Estos son mis pocos cuentos

  1. El Pacto de Turón
  2. Maruví y el Capitán Anónimo

El Pacto de Túrón
(Noviembre 2001)

La razón era evidente, Turón, no tenía nada más que hacer allí. Su gusto por las flores y el pasto, no lo hacían un león, lo hacían una cebra. Tuvo que soportar la segregación, mas aún cuando Leoncio, el coordinador de la manada, lo condenó a la peluquería por no considerarlo digno de llevar melena, un león vegetariano y además con gustos afeminados avergüenza a cualquiera.

Por su parte, Turón, dentro de su continua depresión, había decidido abandonar la manada y emigrar al exilio más recóndito, antes de seguir padeciendo el karma de sentirse diferente con sus amigos, y es que era evidente, no solo desde el punto de vista comportamental, era evidente más aún cuando a veces, los mismos cachorros caían devorados por otras especies cuando la manada era insuficiente para protegerlos.

Turón, no era suficiente, sus capacidades de caza estaban intactas, jamás decidió la opción de cazar ni de defender, la segregación lo condenó a ser más débil entre los fuertes. Para Leoncio, era inconcebible, que ese afeminado “cebreón“ como le llamaban, defendiera a la Manada, porque antes que hacerlos perder por fuerza, los hacía perder de vergüenza.

Turón, emigró a las llanuras de África, colindantes entre El Congo Belga y Chad. Tierra de Herbívoros y depredadores y con sus uñas padecientes por el calor por las largas caminatas, y su melena baja, el león, se paseaba por las hierbas de las llanuras, cercano a Búfalos, cebras y Miurs. Estupefactos, le miraban con recelo, esperando el zarpazo final de este histórico depredador, más sorpresivo aún, pues él no se inmutaba ante la presencia de la comida favorita de su especie, sin embargo, bastaba su sola cercanía para que inmediatamente, herbívoros huyeran en estampida.

Caso particular sucedió, la tarde de Agosto, en la que Cari, la cebra primogénita de Remedios, cebra de rayas vinotintos de la manada de las llanuras, por esa indómita etología, quedó de última en la huida de los herbívoros por la presencia de Turón. Fue tal la sorpresa, el león nunca atacó la cebra, contrario a eso le dijo:

- Rico el pasto, no?

Cari tragó entero, sus nervios se adhirieron inmediatamente a sus rayas, sus ojos se desorbitaron, su mente dio la vuelta entera imaginándose su terrible final, miles de versiones circularon por su mente, desde las muertes sangrientas que cometía Norman Bates en Psicosis a simples cazas de gatos a ratón. Contó 120 eternos minutos, hasta que no entendió por qué no pereció, por lo cual, por cortesía, le contestó:

- No es propiamente mi plato favorito

Fue, el diálogo de la ruptura del hielo, Turón, por su parte, prosiguió contándole sobre su vida, sus orígenes con la comida vegetariana y sus predilecciones. Sus vivencias con los leones y sus anhelos, a pesar de todo, y de sus depresiones, Turón conservaba un extraño anhelo por la vida, tenía ilusiones y sobre todo, creía y se aceptaba a sí mismo.

Por otro lado, Cari corrió a anunciarles la buena nueva a sus compañeras, con la inocencia y confianza de un niño, les comentó como este león era diferente, aseveración que no gozó de mucha aceptación por parte de los más viejos, los cuales, exponían a Turón, como una estrategia perfecta para cazarlos a todos. Luego de las continuas súplicas e insistencias, decidieron invitar a Turón, a almorzar al otro día, obviamente tomando las precauciones del caso.

Turón llegó puntual al otro día, se reunió con las cebras y búfalos y comenzaron a interactuar, cada herbívoro tenía su precaución pero bastaba solo mirarlo comer pasto para comprobar la veracidad de su gusto por los vegetales. Por lo cual, Remedios, rompió el hielo con la propuesta trascendental, como ella denominó a su alocución:

Te propongo una alianza estratégica, te compartiremos nuestros pastos y vos nos protegés de los otros depredadores, marcás nuestros pastos como tu territorio.

