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Gente Inteligente Y Sus Problemas
_______________________________Rosa Carmen Ángeles.
Como medir la inteligencia resulta harto difícil, a la mayoría de los terrícolas nuestro gran ego nos induce a sentirnos mucho más sabios e inteligentes que el vecino. Entonces, encontramos gente con modos de asno, pero que siente que sólo a ella le fueron confiados los más profundos secretos de la sabiduría: nada le sorprende, todo menosprecia y adopta una actitud bastante petulante y despectiva cuando de valorar la gloria y la fama de los demás se trata.
Un estudiante de inteligencia tiesa, que en clase actúa de la misma forma en que lo haría un perro domado, pero que se siente hijo predilecto de Zeus y se la pasa dando lecciones a sus compañeros y profesores porque su "saber" abarca todos los dominios posibles, puede resultar tan desagradable como desagradable le resultaría a un gato callejero el que le vaciaran un frasco de Chanel número cinco luego de ocho meses de no haber probado el baño. Y, si en un momento dado, nuestro sabihondo personaje abre la boca en público para echar un discurso lleno de babosadas, lo más seguro es que se consuele (si es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de su actuación) pensando que se ha visto obligado a disimular su talento superior lanzando "opiniones imperfectas".
Siempre he visto con desconfianza a aquellas mujeres con aspecto de espantapájaros pero que creen tener una "inteligencia sobrenatural" y que con arrogancia categórica califican de cabezas huecas a hombres atléticos y guapísimos como el Perro Aguayo. Mujeres que, según ellas, por tener miras muy vastas ponderan las cualidades de un gordinflón con cuerpo de malvavisco pero tan hábil como ellas, que a uno de estos modelos de las buenas formas. Una fea "inteligente" argumenta que si no compite para lograr la aprobación de los "repugnantes hombres musculosos" es porque ella es demasiado brillante, y que a ellos los encuentran anodinos y pesados como un ferrocarril; prefiere, según su propio decir, que a esos "nenes crecidos" se los lleven las otras: las bonitas.
Yo no entiendo para qué‚ diablos quiere una mujer brillante a un hombre que sea inteligente pero que tenga patas de chivo. ¿Para entrar ambos en una competencia horrible y después andarse lanzando encima la vajilla o acusarse mútuamente de todas las fallas que les encuentran sus respectivos psicoanalistas? ¡Horror!
Lo que me platicó Imelda, una mujer que de creerse tan inteligente levanta controversia, puede servir de ejemplo para medio ilustrar lo que digo: "Estaba segura de que mi novio Martín me apreciaba justamente por mi inteligencia. Pensaba que se sentía orgulloso de mí, de mi carrera, de que salí en televisión protagonizando una encuesta sobre un detergente, hasta que un incidente cambió por completo el panorama. Fue en una ocasión en que uno de los jefes de Martín lo invitó a cenar. Mi novio me pidió que lo acompañara porque, según él, ahí se definiría si le daban un aumento de sueldo o no. Durante la cena traté de hacerme la agradable y la conversación fue en realidad entre el jefe y yo. Martín casi ni habló, está tan mal informado y tiene tan poco mundo que durante toda la velada se hizo a un lado. 'Es usted una mujer muy culta', llegó a decirme el jefe. Y es que el jefe de Martín y yo teníamos muchas afinidades, y como es muy simpático llegó incluso a entrarle a chistes de todos colores, a lo que yo, procurando apoyar a mi novio, correspondí con otros que, luego supe, Martín --por pura envidia-- calificó de soeces. Como en el fondo el ahora mi exnovio sabe que no es muy listo, nada más se la pasó observando; parecía que estaba encerrado en sus propios pensamientos. Mientras, veía yo al jefe que estaba tan divertido conmigo que incluso llegué a pensar, complacida y satisfecha que por fin había conseguido el aumento para Martín. Pero cuando me volví para ver a mi exprometido, éste se encontraba bufando: se le ensanchaban los agujeros de la nariz y me hacía señas para que me callara: estaba que echaba chispas. Pero yo no le hice caso y seguí charlando, hasta que en un momento dado Martín, no sé‚ por qué razón, me dio un ligero puntapié‚ por debajo de la mesa. Caray, todavía no puedo olvidar lo que su jefe y yo nos reíamos mientras que mi novio se moría de la rabia. Finalmente, Martín se excusó y arrastrándome de un brazo, me llevó hasta un rincón: 'te queda un miligramo de sentido común, cállate', me dijo. De buena gana me habría sacado las tripas. Según Martín, aquella noche constituyó para él una pesadilla, pero para mí esa ocasión me hizo ver la realidad y comprender que en cuanto a mi elección de pareja había estado completamente equivocada: Martín no me convenía. A mí lo que me hacía falta era un tipo como su jefe. El pobre Martín está tan lleno de complejos y es tan poco brillante que por lo mismo no le dieron el ascenso que quería, antes al contrario, lo corrieron del trabajo. Durante un tiempo, antes de que rompiéramos relaciones se la pasó echándome la culpa de sus frustraciones, porque no soportaba que una mujer de mi simpatía y desenvolvimiento estuviera cerca de él. Para colmo de la envidia, Martín incluso dijo que aquel día resulté tan estúpida que hice pedazos toda su carrera."
El individuo inteligente, por lo general, es un triunfador ante circunstancias adversas; logra hazañas consideradas imposibles de realizar, imposibles de fumar y a veces hasta imposibles de contar; pero si no se es inteligente no hay por qué alarmarse. También hombres corpulentos que al decir de muchos, en vez de cerebro tienen un aguacate en la cabeza y basan toda su fortuna en sus músculos, o mujeres hermosas de entendimiento rígido se han hecho famosos y hasta han sido héroes. Por eso, decir que un individuo es o no inteligente resulta algo verdaderamente subjetivo.
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