Pintura Sin Titulo de
Kelly Cairns



S.O.S. Decepciones

_______________________________Rosa Carmen Ángeles.

"Estoy segura que nunca volveré a amar jamás tan apasionadamente con amor ilimitado como amé a aquel camarógrafo de televisión al que conocí en mi infancia. Y que no habrá ojos que brillen con tanta luz como los de aquel mi atlético profesor de deportes de la secundaria que aparecía en mis sueños y que me arrebataba suspiros, mismos que ahora sólo catalogo de tan infantiles como cursis moqueadas; pero en esa etapa amé sabiendo que no sería correspondida, que no podía ser correspondida y sufrí amargamente... y ese sufrimiento fue real.

“Si en esta época de mi vida me enamorara y a los pocos día tal persona me decepcionara, tengo la seguridad de que o urdiría que se trata del fin de Tlatelolco, ni buscaría enloquecida un arma en torno a mí, ni tendría que bajar al infierno como sucedió en aquella mi edad ingenua en la que el mundo se me volteaba al revés y en la que de completa buena fe me llegué a sentir envuelta en las cobijas de la ensoñación. Ahora, todo sería como ver pasar un cometa. Todo esto se lo debo a la decepción: la decepción me ha salvado, me ha redimido, y para mi resulta un boleto de cortesía para darme una vuelta por la felicidad”, le contaba en una fiesta a un amigo que me había preguntado sobre mi vida sentimental.”

“¿Por qué dices tantas tonterías juntas al mismo tiempo? Estás peor de lo que me figuraba”, comentó con voz trémula como si escuchase los pecados de Lucifer, el amigo preocupado al que incluso se le salpicaron los bigotes de vino cuando de pronto le confesé que la decepción había aparecido en mi vida en realidad como un recurso salvador.

Ya sea a cien kilómetros de distancia, empleando un microscopio o simples lentes para el sol, mírese como se mire, lanzar al río, sin ningún prejuicio, una relación de amor por estar ésta fundada en el fraude o en la vil hipocresía, resulta como saltar por encima de un montón de desperdicios para estar a salvo en el otro lado. Una relación mórbida que nos mantiene retorciéndonos de dolor y gritando, sólo puede dar frutos podidos. A toda es a gente que blande con energía una puntiaguda piqueta demoledora tan sólo para mutilar nuestro orgullo o nuestra integridad personal, ni para qué buscarla.

Evaluar oportunamente una decepción y romper con diplomática reserva, ahorra desatinos, violentas confrontaciones, venganzas espeluznantes, el camino seguro a la tragedia y quizás hasta unos centavos... bueno, unos nuevos pesos.

Según el amigo al que encontré en la fiesta –hombre al que, a pesar de que la vida le ha dado sus buenas arrastradas, todavía le entusiasma buscar fortuna y amor en medio de los mayores peligros, mi opinión extravagante es producto de ciertos odios secretos y a que he sostenido relaciones tempestuosas, llenas de catástrofes y torbellinos que me han dejado las emociones bastante descalabradas.

La decepción es un mecanismo de defensa, dice el Eclesiastés, una forma de levantar la guardia o cubrirnos con una coraza para protegernos así de gente vulgar y odiosa que puede hacernos pegar, a futuro, alaridos destemplados. Lo sano es, entonces, optar por otra vía más segura según dice el Yi Ching: alejándonos con prudencia a fin de no darle alas al alacrán para que en el momento en que menos lo esperamos nos haga maldades. Si seguimos como vamos, además de mil peligros, tendremos que sufrir todas las majaderías que nos quieran imponer. Pensar que la pareja que nos está haciendo daño va a cambiar con el tiempo no es más que una esperanza idiota. Esa persona que nos ha hecho sentir incómodas, haría un papel mucho mejor estando al lado de alguien a quien llene y que la llene... aunque sea de deudas.

Hay gente que considera que la finalidad de la vida es la pareja y por lo mismo suele vivir en constante agitación y duro jaleo con el compañero o la compañera de la vida; esa gente, por un cierto sentido pervertido del honor, prefiere continuar ahí dejando que le sigan taladrando el alma con tal de seguir manteniendo su status de persona casada. Cuando me lleno de soledad no sé si admirar o sentir lástima por aquellas mujeres que siempre se están quejando debido a alguna arbitrariedad de las que sus parejas le están haciendo víctimas, tras año tras año viven en la misma penumbra porque no se atreven a cortar por consideración a la serpiente viscosa con la que alguna vez se les ocurrió involucrarse emocionalmente.

Para mí es una agonía estar con alguien que es una fuente de furia y malinterpretación y por la que hacer la pantomima de que me la estoy pasando estupendamente, pero por la cual por la mente me recorre el impulso peregrino de ahorcarla y después salir corriendo.

Las relaciones sentimentales perniciosas, aquellas que nos mantienen con gran intranquilidad interior, hacen que se active en nosotros una parte que termina por envilecernos, porque para vencer al enemigo hay que actuar como él (esta es la estrategia homeopática). Y entonces, aquella relación de amor que nos hacía soñar entre nubes, termina por convertirse en un triste nido de urracas.

Tratando de programarme con nuevas ideas, ese improvisado Doctor Corazón --que en aquella fiesta por sus tantas disertaciones acerca de lo que debe ser la vida afectiva, ya me estaba empezando a hartar—hizo el intento de darme cien mil razones coherentes; pero para llegar a la conclusión a la que he llegado, además de mucho empeño y excelente condición física, necesité algunas clases de control mental a las que por ahí asistí, horas completas de autosugestión y un equilibrio a toda prueba; así es que a estas alturas no hay diablo que me haga cambiar de opinión a este respecto.

Y aunque no olvido ni menosprecio aquel comentario de mi amigo el experto en cuestiones del alma, gracias a esta mi filosofía, que parece sacada como de un manicomio, soy capaz de romper a tiempo con un cúmulo de tentaciones y cadenas emocionales dañina que otras mujeres, más capaces que yo para la caridad, no tienen sentimientos para llevar a cabo. Ahora sí me escuché muy maldita.

Rosa Carmen Ángeles

Separator Bar





Regresar al IndiceSiguiente

Separator Bar