Fue implacable, una propuesta de ganancia mutua, de alianza estratégica, de Benchmarking, tiene todas las interpretaciones que la gran industria le dé, para las cebras era solo un intercambio.

No puso reparos, Turón sabía que era lo que sucedía a las cebras y demás herbívoros, comían con el estrés constante de ser su última comida, de no tener la tranquilidad, de repentinamente tener que huir, las oyó llorar a lágrima viva a todas sus compañeras fallecidas, y se sintió conmovido, pues, sea como sea, él también era una víctima de los leones y los depredadores. Y dio oficialmente el sí.

El acuerdo comenzó en la tarde siguiente. Turón recorrió cada hectárea de pasto y la marcó, se alimentaba a la misma hora que ellas y servía de tácito guardián, los leopardos y jaguares se preguntaban a sí mismos que era lo que sucedía y lograron incluso citarlo para que él les explicara lo sucedido.

Sin embargo, no era suficiente, la presencia del solo león no alcanzaba para proteger tácitamente, la etología indómita dejaba despistada a una que otra cebra o búfalo cachorro y allí con alevosía a todos los depredadores se iban en toda para devorarlo, sobre todo en la tarde de septiembre, cuando ocurrió lo que entre los herbívoros se conoció como La masacre de septiembre. Ese día cayeron aproximadamente 500 cebras y 200 búfalos en manos de los leopardos y jaguares.

Tal situación, llevó a una reunión muy seria con el león, le alegaban indolencia y poca efectividad a la hora de marcar territorio, le manejaron unos indicadores demasiado altos para su propia capacidad, pero era obvio, a la luz de los resultados era lógico para los herbívoros que se revalidara la alianza.

El resultado tuvo una tonalidad justo, los búfalos, principales opositores del pacto, sugirieron el destierro para el león, sin reparos y solo a la luz de los resultados, el cebra mayor Adolfo, sugirió unas vacaciones, sin embargo, Remedios, Cari y Roly, cebra heredero del trono, recalcaron que el hecho de septiembre era un accidente y que si bien es cierto fue triste, la naturaleza es sabia y con la presencia de Turón, se habían evitado otras muertes, incluso la del mismo Adolfo.

La misma sabiduría de la naturaleza le fue otorgando a Turón, su derecho a la reivindicación y en Diciembre, por los lados del 24, 400 cebras se salvaron de ser la cena de Navidad de 300 leopardos, jaguares y tigres que llegaron a las llanuras a conseguir su nochebuena.

La naturaleza le otorgó la sabiduría a Turón, hasta que un año después, por su propia naturaleza o etología indómita el mismo terminó siendo la cena de un depredador como muchos de sus protegidos.




Maruví y el Capitán Anónimo
(Octubre 2001)

No fue planeado, jamás pensado, jamás imaginado, pero desde el primer momento en que se conoció su futura aparición, se le encomendó la misión de salvar el barco. El barco, cuyo nombre apenas reconocíase a la deriva, llamaba algo así como Garzón y estaba a punto de naufragar, llevaba alrededor de 11 años de coexistir con un clima implacable, nubes negras todo el tiempo rodeaban el altamar trayendo consigo tormentas las cuales predecían un hundimiento. Sin embargo, el capitán aprovechó la aparición de este sublime personaje para hallar en él una esperanza de salvación.

Maruví, nombre de pila de este personaje, realmente no conocía esa ineludible responsabilidad, no se percataba que sobre sí llevaba la misión de evitar el hundimiento de un barco... recordase, eso sí, que aquel barco partió más o menos en el año de 1966, en el puerto de San Cayetano, ante súplicas inermes de los habitantes, por lo cual los comandantes del barco, decidieron anunciar la no partida del mismo, engañando y partiendo puntualmente un día de Septiembre del año 1966.

