Un pollo canta como una codorniz tras un implante cerebral

Un científico estadounidense logra injertar dos partes del cerebro de uno a otro ave y variar su comportamiento

La ciencia ha perdido el juicio. Y si no, que se lo pregunten al pollo recién nacido en el Instituto californiano de Neurobiología de la Jolla, en Estados Unidos.

Un investigador estadounidense le ha trasplantado parte del cerebro de una codorniz, convirtiéndolo en la nueva estrella animal del avance científico junto a la clonada oveja Dolly.

El objetivo del experimento se ha cumplido al 100% y el pollo con el nuevo cerebro emite ya el canto original de la codorniz: «¡Uit, uit, uit!». De su memoria ha desaparecido el «¡pio, pio, pio!», más propio de su especie.

Evan Balaban el científico encargado del proyecto ha logrado demostrar que los pollos no aprende ese canto exclusivamente a través de la herencia educativa de sus padres, sino por unas señales innatas procedentes del cerebro, según informa la agencia Reuter.

El pollo con las neuronas alteradas también ha heredado los movimientos de cabeza típicos de la codorniz al cantar, gracias a una complicada operación en la que dos partes del ave fueron incorporadas en el cerebro de su compañero de experimento. Para ello, hizo falta la más sofisticada ingeniería neurológica y el pulso suficiente para unir cientos de nervios cerebrales.

En un intento de no alarmar al mundo, y en pleno debate sobre la clonación humana, Balaban ha asegurado que el experimento no se puede «realizar en mamíferos, y por lo tanto, tampoco en humanos». El investigador cree que no es correcto hablar de la elaboración de animales con partes de distintas especies y perjura que ése nunca fue el propósito de su trabajo.

Las conexiones

El doctor Balaban prefiere destacar que su estudio puede servir para comprender mejor las complicadas conexiones del cerebro y la forma en la que cada parte de éste trabaja. En el futuro, según el neurobiólogo, estos avances se podrán aplicar para en el tratamiento de daños cerebrales en personas y todas aquellas enfermedades relacionadas con él.

«Si logramos entender cómo actúan las neuronas de forma distinta en relación con el comportamiento, estaremos en el camino para alterar algunas de las funciones de éstas», asegura Balaban, el Frankenstein de los animales. El estudio ha sido considerado por su autor como un gran progreso en el conocimiento de cómo las distintas partes del cerebro trabajan al unísono.

Para lograr su objetivo, Balagan se hizo una pregunta fundamental: ¿Qué partes del cerebro deben cambiarse para fijar un determinado comportamiento en el pollo?

La operación

La respuesta fue: dos, el tronco cerebral y la parte media. La operación se efectuó en un embrión de pollo de dos días. Al poco tiempo de nacer, a los 21 días de gestación, el animal comenzó a emitir los sonidos de la codorniz.

Un cántico que consiste en tres sonidos distintos y repetidos, acompañados por un movimiento de acompañamiento con la cabeza de arriba a abajo. Movimientos que el pollo realizó como si fueran propios.

En cuanto a los demás por ejemplo bostezar el Pollordiz, la última diablura científica, actúa como sus compañeros de especie.

 

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