Una Anciana 
Dura De Morir



Una Anciana Dura De Morir

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

A sus 85 años, doña Ermila todavía era atendida por el doctor Bonilla, su médico familiar, un viejito simpático y paternal de 105 años, quien la conocía desde que nació porque también sirvió de partero a la madre de Ermila; él había sanado de sarampiones, rubeolas y paperas a toda la familia. Siempre que Ermila enfermaba, el doctor Bonilla llegaba a visitarla a su casa, le prescribía un misterioso licorcito de sabor agradable y la curaba en dos o tres días.
El médico aquel llegó también a convertirse en consejero, confesor y hasta en protector, en todos los problemas clínicos y emocionales que se presentaban en la vida de Ermila. El santo señor, como médico, conservaba las tres “C”: era comprensivo, considerado y cortés. Pero el seráfico personaje algún día tenía que morirse y, a pesar de ser feo y ateo, Dios se lo llevó al cielo.

Ermila no confiaba en ningún otro médico que no fuera el suyo, pero un día tuvo que consultar al doctor Garcicrespo, quien cobraba bien caro –cobro que justificaba diciendo que la vida no era barata-. Aunque a ella ese médico le chocaba porque nunca le decía la causa de sus males, sino que sólo se limitaba a prescribirle unas recetas ininteligibles, los hijos de doña Ermila trataban de conformarla diciéndole: “El doctor que te atendía ya murió, así es que no te queda más que aguantarte. De modo que no se te ocurra hacer trampas tomando sólo la mitad del medicamento que te recete, o cosas por el estilo”. Así que no le quedó de otra cosa sino resignarse a aguantarse y cumplir al pie de la letra las instrucciones de Garcicrespo. Pero eso no eliminaba el que Ermila encontrara insoportable su persona.

Y sucedió que una semana antes de Nochebuena, lapso en que la familia había salido de vacaciones a Puerto Angel con la intención de regresa a Oaxaca, a doña Ermila le sobrevino una crisis y alguien llamó al doctor Garcicrespo, pero sólo atendió la contestadora: “El doctor está ocupado. Mientras, en caso de que se haya dado un golpe, úntese saliva. Y si se trata de un dolor, tómese una aspirina.” Sin embargo, el caso de doña Ermila era crítico y no podía esperar. De modo que al ver que la señora se encontraba muy mal y que así había continuado toda la noche, la familia decidió acudir a un estudiante que todavía estaba haciendo su servicio social y el cual, después de haber examinado a la paciente, se limitó a darle el pésame a los dolientes y extendió el acta de defunción, en donde constaba que la señora había fallecido víctima e un ataque al corazón.

Los familiares de doña Ermila, debido a la muerte de ésta, decidieron regresar a Oaxaca para efectuar el funeral, pero por aquello de la economía creyeron conveniente transportar el cadáver en un coche particular, haciéndola pasar por viva y de esa manera ahorrarse el costo de la carroza. Pero al llegar a un bache, el conductor no frenó a tiempo, lo que ocasionó que los ocupantes dieran con su cabeza en el toldo del automóvil y fue en ese momento cuando por el brinco, doña Ermila abrió los ojos y dijo: “¡Ay, con estos golpes me van ustedes a matar!” Los familiares pasaron del llanto al asombro y del asombro a la risa, al ser testigos de semejante acontecimiento, por lo cual regresaron a Puerto Angel, a continuar con los preparativos de la Nochebuena. Después se dedujo que doña Ermila había sido víctima de una catalepsia, la cual es muy difícil de detectar, pues el corazón y el pulso no se alcanzan a percibir.

Ahora doña Ermila tiene miedo de que la entierren viva, y le pide a sus familiares que no efectúen sus funerales sino hasta que transcurran 72 horas, o antes sólo si ven que ya está apestando.

Rosa Carmen Ángeles

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