Por sorpresa e indignación tomó la noticia de la partida del barco, mas de resignación se llenaron y pronto de alegría al ver sus aparentes resultados, verbigracia que al recorrer 365 Km, ancló en la Isla Mujer, nombre que le adjudicó debido a la forma vaginal del espesor de sus bosques.

La Isla Mujer era violeta en sus principios para luego ser café otoño, sus atardeceres eran rosados, en ella se encontraba una biodeversidad aún sin indicios, el Cocuy de Pelamenta era el depredador más grande de la misma, con dientes afilados y unas lágrimas eternas, el cocuy habitaba los manglares que colindaban con la salida al mar por el río Palopaila.

El vegetal más representativo era la Conga, rica en frutos altos, ramas en forma de Y que servían de hogar a aquellos que huían del ataque del Cocuy de Pelamenta y raíces gruesas y largas que llegaban hasta la rivera del Güengüé, afluente principal del Palopaila.

Las noches en Isla Mujer eran acompañadas por la ópera de animales eufóricos de su libertad, que aprovechaban el sueño del Cocuy para franquearse en francachelas contrastando con el ambiente hostil de los días donde cada especie corría por su lado con vigilancia constante, desarrollando cualidades especiales e inverosímiles, y con un silencio cómplice. Isla Mujer pareciera que escondiese misteriosos mensajes de pitonisa pobre.

El barco levantó su ancla de Isla Mujer y siguió sin rumbo venciendo la hostilidad del clima, llevados por la entereza de su capitán que a cuesta de todos, ya no tenía nada más que a Garzón sino el camino seguro de Isla Mujer para vivir. Surgió una relación especial entre el capitán y aquella isla virgen, donde siempre que el barco era avanzado por las indómitas olas, él se quedaba estafermo mirándola y luego regresaba absorto a su angustia por su posible hundimiento.

En general, el capitán, sabía lo que se le avecinaba, pero rogaba a Dios y a su posible esperanza que algo sobrenatural ocurriera para salvarlo, desconociendo aún su realidad y tratando de encontrar otras opciones. Su angustia comenzó más aún cuando se enteró que sus provisiones escaseaban y no había opción de conseguir alimento pues, ya el altamar se hacía eterno y la peligrosidad del mismo impedía cualquier maniobra pesquera.

Al dormirse durante unos minutos divisó un territorio inhóspito donde las olas como si fuesen rieles llevaron el barco para que él, con solo hacer una fuerza constante durante unos minutos, lograra detenerse, recorrer babor, estribor y todos los territorios de su vehículo para luego en tirabuzón caer sobre la blanca arena de este islote, que llamó Casiopeo, en honor a la diosa etíope que un día lo inspiró.

Casiopeo era un territorio duro, de cordilleras rebeldes e indibujables, emergía en un volcán de alcohol, su naturaleza era casi escasa, a pesar de no ser desértico, la poca naturaleza de este mundo era indescifrable, en él trataron de convivir la Conga de Isla Mujer con el Ojeburro de Plazachiquita, una especie vegetal rara y semifértil oriunda del palenque del departamento Dos aguas en la baja Gaderville, uniéndose las dos y formando la nueva especie de Conflan, el Conflan es un vegetal de raíces largas, de tallo corto y frutos pequeños que alimentan a las aves Cruyf que visitan en otoño el islote.

En Casiopeo el capitán encontró un sentimiento especial de arraigo, mientras más veía lo insano y hostil que era, su paternalismo más evidente se hacía y no pasaba noche en que se le dificultara dormir hasta que no encontrara el silencio de una y cada una de las pocas especies que habitaban el islote. La angustia del capitán era inexorable e irreversible, constantemente se repetía a sí mismo y al creador una oración especial por el bienestar de esta isla, le parecía tan desolada y tan subvalorada, que creía que tenía que quedarse eternamente ahí para cultivarla, pero la amenaza constante del clima hacía preferible subir al Garzón y luchar contra la inclemente tormenta que fenecer de angustia ante la posible efímera existencia de este islote.

