Cambia


Pero empieza despacio, pues la dirección es más importante que la
   velocidad. Siéntate en otra silla, al otro lado de la mesa. Más tarde,
   cambia de mesa. Cuando salgas a la calle, ve por la otra acera. Después
   cambia de ruta, camina con calma por otras calles, observando con
   atención los lugares por donde pasas.
 
   Por un tiempo, cambia tu forma de vestir; regala los zapatos viejos e
   intenta andar descalzo unos días, aunque sea en casa. Tómate una tarde
   entera para pasear libremente, oír el canto de los pájaros o el ruido de
   los coches. Duerme en el otro lado de la cama. Después, duerme en otras
   camas. Ve otros programas de televisión, lee otros libros, vive otros
   romances, aunque sea en tu imaginación.
 
   Come un poco menos, come un poco más, come diferente; escoge nuevos
   condimentos, nuevos colores, cosas que nunca te atreviste a probar.
   Almuerza en otros sitios, ve a otros restaurantes, toma otro tipo de
   bebida, compra el pan en otra panadería.
 
   Ve a pasear a otros lugares. Ama cada vez, de diferentes formas. Aunque
   pienses que la otra persona se puede asustar, en la cama propón lo que
   siempre has soñado hacer. Cambia.
 
   Y piensa seriamente en conseguir un nuevo empleo, una nueva ocupación, un
   trabajo más parecido a los que esperas de la vida, más digno, más humano.
   Si no encuentras razones para ser libre, invéntalas: sé creativo.
   Experimenta cosas nuevas. Vuelve a cambiar. Prueba de nuevo.
 
   Lo más importante es el cambio, el movimiento, el dinamismo, la energía.
   Sólo lo que está muerto no cambia, y tú estás vivo.