Un rasgo de ternura

El viento sopló suavemente y con él lo acompañaba la voz tranquilizante del cause del río. Ese río que a su paso lleva consigo mismo miles de imágenes que representan nuestra vida a lo largo de tantos años. Todos y cada uno de esos años, que se pueden decir fácilmente e inclusive recopilar uno tras otro como si fueran un puñado de toa- llas. Años que si los examináramos, algunos serían muy especiales y otros desearíamos desaparecer su huella por completo. Olvidar ¿sería la respuesta? Tal vez, sólo un tal vez, pues nunca lo sabremos con seguridad o mejor dicho, una decisión nunca será opción para todos.

Podríamos decir que sí, que olvidar sería lo mejor, para evitar amargos recuerdos que nos atormentaran, pero qué de las experiencias que ganamos con cada una de ellas, experien- cias que nos ayudarán a no cometer el mismo error o por lo menos a estar prevenidos a no caer de nuevo. Cada experiencia buena o mala, aunque no lo apreciemos objetivamente nos ayudan en cada paso de la vida. Algunas veces nos pasamos los días, los meses y aún los años, preguntándonos por qué sucedió, qué hicimos mal, por qué yo y no aquél. Algunos dicen que caminamos por una senda marcada, otros a la par comparten que el futuro somos nosotros mismo y por lo tanto los artífices de nuestra propia vida. Mi muy particular punto de vista, es que en ambas perspectivas se concentra la mayor cercanía a la realidad.

Pero sin embargo la vida sigue su curso y al igual que en estos momentos lees, mañana a esta misma hora tal vez sólo estés sentado frente a una ventana, preguntándote lo mismo que te has preguntado cientos de miles de veces, ¿Y ahora qué? ¿Cómo desaparecer en un instante y no dejar huella, ni consecuencias?. Ahora bien, tengo una respuesta para eso, ¿preparado?, entonces, ¡ni lo intentes! Así no funcionan las cosas, no desaparecemos de un momento a otro a voluntad propia y ya. Tal vez sería bueno que existirá esa forma, pero no es así, o por lo menos aún no lo sé. De lo que sí estoy seguro es que ante amargas circunstancias, frente a mares de desalientos y miles de derrotas diarias, siempre una rasgo de ternura hará brotar miles de esperanzas y hará vibrar aún corazón entenebrecido.

Los momentos en que me he sentido colgar de un hilo han sido muchos, pero siempre hay una ocasión que te enseña lo que no pudieron hacer cientos de las que antes fueron. Ese momento en el cual eres capaz de llorar sin preguntarte o importarte lo que la gente a tu alrededor pensará. Lloras gimiendo y clamando por una respuesta y sin embargo la respuesta no parece llegar de ningún lugar.