La Historia De Ninfa
_______________________________Rosa Carmen Angeles.
Ninfa era una mujer que durante muchos años trabajó cocinando en la casa de mi abuela. Era tan chistosa y ocurrente que tenía la facilidad de dejar embobadas a todas las mujeres de mi familia, aunque, por otro lado, a las féminas de mi clan es fácil embobarlas con cualquier cosa. A la hora de cocinar contaba que su comadre tenía tres amantes y que ninguno de ellos sabía de la existencia de los otros; que un perro que vivía cerca del río estaba poseído por el demonio y que veía luces voladoras al anochecer, etcétera de los etcéteras.
Ahora Ninfa ya está muy viejita y de repente me gusta ir a visitarla. El cuarto de la vecindad donde vive, palabra de horror que es cosa seria: las paredes están descarapeladas, los pisos deshechos, los pilares carcomidos y los techos combos. ¡Pobre! Cuando me saque la lotería ya verá . Afortunadamente, tiene su cuarto muy próximo a la entrada (¿O diré acceso?) de manera que cuando tiembla, le es posible salir corriendo y alcanzar a llegar a tiempo a la calle.
Ninfa no era bonita y ella sabía que nunca lo sería; por otro lado, le faltaban dos dientes delanteros y uno de arriba estaba negro, aunque no se notaba mucho si bajaba la cabeza o si se ponía la mano tapándose la boca, cuando no podía evitar reírse de algo a mandíbula batiente. Tenía, además, un cabello abundante, un poco lacio y dorado por el sol, al que le untaba un aceite que olía bien, lo cual estaba a su favor. Y aunque ya en esta época ella se olvida de muchas cosas --sobre todo de su edad--, en ese entonces tenía muy buena memoria: se sabía versos y recordaba fechas y onomásticos. Creo, pues, que lo que más le afectó fue un poco de mala suerte.
El hecho de que Ninfa bebiera de vez en cuando era debido a su desesperación y también a que realmente le gustaba el aguardiente. Ella decía que la bebida no le resultaba grata al paladar, pero que le quitaba el amargo sabor y le calentaba la cabeza, el corazón y el estómago. Había pertenecido a una familia muy numerosa: todos los nombres del calendario se encontraban en esa estirpe. Pero, además, contaba que tenía sus rifles listos porque el lugar donde se ubicaba su casa materna era zona en la que seguido sus habitantes se andaban matando a balazos; aunque ella nunca estuvo segura de por qué. Y que luchaba sin importarle si aquello por lo que luchaba le convenía o no; o si era porque tenía las enaguas rotas o lo que fuera. Según ella, mató a mucha gente "por mala". Decía, también, que Dios, a fuercitas, la tenía que castigar por tanto cristiano que había eliminado.
Entre otras de sus historias estaba la de que ella fue la de las pocas sobrevivientes de un espantoso accidente de tren. En aquella ocasión la querida Ninfa fue de viaje por ferrocarril, acompañada de su amiga Agapita (estoy segura de que si fueran los tiempos actuales esta muchacha se llamaría Margot) y que el trayecto parecía irse efectuando sin problemas cuando, de pronto, el tren se empezó a salir de sus rieles y la gente se comenzó a asustar muchísimo; en aquellos momentos los testigos del percance se pararon de sus asientos y... a gritar. El tren se fue de narices, se empezó a incendiar. Muchos salieron envueltos en llamas y Ninfa, aunque con raspones y quemaduras leves y desesperada buscando a su amiga, como pudo salió con vida. Agapita se achicharró porque no pudo salir jamás del tren.
Ninfa sabía leer. Al principio, sólo leía historias de amor, era poseedora de colecciones enteras de revistas viejas y folletines. Me acuerdo que me contaba la trama de una novela cuya heroína era una bella mujer que habitaba allá por Bélgica y se llamaba Ornela. También contaba que había tenido muchos novios y que mientras no pasó de un noviazgo, siempre ellos la habían tratado muy bien.
Por algún tiempo Ninfa se puso a vivir con un tipo que, según ella, era de lo más guapo: un poco pequeño, pero mus-culoso, con ojos encantadores, aunque muy celoso. Ella decía que por ese amor chaparro le habían salido unos jiotes en la cara. Contaba que por culpa de ese hombre tuvo que escenificar un espectáculo inverosímil y horroroso: porque resulta que un día el individuo aquel apareció en el zaguán muy borracho, prendiendo cerillos y queriendo abrir las llaves del gas. Porque según él, deseaba que Ninfa lo dejara, de una vez por todas, de hacer sufrir. Afortunadamente, Ninfa se dio cuenta a tiempo y además de salvar el hogar, hizo hasta lo imposible porque el sujeto aquel se largara de su vida. Porque aunque aquel fulano se la pasó jurando hasta por las cenizas de su abuelita que se le iba a quitar lo celoso y ya no iba a tomar, nunca se le quitó lo borracho... y mucho menos lo celoso. Con la misma cara que suelen poner los soldados al relatar sus batallas, Ninfa contó también que en otro de esos arranques de Otelo furibundo su marido, sin avisar, se le arrojó agarrándola del cuello porque la quería ahorcar: "No me importa si tienes para tragar o no; yo sólo quiero que no pongas un pie en la calle." Es más, en una de esas hasta la amenazó con lanzarla desde la azotea del edificio donde ambos eran porteros. Pero no volvió a saber ya de él; desapareció en el terremoto del 85.
¿Castigo ecológico?