Durante el invierno, el Rey Akbar paró en un lago para
bañar sus manos y pies,
cerca al palacio. Al entrar en el lago, se dio cuenta de lo
frío que estaba el
agua y dijo que daba una recompensa a quien se arriesgara a
pasar una noche
entera en él.
Una persona de muy bajos recursos se ofreció a hacerlo.
Durante la noche, pasó
todo el tiempo dentro del agua, vigilado por los soldados del
rey.
Al día siguiente, fue a reclamar su recompensa y los
soldados confirmaron su
hazaña. Sin embargo, alguien que quería causar
problemas, preguntó:
- Pero, cuéntame mi buen hombre, ¿qué hizo
usted toda la noche?
- Bien, mientras estaba en el agua, miré al palacio
todo el tiempo.
- Es decir; a través de tu mirada fuiste capaz de obtener
calor de la luz del
palacio. O sea, no has cumplido con tu parte, pues no has quedado
en el agua
helada totalmente como se esperaba.
A pesar de lo injusto que sonó la afirmación,
nadie se atrevió a cuestionarla,
ni siquiera el Rey. Birbal, su consejero, decidió corregir
la injusticia. Así
que invitó a toda la corte a un almuerzo un día
en su casa.
Después de muchas horas de espera y de preguntas, finalmente
Birbal los llevó
adonde se cocinaba la comida. Vieron que la olla estaba colgada
en un árbol...
¡
a cinco metros del fuego!
- Pero, ¿qué estás haciendo, Birbal? -
le preguntó enojado el rey.
- Estamos cocinando. Por alguna razón, ha llevado más
tiempo que de costumbre.
- Pero, ¡qué tontería! - comentó el
cortesano; el mismo que había impedido la
recompensa al pobre hombre del lago - ¿Cómo es
posible que una olla a cinco
metros de distancia reciba el calor del fuego.
- Bueno, si un hombre a unos kilómetros de distancia
puede recibir el calor del
palacio, ¿no es lógico que esta olla también
lo recibiría?
Aclarado el punto, el rey mandó llamar al pobre hombre
y le dio su merecida
recompensa.
La justicia es un don que tú tienes; ¿ya lo
has desarrollado?
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