El viaje continuó, departió un 20 de enero, día de las fiestas de corralejas en su país. Fue así cuando emprendió un viaje más aún sin rumbo conocido y a expensas de la casualidad que algún fenómeno extraño e inimaginable le sucediese para salvarle, no divisaba la cercanía de ninguna isla, y contrario a eso divisaba más la cercanía de su fin ante una inclemente tormenta. Recorría el altamar con una rutina de rezos y credos, a las 8 A.M. Oraba la oración a San Arcesio y Santa Mónica, a las 13 horas oraba el credo Babilónico y a las 22 horas rezaba la oración a Casiopeo, todas estas oraciones y credos inventados por él.

En la mañana de Octubre luego de curarse una herida en ojo causada por un golpe fuerte del viento, divisó el descenso de un ser inimaginable. Desde el primer momento en que lo vio, se dio cuenta que era su posible salvación, y fue así como sin escuchar y sin hablar le encomendó la difícil labor de su salvación.

Maruví bajó de un mundo inconcebible, se cree que era oriundo de los asteroides sin números de la galaxia Fruit por su parecido racial y sus ojos de soñador empedernido, sin embargo él nunca habló de su nacionalidad, solo de sí, era un niño eterno vestido de verde y un pantalón corto amarillo que combinaba con el color de sus ojos verdes con amarillo, parecía que se uniformaba con sus ojos, sus conversaciones más frecuentes eran sobre todo lo que hacía. Aficionado a las artes de baco, conoció el teatro en la Pontí, galaxia de eruditos en el universo Camarota, donde se creía que eran oriundos el Mauricier de Reyesía, Sir Julio de La Pantea, Spinoza, Xaroltustra y Jaimócrito, personajes de la mitología tradicional de San Cayetano.

Fue inconsciente su mensaje, solo bastaba con su mirada directa e implacable, sus abrazos constantes, su lamentación evidente, y todo ese amor que irradiaba el capitán con ese personaje, que no se necesitaban palabras para descifrar que era en Maruví, quien el capitán tenía depositadas las esperanzas de su salvación.

Al darse cuenta de la escasez de provisiones alimenticias, del debilitamiento de sus fuerzas, el Capitán emergió para mirar hacia el horizonte, con lamentos de danzas egipcias y revoloteos de Mapalé, fue así como Maruví se quedó mirando fijamente ese singular baile, mas no comprendiendo así la trascendencia de su estancia en el barco.

Pocos diálogos tuvieron este dúo de habitantes del barco, a veces parecía más inentendible la posición del capitán quien cada vez se hacía menos fuerte y se le encontraba a lágrima viva sobre la proa divisando una esperanza utópica. Empero, el capitán preparaba día a día lo poco que le quedaba el barco y lo desvió con camino a las anteriores islas, queriendo así que su compañero anclara en ellas. Sin embargo la tormenta seguía más fuerte aún disminuyendo la velocidad del barco y sobre todo haciéndolo más débil.

La noche del 2 de Julio, el capitán se quedó acostado, cerró sus ojos y le solicitó a Maruví que se quedara a su lado. La terrible tormenta desató movimientos tectónicos, el mar arrastró territorios durante toda la noche. Amaneció dos días después, con un sol descomunal e inclemente. El capitán había desaparecido, solo quedó su sombrero viejo de lino blanco y rayas azules.

Maruví lo buscó por todo el barco, le gritó su nombre, pero pareciera como si se lo hubieran llevado los del viento. Al salir, encontró a las dos islas Mujer y Casiopeo, una enfrente de otras, dos territorios casi opuestos colindando.

El Garzón encalló entre las dos islas y allí en tirabuzón Maruví, bajó a Isla Mujer y a Casiopeo, recorriéndolas durante el resto de su vida, con una tormenta más moderada y un rostro de capitán impregnado en las nubes que sirven de fondo de la intersección de las dos islas.