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Ser Fumador de Tabaco

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Hubo en la historia de este siglo que está por acabarse, quien llegó a pensar que fumar era sinónimo de éxito y aceptación social. Durante muchos años, gran parte de la población mundial vino a darse cuenta que el cigarro causa daños irreparables.

Con la idea de que es un vicio inofensivo, una linda muchacha, luego de varios años de fumar, además del cáncer y los problemas respiratorios que se acarrea, puede quedar envejecida y fea con tanto humo, y su bella voz que un día anunciara la salida de vuelos en una línea aérea internacional puede volverse opaca, o alcanzar tonos muy parecidos a los del Charro Avitia.

Cuando una mitad del cerebro ya está llena de humo, muchos fumadores se dan cuenta que dejar el cigarro constituye para ellos casi un problema esotérico. Aquello que es demasiado hermoso, sin un cigarro puede resultar una desgracia.

Un tío mío que toda su vida había sido un hombre muy sano, el día que notó que de tanta nicotina ya tenía amarillos labios, narices y manos y ciertos problemas de respiración, decidió visitar al médico. El galeno, con ojos severos y poniendo énfasis en cada una de sus palabras le sentenció: "Si usted no deja de fumar, pronto tendremos velorio". Pero para dejar de fumar hay que tener los nervios bien plantados y a mi tío, se le pintaba en la cara mucha ansiedad, y un día hasta estuvo a punto de lanzarse por la terraza, con lo que le ocasionó a la familia un susto muy grande.

Los que se han dado cuenta de que fumar es peligrosísimo, han armado campañas que procuran infundir pánico. Tratando de demostrar que el cigarro es de lo peor, los no fumadores se gastan la vida vigilando con ojos de zorro a todo aquel que consideran sospechoso de ser un fumador enviciado.

El esposo de mi amiga Aída era un gran fumador de tabaco, y aunque a ella el olor del cigarro le fascinaba, siempre le andaba metiendo a su marido sustos: todos sus pronósticos a futuro acerca de la salud del fumador eran pésimos, y a causa de las eternas discusiones, el hombre decidió dejar el cigarro. El primer día. durante media hora, se aguantó "como los machos" y no tocó ni de chiste un cigarro, pero cuando cumplió una hora completa la idea del tabaco comenzó a resultarle inquietante, y se puso a buscar en la basura unas colillas. A las dos horas los ojos parecían salírsele de las órbitas y empezó a sentirse invadido de desesperación y mucha rabia: "Estoy muriéndome", gritaba muy desquiciado, "si no fumo me ahogo"; se le pintaba en el rostro la angustia, hasta que, al finalizar el día, el hombre bueno que siempre había sido comenzó a insultar y a lanzar amenazas a medio mundo.

Se puede empezar a fumar a los 8 años o bien cuando ya se está a un paso de la tumba. Invadida por un sentimiento de curiosidad, la persona al principio experimenta cierto morbo por saber que‚ se siente y acaba en sesiones de 24 horas de Fumadores Anónimos.

La persona que no fuma, considera que su rasgo más encantador es no permitirle a los demás fumar; entonces, con una actitud de altivez burlona, le da por perseguir a sus semejantes que sí fuman (a los que considera unos salvajes), en son de guerra y siempre al pendiente de los cigarros del prójimo, bruscamente se los arranca de la boca, o lanza al fumador a empujones, apartándolo del lugar donde se encuentre. El no fumador tiene que tener cuidado en prohibirle a un fumador que deje de hacerlo, sobre todo si éste está en su fase de abstinencia; puede ir en contra de la integridad física: una persona que está siendo atacada por una dolencia provocada por la falta de nicotina, en un momento de desesperación puede ir desde mirar a su contrincante con ojos severos hasta esgrimir un puñal, echarse al ataque y encajarle varias puñaladas.

"...para dejar de fumar hay que tener los nervios bien plantados."

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