El telegrafista


Andrew Carnegie, un inmigrante escocés que no tenía un centavo a mediados de 1800, se convirtió en uno de los hombres más exitosos de América al iniciar el siglo XX.

Siendo un joven de 14 años, mensajero de la oficina de telégrafos, Andrew era requerido cada mañana para hacer la limpieza del lugar. Para los demás chicos esta era la parte mas desagradable de sus deberes, pero para Andrew era una gran oportunidad.

Mientras los otros evadían sus labores, Andrew se esmeraba por terminar rápido su trabajo para irse a las sala de operaciones para estudiar y jugar con los equipos telegráficos.

Al poco tiempo, Andrew mandaba y recibía mensajes de práctica a chicos en otras oficinas de telégrafos. Un día muy temprano en la mañana un mensaje especial llegó de Philadelphia, y Andrew tuvo la osadía de recibirlo, aun y cuando no era un operador oficial en funciones. Recibió el mensaje y lo llevó a su destinatario.

La iniciativa de Andrew le redituó. Debido a sus nuevas habilidades adquiridas fue promovido a operador de telégrafos oficial, siendo después nombrado operador personal del Superintendente de la Western Division of the Pennsylvania Railroad. Y su historia de éxitos no termina ahí.

De nosotros depende convertir las adversidades en oportunidades que nos ayuden a descubrir nuestros talentos, amando nuestro trabajo e impregnándolo de valiosas iniciativas podemos construirnos un mejor futuro.

 

 

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