugar, en este sitio de Internet, en nuestro sitio, en estos primeros días del año 1999, hacemos la formal promesa que cuando nos conozcamos, si es que la vida nos obsequia semejante oportunidad, escribiremos el final del principio de esta historia. De esta simple historia. De UNA HISTORIA DE AMOR.

Ring Internacional Páginas de Amor en Internet


Sabemos que historias similares a la nuestra vienen
sucediéndose, cada vez con más asiduidad en
este fin de milenio a lo largo de todo el mundo.
En estos primeros días de enero de 1999 en la prensa
de nuestro país, Argentina, apareció una noticia.
Se trata de una historia de amor. No es la nuestra, la
de Patricia y Luis, pero vale la pena conocerla.
Si deseas conocer esa noticia

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